Aronia Wilson Tambo. Una voz que se extingue en el desierto

Everardo Garduño[1]
Antropólogo
Susana Gutiérrez[2]

“Somos poquitos y es importante que estemos todos juntos como antes. Ahora no, ahora puro pleito. Eso no me gusta…”
Aronia Wilson Tambo

Foto 1: Aronia Wilson Tambo.


Durante el verano de 2015 conocí a Aronia, depositaria de la memoria histórica del segmento cucapá de la región de San Luis Río Colorado, Sonora, y Somerton, Arizona (ver mapa 1). Nacida en 1959, esta líder indígena era parte de un prominente linaje cuyo apelativo compuesto expresa el histórico carácter binacional de este grupo: Wilson-Tambo.[3] Aronia era hermana de Nicolás Wilson Tambo, el reconocido dirigente fundacional y cultural de la comunidad de Pozas de Arvizu, Sonora, de quien se identificaba como su sucesora. A continuación, sintetizo las conversaciones que sostuvimos con ella, los autores de este artículo el 14 y 16 de octubre del año en que la conocí:

Yo nací aquí, en Pozas de Arvizu, en 1959. Mi papá era Enrique Wilson Michel y era cucapá de Arizona; mi mamá, Juana Tambo León, era también cucapá pero de Baja California. Por eso hablo la lengua cucapá como muy pocos. Yo fui la menor de cinco hermanos y vivo en esta comunidad junto con 25 familias cucapá.

Antiguamente, los cucapá de este lado del río éramos pescadores de mojarra y bagre, cazadores de patos, liebres y conejos, y también recogíamos lo que nos daba el álamo, los pinos, el mesquite y otras plantas para comer o para curarnos. Por ejemplo, del mesquite aprovechábamos el tronco y la péchita.[4] Del tronco cortábamos la parte blanca, no la negra que es muy amarga, y con esa parte blanca preparábamos un té para el dolor de estómago; con la péchita hacíamos agua para refrescarnos. También colectábamos un frijol silvestre que se daba antes y que llamábamos “brigmach”, y con ese frijol hacíamos muchas cosas. Ahora, la gobernadora servía para muchas cosas, incluso para limpiar el pie cuando olía feo. Ahora no hacemos nada de eso, ahora somos ejidatarios; tenemos estas tierras que, aunque están en medio del desierto, son buenas, son negras. Algunos tienen 14, otros 20 y otros hasta 25 hectáreas. Pero fíjese usted que ya no las sembramos porque no hay créditos del gobierno y la maquinaria está muy cara. Antes sí sembrábamos porque sí había créditos, pero nos los daban en sociedad, o sea en grupos de ejidatarios y eso no nos convenía porque si alguno no trabajaba bien o no se le daba la cosecha en su rancho por cualquier razón, los demás teníamos que pagar por él, por eso no quisimos seguir trabajando en sociedad.

Antes sembrábamos maíz, calabaza, sandía, melones, bueno, de todo, y de ahí comíamos nosotros pura verdura. Antes en estas tierras teníamos animales, vacas, burros, caballos, gallinas y hasta marranos teníamos, pero todo eso se fue perdiendo porque la gente se los robaba porque estaban sueltos. Ahora rentamos estas tierras a particulares para que siembren trigo y algodón y comemos puras chucherías. Aquí en la tienda conseguimos carne, bolonia, frijoles, manteca, aceite, huevo y cuando agarro dinero voy al otro lado (Estados Unidos), porque aquí todo está caro. Allá en el otro lado compro cebolla, también carne, comida para gatos, agua, sodas, papel de baño. Yo creo que por todo eso que comemos la mayoría es diabética aquí en Pozas. Yo digo eso porque una vez que mi prima Mauricia se estaba muriendo, el doctor del Centro de Salud le prohibió comer eso y la pusieron a dieta con pura verdura, pero nunca se acostumbró. Le decían que no comiera tortillas de harina sino de maíz y no pudo comer tortillas de maíz. De ahí también vienen los problemas con la presión y las diarreas y a pesar de eso no tenemos médico en la comunidad. Si nos enfermamos, porque aquí todos somos diabéticos, tenemos que ir a San Luis Río Colorado,[5] ya sea al Centro de Salud o si tenemos dinero, con un doctor particular. Otro problema que tenemos es el alcohol y las drogas. Hay mucho de eso aquí en la comunidad. Toda mi familia tomaba, menos mi hermano Nicolás.

Foto 2. Mauricia (izquierda) y Aronia (derecha) Wilson Tambo. Autor Ignacio Villaseñor


Otra cosa que nos falta en Pozas son las escuelas. Aquí no tenemos kínder ni secundarias. Lo único que hay es una primaria y si alguien necesita kínder o secundaria pues tiene que ir a la comunidad de Islita o a San Luis. Yo pude estudiar el kínder afuera, pero hasta ahí. Aprendí a leer y escribir en cursos para adultos en INEA. Llegué hasta cuarto grado.

En Pozas siempre hemos trabajado las mujeres, no es como en otras partes. Yo trabajé en la pizca del algodón, del limón, trabajaba junto con mi prima Mauricia en el otro lado, y así ayudaba mucho a mi mamá y a mis hermanos. Cuando vivía con mi hermano Nicolás, él trabajaba y tenía su dinero y yo trabajaba y tenía mi dinero. No dependíamos uno del otro. Yo ahora, a mis 55 años, trabajo en una farmacia desde hace un año y me ayudo con lo que me pagan de renta por mi tierra. Mi hermana Mauricia vive de sus ranchos y de lo que gana trabajando su esposo, que es de Tlaxcala. Otros trabajan en el empaque de hortalizas, les pagan 700 pesos a la semana y les dan pases del Seguro Social si se enferman, pero ese trabajo es de temporada, cuando se acaba tienen que ir a buscar a otros empaques como a Ojos Negros o se van al Indiviso a “deschurupar”[6] pescados con los cucapás de Baja California.

También nos ayudamos con las artesanías. Aquí hay como diez artesanos cucapá. Acá no hacemos ollas de barro ni cestos de junco, acá hacemos pectorales, pulseras, broches, encendedores y llaveros, todo de chaquira que conseguimos en Estados Unidos a 2.50 de dólar el paquetín chiquito. No usamos chaquira de acá porque está muy chueca y te tardas más. Ya terminadas las artesanías las vendemos también en Estados Unidos porque acá en México, acá te abaratan, acá la gente nomás te dice “está muy bonito, muy bonito” y no te compran, incluso a veces te roban. A mí una vez, unos estudiantes me robaron un broche grande, un collar, una pulsera. Este oficio me lo enseñó mi abuela, como también a hacer vestidos con tela de opalina, de seda, o muñecas rellenas de trapo o de algodón. Algunos de mis trabajos los puede ver en el museo de la comunidad.

Foto 3. Artesanías cucapá elaboradas con chaquira, en el museo comunitario de Pozas de Arvizu. Autor: Ignacio Villaseñor.

Foto 4. Muñecas de trapo y algodón en el museo comunitario de Pozas de Arvizu. Autor: Ignacio Villaseñor.

Foto 5. Vestido tradicional cucapá con pectoral de chaquira en el museo comunitario de Pozas de Arvizu. Autor: Ignacio Villaseñor.


Hoy los jóvenes ya no quieren hacer artesanías, y eso es triste porque, mire, lo más importante para nosotros es la cultura porque se está perdiendo. Se está perdiendo la lengua, los chamacos ya no hablan cucapá, nada más los mayores. Tampoco estamos teniendo ya el Encuentro de las Tres Naciones en el que nos reuníamos los cucapá de Baja California, los de Arizona y nosotros los de Sonora para hacer juegos tradicionales, cantar en nuestro idioma y bailar. También exponíamos nuestras artesanías y nuestra comida tradicional. Y aunque era un encuentro de los cucapá, también nos acompañaban los kumiai, los kiliwa, los pa ipai de Baja California, y los mojabe y los quechan de Arizona. Esto era en la primera o segunda semana de marzo, el 7, el 8 o el 9 de ese mes.

En esas fiestas se empezaba a cantar a las 8 de la noche y los cantos de la noche eran diferentes a los cantos de la mañana; estos se empezaban a cantar desde la madrugada. Ahora no. Ahora cantan igual en el día que en la noche. El canto que todos conocemos es el de El pajarito, aunque también sé que había el canto de El gato loco, pero que yo entiendo muy poco. Antes también se cantaban cuatro canciones especiales cuando moría una persona, aunque también se cantaban las canciones de El Pajarito. En eso tampoco hacen diferencia ahora.

Entre los cantos y danzas de los cucapá de Baja California y las nuestras también hay diferencias. Los cantos y danzas de los cucapá del otro lado (Estados Unidos) son más parecidos a los nuestros que los nuestros a los de Baja California. Hasta los de los quechan de Arizona son muy parecidos a los nuestros. Será porque estamos emparentados. Yo, por ejemplo, estoy emparentada con los quechan, mi abuela era quechan. En Baja California bailan abrazados, nosotros bailamos solos, separados y nos movemos diferente a ellos, aunque ellos y nosotros usamos solamente el bule o jalma para cantar. En Pozas solo cantan los hombres, en Baja California ya hay cantantes mujeres.

Foto 6. Alfonso Tambo sosteniendo unos bules recien hechos. Autor Ignacio Villaseñor.


Otra parte de la cultura que se está acabando es la comida tradicional. Antes acostumbrábamos el arroz cucapá, el frijol blanco y el atole con carne o harina con carne que llamábamos “chowiri” y se hacía con carne deshebrada de vaca o pescado. El arroz cucapá, así le llamábamos, no llevaba arroz sino elote asado y manteca, sin chile porque antes no comíamos chile, y el frijol blanco era hecho con ese frijol silvestre que le digo y que llamábamos “brigmach”. Este frijol lo preparábamos con ejotes que se ponían a secar y luego se combinaba con el frijol cocido con agua y sal. Ahora le ponemos manteca, antes no. A veces el ejote se preparaba también en atole. A mí me gustaba ponerle azúcar, aunque más antes no se usaba el azúcar.

En cuanto a la religión, pues la mayoría está con los nazarenos que son cristianos que vienen de Estados Unidos, son parientes nuestros. Otras veces, de San Luis viene La Misión Cucapá, y también todos van a esa iglesia. También son cristianos, pero de México. La iglesia católica no viene a Pozas. Y mire, aunque somos cristianos y las iglesias cristianas vienen a Pozas, nosotros seguimos con nuestros usos y costumbres cuando muere una persona. Cuando esto pasa la gente canta por cuatro días y le regalamos ropa a su familia. Por lo general se crema al difunto, pero no dejamos que entren al funeral quienes no son cucapá, ni platicamos detalles de esto porque luego empiezan a hacer comentarios. Después de la cremación se ponen las cenizas en un botecito, en un frasco o en una bolsa y se entierra en el panteón que está aquí en la comunidad. Antes enterrábamos las cenizas en un panteón más antiguo que está en el rancho de Alfonso Tambo y no le poníamos cruces ni coronas como ahora. Ahora todavía hay quienes no creen en eso, como mi hermano Nicolás, y se les respeta su creencia y no se les pone cruz ni coronas. Quienes dirigen el funeral en Pozas son siempre hombres.

Nosotros en la comunidad tenemos un comisariado ejidal que se elige por los ejidatarios en una asamblea levantando una tarjeta, ya sea roja, verde, azul, según a quien quiera apoyar. También tenemos a un regidor étnico que nos representa en el ayuntamiento de San Luis Río Colorado y que se elige votando. Pero también tenemos un gobernador o gobernadora que no se elige votando sino heredando el puesto. Nicolás, mi hermano, fue el último gobernador hombre. Antes eran puros gobernadores hombres, pero antes de morir dijo que yo, su hermana, era la que seguía como gobernadora. Hay quienes no están de acuerdo, dicen que también debe elegirse, pero no. Esos nombramientos, sobre todo el de regidor y el de gobernador, nos han traído puros pleitos. Somos poquitos y es importante que estemos todos juntos como antes. Ahora no, ahora puro pleito. Eso no me gusta…

Foto 7. Jóvenes cucapá de Pozas de Arvizu. Autor Héctor Robles


La comunidad cucapá de Pozas de Arvizu es resultado de un proceso de reorganización y revitalización cultural desarrollado a mediados del siglo XX, por miembros de tres segmentos indígenas: los residentes de la margen occidental del río Colorado, en Baja California; los residentes de la margen oriental del río Colorado, en el estado de Sonora, y los cucapá que, compulsiva o voluntariamente, retornaron del estado de Arizona a México en los años cuarenta del siglo pasado (Garduño, 2015).

Esta noche, si nos asomamos y levantamos la vista hacia arriba, observaremos una serie de coloridas y brillantes lucecitas; se trata de un manto de chaquira hecho con la maestría de Aronia, que a estas horas debe haber atravesado ya la ventana rocosa de los cucapá, para convertirse en una de las rutilantes piezas de su propio arte. Descanse en paz.

Foto 8. La ventana rocosa de los cucapá por donde pasan las almas de sus muertos.

Referencias citadas

Shipek, Florence
1968 The Autobiography of Delphina Cuero, a Diegueno Indian. Los Angeles, Dawson’s Book Shop (Baja California Travel Series 16).

Garduño, Everardo
2015 Diagnóstico sociodemográfico, socioeconómico y sociocultural del pueblo cucapá en Sonora Ejido Pozas de Arvizu. Comisión Nacional para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas. Inédito.


  1. . Doctor en antropología e investigador retirado del Instituto de Investigaciones Culturales de la UABC | Correo: everardo.garduno@uabc.edu.mx

  2. Asistente de investigación

  3. Según explica Florence Shipek (1968), el apellido Tambo es resultado de la hispanización de los nombres de los linajes yumanos, utilizando el vocablo en español más parecido al vocablo original. El nombre original de este linaje es Xat?am, que en español se escucharía “Xotom”, y en consecuencia se tradujo como Tampo. Con el paso del tiempo este apellido derivó en Tambo.

  4. Las semillas contenidas en la vaina del mesquite

  5. La ciudad cabecera del municipio del mismo nombre que queda a 20 minutos de Pozas de Arvizu.

  6. Limpiar las vísceras a los pescados.