Aportes epistemológicos de mujeres afrodescendientes
desde América Latina y el Caribe

Francia Jenny Moreno[1]
 OJALA, Universidad Internacional de la Florida (Miami)

Cientistas insubmisas

Congreso CINALC 2024. Foto: Lina Berrio

Los feminismos negros o afrodescendientes son una corriente teórico-analítica con enfoque étnico racial y de género, considerada como un avance interpretativo que se ha desarrollado en diversas áreas de conocimiento y geografías. A pesar de ello, todavía vemos que muchas de las referencias elegidas para documentarlo continúan estando ubicadas de manera central en las producciones de las mujeres negras del norte global. Es por eso que, en este documento me intereso por destacar varias investigaciones y acciones políticas de algunas intelectuales afrodescendientes de América Latina y el Caribe, quienes han contribuido a la defensa de los derechos de las mujeres de ascendencia africana, y a la ampliación de la construcción de pensamiento.

Introducción

La mención de Sojorney Truth, Ida Wells, Patricia Hill Collins, Angela Davis, Carol Stack, Hazel Carby, el colectivo Rio Cambhee, Kimberly Creenshaw son referencias casi obligadas cuando se producen las antologías y las trayectorias históricas que ha tenido el feminismo negro. Los innegables e importantes aportes que todas ellas realizaron a la producción de pensamiento desde y por mujeres afrodescendientes ha sido relevante, y debe conservar un lugar distintivo en los entornos analíticos de las disciplinas actuales. Más allá de esas producciones fundamentales, y para muchas fundacionales, es indispensable que en la actualidad se amplíe el espectro de revisión, para incluir a las intelectuales latinoamericanas que desde hace muchos años han contribuido a ubicar a las mujeres negras en lugares analíticos preponderantes.

Varios de esos estudios de las mujeres de ascendencia africana han logrado ubicarse destacadamente en las esferas académicas de países latinoamericanos, y cuentan con un potencial de incidir en diversas reflexiones de carácter global.

Discusión

La gran importancia que tienen los aportes epistemológicos de las mujeres afrodescendientes en la producción de pensamiento científico quedó expuesta en el trabajo de Lamus Canavate (2009) de la siguiente manera:

(…) es importante la producción de intelectuales, activistas y funcionarias vinculadas a programas estatales relacionados con intereses de los y las afrodescendientes (González y Hasenbalg 1982; Barrios 2003; Matilde Ribeiro, 2008) del Brasil, país con la mayor concentración de población negra de Latinoamérica en virtud de su historia como colonia portuguesa y lugar de ingreso del mayor número de esclavizados a América. No obstante, organismos como la Cepal, han planteado la pregunta a fondo, frente a la invisibilidad del “problema negro” en el continente Latinoamericano y el Caribe en general, en contraste con la situación de la población indígena. (p. 115)

Como menciona la autora en la cita precedente, posicionar y visibilizar las realidades enfrentadas por las personas afrodescendientes ha sido una compleja tarea, tanto en Brasil como en otros países latinoamericanos. Las dificultades de interlocución o cooperación entre los grupos étnicos y los gobiernos y organismos internacionales multilaterales se tornan mucho más conflictivas cuando el centro de las demandas vincula a los hijos e hijas de la diáspora africana.

Ese es solo uno de los problemas que las intelectuales brasileras han abordado desde hace varias décadas con profundidad y decisión; sabemos que en la actualidad en ese país continúan generándose políticas y decisiones gubernamentales en las que no se focalizan las problemáticas vividas por las mujeres de ascendencia africana. Y sabemos también que ese tipo de decisiones responden directamente al lugar subordinado que históricamente le fue asignado a las mujeres de ascendencia africana desde el periodo colonial, y que las sociedades actuales no han logrado combatir hasta eliminarlo definitivamente, a pesar de las decididas luchas políticas y aportes epistemológicos que muchas de ellas han estado brindando.

Una muestra de la trayectoria histórica que tiene ese conjunto de problemas queda evidenciada en el trabajo de la intelectual afrocubana Alina Herrera, quien explica que en Cuba desde el siglo XIX hubo un incipiente feminismo negro ilustrado, anterior al movimiento de las sufragistas cubanas. El carácter ilustrado de esas mujeres esclavizadas se evidenciaba de forma protagónica en una publicación en la que participó un amplio grupo de mujeres esclavizadas, en la que defendían sus derechos y denunciaban los atropellos que diariamente debían enfrentar. Al respecto, Herrera asegura que:

A través de “Minerva, Revista quincenal para mujeres de color”, fundada en 1888 y primera evidencia escrita que demuestra la capacidad de agruparse de estas mujeres negras y mestizas, a partir de las identidades y memorias que compartían, y de establecer determinadas demandas en contra del orden racista y patriarcal establecido, a pesar de las desventajas en cuanto a acceso a la educación que sufrían. (2019: 102)

La mencionada autora además asegura que gracias a esta publicación en la actualidad podemos constatar que las propias mujeres racializadas se ubicaron en el centro de muchas de las reflexiones y debates, como sujetos de un conocimiento que las afectaba de manera particular. También menciona que para entonces, esas mujeres negras habían identificado que su condición racial, de clase y sexo-genérica las ponía en lo más bajo de la escala jerárquica económica y social que se encontraba vigente el ese país caribeño. En ese mismo trabajo es posible ver la forma en que Herrera destaca que las mujeres esclavizadas identificaron la inequidad que sufrían como sujetas de derechos, al no ser reconocidas por las normas legales y sociales, en comparación tanto con las mujeres no racializadas —aunque fueran pobres— como con los hombres, aunque fueran negros o mestizos.

Analizando hechos ocurridos en el mismo periodo histórico, pero en otros países, es posible rastrear estudios de intelectuales que reconstruyeron relatos de vida de mujeres esclavizadas que la historiografía oficial no había contemplado hasta la fecha de realización de sus estudios. Entre ellas quisiera destacar el trabajo de Evelyne Laurent-Perrault historiadora de origen haitiano que escribe sobre Venezuela; Aurora Vergara, Carmen Luz Cosme y Nayibe Katherine Arboleda[2] para el caso colombiano; y Nieves Méndez y yo misma[3] desde Ecuador. En todas estas investigaciones el centro analítico estuvo protagonizado por las acciones judiciales impulsadas por mujeres africanas y afrodescendientes.

Tanto la lucha ilustrada que quedo documentada en la revista Minerva, como las luchas judiciales adelantadas por las protagonistas de los estudios mencionados, son solo una muestra de los esfuerzos de las mujeres africanas que fueron traídas de manera violenta al continente americano, que han irrumpido y transformado la esfera pública, privada y la institucionalidad para garantizar el pleno ejercicio de sus derechos. Pero no se han conformado con pelear para sí mismas, pues en todas sus luchas también está la búsqueda de garantías y dignidades para sus familias, sus núcleos afectivos cercanos y las comunidades a las que pertenecían.

Otro conjunto de hechos que promovieron la producción epistemológica en clave afro femenina desde América Latina y el Caribe ocurrió en la segunda mitad del siglo XX, cuando se produjo el Primer Congreso de la Cultura Negra de las Américas en Cali, Colombia. Allí se hicieron presentes las académicas de varias delegaciones que participaron muy activamente en el Congreso, haciendo que su sola presencia pusiera en tensión un tema que ya estaba resultando reiterativo: las relaciones de poder sexo genéricas internas que aún se mantenían vigentes en el movimiento social afro de carácter mixto. Su participación puso en evidencia la necesidad de exponer en la palestra pública las reflexiones y necesidades específicas que tenían las hijas de la diáspora africana en muchos escenarios.

En los registros oficiales del evento encontramos los siguientes nombres: desde Estados Unidos, Elaine Carty Moore, Eleanor Traylor, Teresa Chapa, Vera Green, Aida Rendon, Valerie McComie, Sheila S. Walker, Hill Owen, y Gloria Searls; por Brasil fueron Mirna Amarante y Olivia Marina de Avellar Serna; en representación de Panamá, asistieron Coralia de Llorente y Aminta Nuñez; del continente africano estuvo presente Soyinka Wole; por Costa Rica Eulalia Bernard; como parte de la delegación de Venezuela, Angelina Pollak Eltez; y de Colombia, Margarita Saldaña, Juana Cabrera, Gloria Campaz, Alicia Gutiérrez Peña, Nancy Mota González, Carmen Meléndez, Idalid Ayala Castro, María Victoria Uribe, Nina S. De Friedman, Patricia Rodríguez, Alicia Richel Doimatoff, Carmen Angulo de Betancourt, Carmen López, Mercedes Camerano, Anita Pombo, Delia Zapata Olivella, y Rosa Bosch de Zapata Olivella.

Fue en el III Congreso de la Cultura Negra de América en donde las mujeres de ascendencia africana de América Latina, Norteamérica y el Caribe posicionaron los temas que para ellas resultaban trascendentales. Debieron pasar cinco años después del primer Congreso en Cali para que las problemáticas de las mujeres fueran ubicadas en los lugares de importancia que siempre les habían correspondido. En las recomendaciones de ese tercer Congreso, quedó consignado que la Conferencia de la Mujer Negra de Las Américas debería realizarse en Ecuador, en el año 1984.

Aunque el evento no se produjo en 1984 como había quedado definido, las mujeres de la región lograron que, en el mes de marzo de 1990, entre los días 23 y 24, se llevara a cabo el evento. Ese espacio donde la reflexión de las realidades de las mujeres era la motivación central estuvo auspiciado por la Dirección Nacional de la Mujer DINAMU, del Ministerio de Bienestar Social del Ecuador. El seminario se llamó “Winnie Mandela”. La elección del nombre del evento logra demostrar que las mujeres afrodescendientes del movimiento social afrodiaspórico, en Ecuador, querían mantener los fuertes lazos que durante tanto tiempo les habían unido al continente africano. Estaban interesadas en rememorar el acervo cultural que habían recuperado y mantenido unidas.

Además de los congresos de la cultura negra, durante la década de los 70 varias intelectuales afrodescendientes de América Latina y el Caribe expusieron sus reflexiones y exigencias en escenarios promovidos desde el tipo de feminismo que hoy es clasificado como blanco, de clase media e ilustrado. Esas mujeres afrodescendientes se encargaron de documentar, analizar y problematizar algunos de los argumentos que habían sido expuestos, desde donde las mujeres étnica y racialmente identificadas solían ser ubicadas en lugares subordinados. Por ejemplo, uno de los nombres que alcanzó relevancia fue el de la brasilera Leila Gonzalez, quien a ese respecto manifestó que:

En este proceso, es importante resaltar que las relaciones en el interior del MM[4] no están hechas solo de desencuentros y resentimientos como latinas. Ya en los años setenta, unas pocas se aproximaron a nosotras y nos ayudaron y aprendieron con nosotras, en un efectivo intercambio de experiencias, consecuente en su igualitarismo. El entendimiento y la solidaridad se ampliaron en los años ochenta, gracias a los propios cambios ideológicos y de conducta en el interior del MM: un nuevo feminismo se delineaba en nuestros horizontes, aumentando nuestras esperanzas por la ampliación de sus perspectivas. La creación de nuevas redes como el Taller de Mujeres de las Américas (que prioriza la lucha contra el racismo y el patriarcalismo en una perspectiva anti-imperialista) y DAWN/MUDAR, son ejemplos de una nueva forma de mirar feminista, luminoso e iluminado por ser incluyente, por ser abierto a la participación de mujeres étnica y culturalmente diferentes. Y Nairobi fue el marco de este cambio de esta profundización de este encuentro con el feminismo con si mismo. (1988: 8)

Además de lo expresado por Gonzalez, la ampliación de la organización intelectual y política de las intelectuales afrodescendientes en la década de los 80 del siglo XX, que debe ser interpretada como fuente de desarrollos epistémicos con sello étnico racial y de género, se encuentra destacada en el trabajo de Yuderkis Espinoza (2009), quien asegura que desde hace algunas décadas el feminismo latinoamericano viene desarrollando un pensamiento crítico y una política que intenta considerar las desigualdades de raza y clase en que viven muchas de las mujeres afrodescendientes de la región. Según ella, la realización del III Encuentro Feminista de América Latina y el Caribe, que fue celebrado en Brasil en el año 1985, determinó que el feminismo de ese momento tenía la necesidad incorporar las problemáticas de las mujeres negras y sus representantes.

De acuerdo con el trabajo de Espinoza, es posible que afirmemos que las tensiones en torno a la multiplicidad de los orígenes, condiciones sociales, culturales y económicas de las mujeres descendientes de personas esclavizadas de la región latinoamericana y del Caribe, se han mantenido latentes. Esas son las razones por las que continúan reapareciendo de tanto en tanto, a manera de conflicto no resuelto, o gracias a una solicitud especifica de las agendas de Naciones Unidas, sin que eso repercuta ni transforme de forma sustancial las miradas y las prácticas de dominación, tanto del feminismo como de las sociedades que perviven en la región latinoamericana y caribeña.

Los trabajos de estas intelectuales demuestran que aún hoy continúan siendo necesarias las incidencias que las mujeres afrodescendientes producen desde sus aportes epistemológicos, pues estos son insumos fundamentales para la generación de interpretaciones distintas, y para diseños novedosos para la resolución de problemas y conflictos sociales.

Reflexiones finales

Cuando se analizan en su conjunto los trabajos y posiciones políticas como fuente de epistemologías afrocentradas y con enfoque de género que han desarrollado las mujeres afrodescendientes intelectuales latinoamericanas, es importante mencionar que ellas han logrado definir su papel en las transformaciones personales, familiares, comunitarias y sociales. Desde esos lugares epistemológicos ellas han demostrado que en su caso resulta compleja la definición de fronteras que separen el entorno personal del político y el comunitario. De esta manera, desde su irrupción en los entornos académicos, una y otra vez, han tensionado la máxima desarrollada por el feminismo donde se plantea que lo personal es político, pues para ellas, lo político, académico, y hasta lo judicial, fue y sigue siendo personal. El campo en el que se inscriben estas obras puede ser visto como un campo analítico, entendido como un conjunto de producciones conceptuales, teóricas, de pensamiento en clave afrofemenina, que ha tenido una prolongada participación en circuitos intelectuales afrodiaspóricos a nivel global.

Ese campo también ha puesto en tensión algunas de las propuestas de diversos sectores políticos institucionales, al tiempo que ha impulsado a las revisiones internas en las organizaciones, especialmente las que hoy se denominan como organizaciones mixtas del movimiento social afrodiaspórico. Desde ahí se han generado una multiplicidad de lugares de enunciación que aportan herramientas para solucionar problemas específicos, individuales y/o colectivos, con el objetivo de brindar nuevas maneras de concebir y enfrentar futuros desafíos.

Referencias bibliográficas

Espinosa Miñoso, Y. (2009). Etnocentrismo y colonialidad en los feminismos latinoamericanos: complicidades y consolidación de las hegemonías feministas en el espacio transnacional. Revista venezolana de estudios de la mujer, 14(33), 37-54.

González, L. (1988). Por un feminismo afrolatinoamericano. En Isis Internacional / MUDAR – Mujeres por un Desarrollo Alternativo, Mujeres. crisis y movimiento. América Latina y el Caribe. Ediciones de las Mujeres.

Herrera, A. (2019) Pensando un Feminismo negro en diálogo con el Estado cubano. De este lado. Revista feminista de divulgación científica, (4), 101-109.

Lamus Canavate, D. (2009). Mujeres negras/afrocolombianas en los procesos organizativos en Colombia: Un aporte al estado del debate. Reflexión Política, 11(21), 108-125.

Laurent-Perrault, E. (2018). Esclavizadas, cimarronaje y la ley en Venezuela, 1770-1809. En A. Vergara Figueroa y C. L. Cosme Puntiel, (eds.), Demando mi libertad: mujeres negras y sus estrategias de resistencia en la Nueva Granada, Venezuela y Cuba, 1700-1800 (pp. 77-108). Universidad Icesi / Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CAF).

Vergara Figueroa, A. y Cosme Puntiel, C. L. (eds.) (2018). Demando mi libertad: Mujeres negras y sus estrategias de resistencia en la Nueva Granada, Venezuela y Cuba, 1700-1800. Universidad Icesi / Centro de Estudios Afrodiaspóricos (CAF).


  1. OJALA (Observatorio de Justicia para Afrodescendientes en Latino América) | Correo: jennymoreno11@gmail.com
  2. Las mencionadas investigaciones pueden encontrarse en el libro Demando mi libertad, publicado por la editorial de la Universidad Icesi en Cali, Colombia, gracias a la información obtenida por el Centro de Estudios Afrodiaspóricos de esa casa de estudios
  3. Documento inédito proveniente de una investigación financiada por la fundación Rosa Luxemburgo, denominada Conciencia Libertaria de Mujeres Afroecuatorianas entre 1800 y 1852.
  4. MM para el caso de ese documento debe ser interpretado como las siglas de Movimiento de Mujeres