Autonomía y territorios: reto para el Decenio de las Lenguas Indígenas

Ernesto Díaz Couder Cabral
Universidad Pedagógica Nacional


Imagen tomada de Internet


Los cambios sociolingüísticos suelen ser, como todos los cambios de la sociedad, largos y lentos. Quizás uno de los procesos sociolingüísticos más difíciles de lograr es la revitalización de lenguas minoritarias y minorizadas, o dicho más coloquialmente, lograr que vuelvan a hablarse de manera habitual y cotidiana idiomas en creciente desuso, especialmente entre las generaciones más jóvenes. En efecto, son pocos los casos de éxito, pero los hay. Pero los avances sólo se notan a largo plazo. Cambiar hábitos sociales (de habla o de otro tipo), y sobre todo sus causas en la estructura y la organización de la sociedad, toma tiempo. Por ello, me parece más que bienvenida la iniciativa de un Decenio de las Lenguas Indígenas (2022-2032) para complementar o dar seguimiento a la proclamación del Año Internacional de las Lenguas Indígenas en 2019. Diez años es tiempo apenas suficiente para poner las bases para un cambio a favor de la revitalización de las lenguas originarias.

La dificultad para revertir el desplazamiento de las lenguas indígenas proviene de que no hay una sola causa que explique la pérdida de vitalidad. Hay todo un conjunto de factores económicos, políticos, sociales e ideológicos (es decir, toda una estructura de poder) que se conjugan de diversas maneras en distintas regiones, lo que impide proponer soluciones únicas. Ahora bien, aunque no hay un patrón único, sí es posible encontrar algunas regularidades o pautas.

Gracias a la colaboración de especialistas y militantes de todo el mundo la unesco ha logrado organizar tales pautas en ocho direcciones estratégicas (Declaración de Chapoltepek)[1] que cubren las problemáticas más sensibles en la actualidad y que están asociadas a la situación de las lenguas indígenas. Son las siguientes:

  • entornos educativos y de aprendizaje inclusivos y equitativos para la promoción de las lenguas indígenas;
  • lenguas indígenas en la justicia y los servicios públicos;
  • lenguas indígenas, cambio climático y biodiversidad;
  • empoderamiento digital, tecnología del lenguaje y medios indígenas;
  • lenguas indígenas para una mejor salud, cohesión social y respuesta humanitaria;
  • salvaguardar el patrimonio cultural y lingüístico: las lenguas indígenas como vehículo del patrimonio vivo;
  • crear igualdad de oportunidades de empleo en lenguas indígenas y para lenguas indígenas;
  • lenguas indígenas para la igualdad de género y el empoderamiento de las mujeres

Estas problemáticas expresan un detallado diagnóstico de las lenguas indígenas y muestran la amplitud de factores de la sociedad involucrados en la condición de estas lenguas, a saber: empleo, equidad de género, igualdad de oportunidades, salvaguarda del patrimonio cultural y lingüístico, salud, empoderamiento digital, biodiversidad, justicia y educación. A lo que habría que agregar el especial interés por los derechos humanos en el Decenio de las Lenguas Indígenas.[2]

Ese diagnóstico constituye un excelente marco para elaborar e instrumentar estrategias locales. Sin embargo, al no haber soluciones únicas o recetas que sirvan para todos los casos, las direcciones estratégicas de la unesco nos muestran las áreas en las que habría que trabajar, pero no ofrecen —no pueden ofrecer— acciones específicas a seguir. El diagnóstico y la visión de la unesco ofrece un amplio horizonte general hacia el cual sería deseable dirigir nuestros esfuerzos a favor de las lenguas indígenas. Encontrar la manera de cómo hacerlo en nuestro país, es nuestra responsabilidad.

No obstante, desde mi punto de vista, las direcciones estratégicas de la unesco comparten —en el caso de México al menos— una condición subyacente común de la que emanan muchos de los obstáculos que enfrentan las comunidades hablantes de lenguas indígenas. Me refiero a la desproporcionada desigualdad social que caracteriza a nuestra nación. Las enorme inequidad y vulnerabilidad de los pueblos indígenas propicia una débil presencia y uso de las lenguas indígenas en la vida pública en la nación, incluso en regiones donde tienen presencia los pueblos originarios. Sin embargo, este aspecto no aparece mencionado en las direcciones estratégicas planteadas para el Decenio de las Lenguas Indígenas con la claridad que, an mi juicio, amerita.

En este orden de ideas, conviene tener en mente que nadie deja de hablar su lengua materna sólo por gusto. Casi siempre es porque resulta oneroso en algún sentido, seguir haciéndolo, generalmente por discriminación, exclusión, por una expectativa de mayor movilidad social o por todo eso junto, como ocurre frecuentemente. En otras palabras, conservar una lengua indígena es un lujo que no pueden permitirse hablantes de lenguas minoritarias y estigmatizadas, especialmente si están en una situación de vulnerabilidad económica o política y, desafortunadamente, tal es la situación de las comunidades de hablantes de lenguas indígenas.

Como consecuencia de esa situación no cuentan con espacios sociales —públicos y colectivos— para hablar en sus idiomas originarios, se mantienen en espacios privados, familiares y a lo mucho, comunitarios y, aunque esto último es cada vez menos frecuente, por fortuna todavía existen. Son esos espacios los que hay que conquistar, como claramente se propone en el Decenio de las Lenguas Indígenas. Lo único que estoy tratando de señalar es una situación estructural no claramente reconocida en los propósitos del Decenio, es decir, que la vulnerabilidad de la vitalidad de las lenguas indígenas está muy asociada a la vulnerabilidad social, económica, política y cultural de las comunidades hablantes de lenguas indígenas. Visto así, la pérdida de vitalidad del uso de las lenguas indígenas no es un asunto propiamente lingüístico, sino que requiere una perspectiva más amplia. Por ejemplo, el recordado Arturo Warman hacía notar en su último libro publicado,[3] cómo, a diferencia de la enorme pérdida de población hablante de lengua indígena en el siglo XIX, durante el siglo XX los hablantes aumentaron notablemente su número a pesar de la sangría étnica derivada de la mestización (por así decir) de considerables porciones de la población indígena. Lo interesante aquí es que Warman ve en ese fenómeno el efecto de la Reforma Agraria de la Revolución Mexicana, es decir, de la restitución de las tierras indígenas, porque esa restitución para muchas de las comunidades beneficiadas significó retomar el control de su producción material y cultural.

En esta perspectiva, entre las estrategias para la conservación y desarrollo de las lenguas indígenas sería conveniente atender las causas ‒pocas veces lingüísticas‒ que vulneran la vitalidad del uso de las lenguas originarias entre las comunidades de hablantes.[4] Esto significa propiciar y fortalecer la capacidad de decisión de las comunidades hablantes de lenguas indígenas. Dicho más claramente, significa apoyar la autonomía de los pueblos indígenas de modo que puedan asumir un cada vez mayor control de su reproducción social y material —base indispensable para la continuidad de sus lenguas y culturas— lo que crearía condiciones sólidas para la permanencia, actualización y revitalización de las lenguas originarias. Sin esa autonomía la revitalización de las lenguas indígenas parece problemática. No es de extrañar que los casos felices de revitalización o preservación de lenguas minoritarias o minorizadas suelen estar asociados a una fuerte movilización y conciencia política de sus pueblos, como ha ocurrido en las comunidades francófonas en Canadá o el catalán y el vasco en España, por ejemplo.

Desde mi punto de vista, la consolidación de una unidad o integridad política o cultural de los distintos pueblos indígenas es condición indispensable para su permanencia y desarrollo. No estoy seguro de que el fortalecimiento de las autonomías indígenas pueda ser materia de acciones realizables dentro del marco del Decenio de las Lenguas Indígenas en la medida que buena parte de ese proceso está en manos de los propios pueblos, sin embargo, con voluntad política es posible crear mejores condiciones para propiciar tales autonomías y con ellas fortalecer a las lenguas y culturas indígenas. Ojalá sea a esto a lo que se refiere el “empoderamiento de los hablantes de lenguas indígenas”, señalado como punto estratégico del Decenio de las Lenguas Indígenas.

En cualquier caso, el Decenio de las Lenguas Indígenas ofrece una magnífica oportunidad para todos los interesados en el futuro de estas lenguas, unamos esfuerzos para imaginar acciones transformadoras de las condiciones injustas e inequitativas que padecen las comunidades de hablantes de lenguas originarias.

¡EnhHorabuena al Decenio de las Lenguas Indígenas!

  1. https://es.unesco.org/news/declaracion-pinos-chapoltepek-sienta-bases-planificacion-global-del-decenio-internacional
  2. https://es.unesco.org/news/proximo-decenio-lenguas-indigenas-2022-2032-se-centrara-derechos-humanos-sus-hablantes
  3. Los indios mexicanos en el umbral del milenio, México, FCE 2003.
  4. La gran mayoría de las movilizaciones indígenas están motivadas por la defensa del control de sus recursos. La defensa de sus lenguas es más bien un instrumento para legitimar la defensa de sus recursos naturales y territoriales.