Aportes de la antropología médica para el estudio del estrés gestacional

Andrea Helen Huitrón García[1]
Antropología Física, ENAH

Ilustración de Ichan Tecolotl

Introducción

La intención de este artículo es reflexionar acerca de la importancia de estudiar el estrés durante el embarazo, no solo como un proceso biológico en el que se reconocen los síntomas, síndromes, diagnósticos y factores de riesgo, sino también como un fenómeno complejo constituido por las experiencias subjetivas de la gestante, por lo que es importante conocer y describir el contexto social en el que vive. Es fundamental integrar variables socioculturales para identificar el proceso de salud/enfermedad/atención/prevención que subyace al estrés. Para lograr esto, la antropología médica brinda conceptos que nos acercan a conocer las experiencias, representaciones y narrativas que se dan a partir de la interacción de múltiples factores tanto biológicos como psicológicos y sociales, que resultan en un fenómeno de naturaleza compleja conocido como “estrés”.

Estudio del estrés gestacional desde la antropología médica

El estudio del estrés en las personas comenzó después de que Seyle en la década del 40 del siglo pasado incorporara el concepto “estrés”, presente en el conocimiento de la física y las ingenierías, en la biología para tratar de explicar la manera en que un agente externo o interno altera el equilibrio del organismo dando como respuesta una reacción extraordinaria para restaurar dicho equilibrio (Selye, 2014). A partir de esto, creció el interés por estudiar cómo es que el estrés se relaciona con las enfermedades (Ramírez, 2010: 66) resultando en un aumento en la producción de investigaciones sobre estrés con predominio biologicista desde la medicina, la psiquiatría y la psicología. Posteriormente se han creado nociones de estrés y relación causal con las enfermedades, pero poco se han integrado la influencia que ejercen las estructuras macrosociales, el contexto y la historicidad de los pacientes, sus familiares, sus redes de apoyo, ni la manera en que se configuran los procesos de subjetividad e intersubjetividad.

Para su estudio se han descrito diferentes conceptos de estrés con significados múltiples, en los que las interrelaciones entre la persona y su entorno son las posibles encargadas de producir estrés. Sin embargo, no se deja claro qué es lo que lo produce, sus consecuencias y los factores que intervienen en el desarrollo del estrés y las enfermedades (Ramírez, 2010). Esta manera de concebir el estrés y su impacto en el desarrollo de las enfermedades se ha abordado en diferentes poblaciones y grupos poblacionales específicos como los trabajadores, los estudiantes, los adolescentes, las gestantes, y en cada grupo se han descrito los efectos de presentar un estrés alto.

El proceso de embarazo se ha considerado como una condición naturalmente estresante debido a los cambios morfológicos, fisiológicos e inmunológicos que cursa la mujer en este estado para que pueda llegar a buen término. A dichos cambios se suman las condiciones sociales y psicológicas que enfrenta la mujer embarazada, que pueden propiciar la aparición de estrés. Este tipo de estrés se considera que se debe a una experiencia de vida con demandas, restricciones y porvenir incierto (Rodríguez y Flores, 2018).

Existen datos que señalan que alrededor del 10% de las mujeres embarazadas en países desarrollados experimentan problemas de salud mental. La depresión es el trastorno psiquiátrico más frecuente durante el embarazo y postparto, y se incrementa un 15.6% en países en vías de desarrollo (Dahlerup et al., 2018). En México se estima que alrededor de un 50% de las embarazadas presentan estrés o algún malestar emocional (La Jornada, 2017; Secretaría de Salud, 2017). Esto puede desencadenar estados de irritación, ansiedad y depresión que pueden afectar el desarrollo del embarazo y la salud de la gestante. Pimentel indica que aproximadamente el 20% de las embarazadas presenta algún trastorno emocional que puede ir desde moderado a grave, y menos del 3% experimenta alteraciones mentales que requieren tratamiento. Por lo que sugiere que se identifique la fuente de estrés, debido a que pueden confundirse con los síntomas propios del embarazo (Diana Pimentel, citada en Secretaría de Salud, 2017).

Se ha documentado en varios estudios que el estrés durante el embarazo proviene principalmente del número de gestación, sentimientos de ambivalencia (ya que por un lado se puede experimentar deseos hacia la maternidad y a la vez rechazo), sentimientos y emociones como miedo, incertidumbre, rechazo, temor, angustia y preocupaciones relacionadas a la salud propia y del bebé que pudieran resultar en muerte o dolor; temor al parto, miedo de un posible aborto, a que el producto presente enfermedades congénitas, y molestias y exigencias inherentes a la gestación (Díaz et al., 1999; Machín et al., 2019; Ortiz Martínez y Castillo, 2016; Pinto et al., 2010).

La percepción que se tenga se verá influenciada por las condiciones diferenciales sociales, culturales, psicológicas, económicas y políticas de cada individuo. Sin embargo, es importante mencionar que la percepción de estrés que tienen las gestantes durante este período cambia dependiendo del lugar, aunque es probable que se compartan similitudes dependiendo de las características contextuales. La manera en que ellas lo identifican y posteriormente lo significan al presentar algún tipo de estrés puede reflejar las inequidades entre las mujeres de “un mismo México”, y de esto se desprende la necesidad de conocer cómo interpretan las situaciones de la vida cotidiana que pueden ser consideradas como estresantes o no.

Estudiar la compleja interrelación del estrés con las diferentes estructuras y condiciones individuales es necesario, ya que a partir de ello se puede conocer la manera en que ellas identifican, significan e interpretan el estrés. Resulta relevante debido a que el ritmo de vida y las circunstancias económico-sociales del entorno de la vida moderna se asocian con la presencia de estrés. Su estudio no sólo debe reducirse a verlo desde un enfoque médico-biológico (Sandín, 2003), porque su aparición no se debe únicamente a un fenómeno unifactorial y mecánico. Más bien es el resultado de la interacción de múltiples factores tanto biológicos, psicológicos y sociales, un fenómeno de naturaleza compleja.

La antropología médica brinda herramientas conceptuales con las que es posible comprender y entender cómo se significa el estrés gestacional, ya que “entre enfermar y padecer hay un abanico de posibilidades que aluden a expresiones corporales, físicas y mentales, así como a situaciones biológicas, emocionales, sociales y culturales específicas” (Hamui, 2019: 39). Definir qué es lo que la gestante considera cómo estrés y cómo lo conceptualiza es parte fundamental para comprender la manera en que afecta personal y socialmente a quien padece.

En los años 80 del siglo pasado, Arthur Kleinman propuso un modelo explicativo y una tipología para poder distinguir las distintas dimensiones personales y sociales de la enfermedad. Propuso una distinción entre enfermedad (disease), que se caracteriza por partir de la dimensión biológica y desde la perspectiva biomédica (es decir, “lo que se tiene”), el padecimiento o dolencia (illness), la enfermedad vista desde la vivencia personal, lo percibido y experimentado subjetivamente (en otras palabras “lo que se vive”), y el malestar (sickness), que parte del contexto sociocultural e institucional —representaciones, roles y comportamientos de las personas consideradas enfermas y su grupo de pertenencia—, y que se expresa de manera colectiva y relacional en un contexto específico (Kleinman, 2020).

La tríada disease, illness y sickness (D/I/S) se propone como instrumento analítico para abordar el estrés gestacional desde una perspectiva holística, ya que no solo es un malestar físico sino a su vez, un malestar social y político que va más allá del cuerpo (Ramírez, 2010). Para logar esto, es necesario mencionar que el estrés no es una enfermedad; más bien es un estado de defensa que provoca un sentimiento de tensión físico o emocional. Por lo tanto, por medio de las narrativas podemos describir la experiencia del padecimiento y si se han tenido afectaciones o beneficios, tanto para la gestante como para su familia, y cómo es que esta puede ser una interrupción en su vida. Otro aspecto importante a tomar en cuenta es la influencia que tienen las estructuras macrosociales que moldean la vivencia que se tenga del el estrés, es decir el malestar. Esto deja ver cómo es que la sociedad percibe y distingue a las gestantes que padecen estrés y esto a su vez puede condicionar la forma en que la gestante describa su padecimiento al personal médico. Tanto el padecimiento como el malestar proporcionan información sobre la manera en que el estrés es vivido, experimentado y percibido, y verlo como un hecho social que significa y representa diferentes circunstancias y cuestiones que los grupos sociales experimentan dependiendo de su contexto y momento histórico (Ramírez, 2010). No solo permite analizar a las gestantes, sino todas las relaciones que establecen.

La manera en que la biomedicina clasifica al estrés también es importante porque se pueden describir los mecanismos fisiológicos que son activados al percibir un estímulo estresante que “rompe” la homeostasis del cuerpo. Por lo tanto, ayuda a explicar cómo el cuerpo pone en marcha este estado para asegurar la integridad del individuo al desencadenar respuestas biológicas, psicológicas y fisiológicas ante una amenaza social en la cotidianeidad, ya sea real o imaginaria, y utilizando los recursos de los que dispone para enfrentarla. Ante este estímulo un evento se convierte en estresor por la evaluación e interpretación cognitiva o de significado que el individuo le asigna con relación a sus estrategias y posibilidades de afrontamiento (Lazarus, 2000).

Finalmente, la aplicación del modelo D/I/S abre la visión para integrar una perspectiva que vaya más allá del enfoque biopsicosocial, y para no enfrentarlo sólo como un problema de naturaleza biológica, quedándose en la descripción y explicación de su mecanismo de acción al percibir un evento estresor y su causalidad en el desarrollo de enfermedades. Se trata de abordarlo como un proceso en el que influyen determinados procesos sociales, culturales, económicos y políticos (Ramírez, 2010: 17) que se pueden explicar con las herramientas que proporcionan las dimensiones de padecimiento y malestar. Esto también evita caer en reduccionismos, patologización o medicalización que tienden a asociar los malestares y síntomas a una disfunción en la estructura y el funcionamiento del organismo (Crespo, 2021).

Varias investigaciones han identificado diversas causas de estrés, o estresores, durante el embarazo. Por ejemplo, se ha encontrado que dependiendo del número de gestación se presenta una sobrecarga biológica y social que aumenta con la cantidad de embarazos. Algunos aspectos relacionados con la ganancia de peso pueden ocasionar pánico por los cambios corporales; la mujer puede sentir su autoimagen y su propia estimación trastornadas o amenazadas. Se destaca que este período implica un desarrollo psicosocial cada vez más exigente, por lo tanto, si las mujeres no cuentan con apoyo social —vínculos sociales que proporciona el matrimonio, la familia, las amistades o el pertenecer a grupos formales o informales— son más susceptibles a presentar estrés (Díaz et al., 1999).

Esto no puede ser analizado de manera aislada y para ello es necesario conocer el contexto social en el que sucede el estrés (sickness) y cómo es que se le confiere significados socialmente reconocibles y significantes, es decir, cuándo se socializa el padecimiento. Reconocer los malestares de estrés durante el embarazo es importante, ya que permite comprender las particularidades de la experiencia humana universal ante la irrupción de cambios corporales en algún momento y en circunstancias determinadas. El padecimiento y el malestar son indispensables para poder comprender y entender el estrés no solo desde la visión biomédica. Traspasarla permite conocer lo que realmente ocurre, ya que el padecimiento se da de manera personal a través de experiencias que se articulan con el grupo social que puede apoyar a la gestante, o, por el contrario, contribuir al estrés, uniéndose al cúmulo de significados individuales y colectivos del malestar.

Conclusión

El estrés gestacional es un fenómeno complejo que requiere que se amplíe su estudio y se integren no solo variables clínicas, bioquímicas, fisiológicas y biológicas, sino también variables socioculturales que permitan conocer la manera en que el contexto social, económico, político y cultural modifica la percepción que se tiene de las vivencias y experiencias del embarazo, y cómo es que pueden influir en la percepción del estrés. Es necesario identificar los factores relevantes que desencadenan la presencia de estrés durante el embarazo y cómo es que la interacción modifica la percepción que las personas embarazadas tienen sobre el estrés.

Analizar cómo esta interrelación entre las diferentes dimensiones (psicológica, social, cultural, económica y política) influye en los procesos de salud y enfermedad es relevante debido a que el estrés, además de ser una construcción biomédica, es un hecho cultural porque representa y expresa (Ramírez, 2019). El estrés es un producto sociohistórico, pues es posible develar los significados que le subyacen mediante “las relaciones sociales, la cultura y la ideología que se manifiestan y se reproducen en representaciones de padecimientos y enfermedad” (Ramírez, 2010). La antropología médica proporciona herramientas conceptuales que pueden ser aplicadas para comprender y entender las complejas interacciones que se dan en el fenómeno del estrés para poder verlo no como producto unifactorial, sino multifactorial.

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