Ante las violencias que no ceden. Apuntes compartidos para realizar periciales antropológicas con perspectiva de género

Mónica A. Luna Blanco
Programa de Estudios Antropológicos, El Colegio de San Luis, A. C.monica.luna@colsan.edu.mx


Imagen tomada en el Zócalo de la Ciudad de México, con motivo del 8 de marzo de 2021.
Foto: Ximena Antillón.


¿Qué hago para hacer una pericial en antropología en casos de feminicidio?

El año pasado tuve la oportunidad de participar como estudiante en el Diplomado del INAH sobre capacitación en periciales antropológicas, e identifiqué a muchas jóvenes –antropólogas y de otras disciplinas– en proceso de titulación de licenciatura o recién egresadas, con ese empuje, fuerza, energía y compromiso feminista por aportar en la construcción de una sociedad donde ser mujer no implique un riesgo de muerte. Varias veces durante las sesiones del diplomado preguntaron “¿qué hago para hacer una pericial en antropología en casos de feminicidio?” Para ellas, y para muchas otras compañeras y colegas, aquí mis apuntes compartidos.

Un trabajo que no deberíamos de realizar

Cuando elegí la carrera de antropología, tuve muy claro que de la amplitud de temáticas de las cuales podría elegir, lo que realmente me hacía sentido era la antropología aplicada. Esta semillita nació en mí desde mi primer contacto en Chiapas con las mujeres indígenas y campesinas, zapatistas y no zapatistas desde agosto de 1997, en comunidades de Las Margaritas. Yo no comprendía nada, pero observaba todo. Una tarde estando en una comunidad de la cañada de Las Margaritas, bajé con dos niñas por agua al río; había estado ya un par de días en su casa y su mamá me contó que sufrían de constantes dolores de estómago, pero que ya las habían llevado a la clínica y les recetaron desparasitantes, pero el dolor continuaba. Ese día en el río se escucharon los pesados tanques del ejército mexicano que –en guerra de baja intensidad en Chiapas, ocupaban espacios en localidades de las cañadas, como el Edén-. Para ir a su destacamento en El Edén, los soldados atravesaban la comunidad donde habitaban las niñas. Corrimos a escondernos debajo del puente del río, y ahí vi cómo las pequeñas se llevaron las manos a la boca del estómago. Ahí comprendí todo: el miedo se siente en la boca del estómago. Pero no es cualquier miedo, es el miedo que sólo las niñas y mujeres hemos construido en nuestras experiencias corporales ante la histórica violencia de género de la que somos objeto predilecto del patriarcado. Ahora, más de 20 años después de ese incidente, en cada ocasión que recibo una llamada con lada de Chiapas, siento ese dolor en la boca del estómago: solicitan una pericial porque una niña, una joven, una mujer, ha sido asesinada.

Cuando yo imaginaba una práctica de antropología aplicada hace años, no creí que sería dando cuenta de las múltiples violencias contra niñas y mujeres. Ojalá no fuéramos llamadas para realizar este tipo de periciales, pero si nos llaman, con ese dolor en la boca del estómago nos toca realizar nuestro trabajo honrando esas vidas, con ética, con compromiso y con nuestra labor científica antropológica que responde puntualmente a esta realidad que lacera nuestra cotidianidad.

  • El reto de armar y argumentar la pericial

Las periciales en antropología no son recientes como herramientas que se suman a los procesos penales o laborales, sobre todo aquellos vinculados a poblaciones originarias, pero sí en casos de violencia feminicida, desaparición forzada, trata de personas, violación sexual. Ahora afortunadamente contamos con protocolos internacionales, nacionales y estatales -en algunos casos- para la investigación de casos de muertes violentas y feminicidas (Protocolo Latinoamericano, 2014; Protocolo Ministerial, 2015; Guía metodológica, 2016; entre otros). A la par de la Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, los Protocolos nos aportan aquellas categorías y puntos indispensables para guiarnos en la identificación y posible interpretación de las violencias por razones de género. La Guía metodológica realizada por Católicas por el Derecho a Decidir proporciona datos desde cómo solicitar la pericial y los aportes particulares disciplinarios, además de ejemplos concretos para poder realizar esa “traducción” de los hechos y evidencias empíricas del caso hacia el análisis de cómo esos datos son razones de género (Guía metodológica, 2016). El Protocolo Ministerial especifica conforme a cada fracción del tipo penal aquellos elementos observables en los casos de muerte violenta (Protocolo Ministerial, 2015: 27-34) y aclara que: “no se trata de explicar el feminicidio por las características del agresor, sino de encontrar al agresor por las características del feminicidio, a través del análisis de género” (PM: 27, subrayado propio). Esto implica, metodológicamente hablando, que debemos pensar no sólo en cuáles son los mejores instrumentos para acceder a la información (entrevistas, recorridos de campo, revisión de expedientes, etc.), sino la forma en que las categorías analíticas antropológicas pueden ser elegidas y utilizadas para la pericial. Aquí el reto es descifrar cómo vamos a llenar de sentido argumentativo, explicativo y analítico dichas categorías. Hacer un guion de entrevista, acercarse a las personas clave –familiares, testigos, amigos, incluso sobrevivientes- es una tarea digamos sencilla, en términos de elaboración del instrumento. En mi experiencia el reto es cómo captar y traducir la información empírica y con ello demostrar y argumentar una o varias razones de género presentes-ausentes en el delito. Aquí me detengo un momento. No corresponde al peritaje antropológico construir o establecer una verdad jurídica: determinar quién es inocente o culpable. La labor de esta pericial se centra en revisar, explicar y analizar en cada caso el contexto, los hechos, las manifestaciones, las violencias presentes antes de los hechos, durante y postmortem; la prevalencia de un continuum de violencia cuando la víctima estaba viva; los estereotipos y patrones de género que el o los victimarios actúan y explican como “causas” que los hacen-hicieron creer que como hombres poseen el derecho sobre de control, dominio, acceso sexual, castigos corporales, etc. Esto implica tratar de encontrar los procesos y contextos de endoculturación y validación de identidades masculinas misóginas, machistas y patriarcales. Esto es, la pericial antropológica en este tipo de casos colabora en identificar, descifrar y traducir las fracciones del delito de feminicidio nombradas “Razones de Género”. La pericial antropológica genera un análisis de contexto específico del lugar, espacio, dinámicas y elementos socioculturales dónde la violencia feminicida sucede, sustentando en el trabajo etnográfico. Una misma razón de género puede tener elementos particulares de acuerdo con el caso que nos ocupa. Podemos encontrar muchos elementos similares, pero cada caso debe ser sostenido y argumentado de forma particular para explicar al personal encargado de la procuración de justicia por qué esa muerte violenta es o no, reúne o no, desde el punto de vista de la pericial en antropología, razones de género que lo colocan penalmente como delito de feminicidio.

  • Los agujeros negros, no podemos comprenderlo todo… afortunadamente

En una ponencia presentada en el mes de noviembre apunté que ante hechos de violencia feminicida he aprendido que existen “agujeros negros”. Respuestas que no son posibles de obtener, muchas de ellas escapan a nuestra comprensión humana. ¿Por qué́ tenemos feminicidios diarios en nuestro país? Porque vivimos en una sociedad patriarcal machista, violenta y misógina. Esa respuesta está clara. Pero el agujero negro, como lo llamo, es ese espacio en el que al pensar en las mujeres víctimas, sus acciones, pensamientos, ilusiones, sueños, relaciones, vulnerabilidades, es decir, toda su vida, tratamos de darle un sentido a los hechos. Tal vez ese es mi error, no hay un sentido a la violencia feminicida. No debemos aceptarlo. En los hechos feminicidas, hay casos cuya linealidad es bastante clara: dinámicas, vínculos entre victimas-victimarios, los actos y la “justificación” de los mismos por parte de los feminicidas. Pero hay otros donde “no todo cuadra”. Y a esto le llamo el agujero negro: ¿por qué la mamá y la hermana del feminicida impidieron que entrará la policía para sacar a la mujer que estaba siendo agredida por su esposo?, ¿por qué una mujer adulta aceptó subir al vehículo de su feminicida a pesar de haber recibido amenazas de muerte?, ¿por qué tres hombres jóvenes deciden que es divertido secuestrar, violar y asesinar a dos adolescentes? Si, hay una respuesta sociocultural a estas interrogantes, pero no todo se llega a responder así.

En el mes de diciembre 2020 se me solicitó una pericial para un caso de feminicidio infantil. El imputado accedió a la entrevista en el penal. Ahí, sentada frente a él, un hombre de casi treinta años que violó y estranguló a una menor de 5 años, la pregunta que rondaba mi alma era: ¿qué hay en el interior de este tipo de hombres con la capacidad, voluntad y acciones de violencia sexual y asesinato contra una menor de 5 años? Antropológicamente hablando, y con un instrumento diseñado con perspectiva de género por supuesto, se identificaron esas razones de género presentes en la comisión del delito. Pero hay preguntas más profundas que no llegamos a comprender… afortunadamente. Porque creo que comprenderlas implicaría compartir esos códigos de violencia, de continua desvalorización de las vidas humanas, de objetivación de lo femenino, de un devastador proceso de deshumanización… o tal vez esto somos los humanos, una constante posibilidad de dañar terriblemente. O elegir no hacerlo.

  • Formación y capacitación continua, no se trata de “presentar una ponencia”

Un perito, una perita es aquella persona experta en la materia sobre la cual realizará la pericial. El Código Nacional de Procedimientos Penales reconoce en su artículo 272 sobre Peritajes, que el Ministerio Público o la policía podrá disponer de la práctica de los peritajes necesarios para la investigación del hecho, y la entrega del Dictamen por escrito no exime de la presentación oral del mismo. En el Artículo 275 se señala la posibilidad de realizar peritajes especiales “Cuando deban realizarse diferentes peritajes a personas agredidas sexualmente o cuando la naturaleza del hecho delictivo lo amerite, deberá́ integrarse un equipo interdisciplinario con profesionales capacitados en atención a víctimas, con el fin de concentrar en una misma sesión las entrevistas que esta requiera, para la elaboración del dictamen respectivo”, y en el artículo 273 se establece el acceso en todo momento de los peritos a los indicios sobre los que versarán los mismos o a los que se hará referencia en el interrogatorio. Todo ello implica, en primer lugar, que las personas deben contar y demostrar la expertise en la pericial que realizarán. Parece obvio, pero no lo es (como tampoco lo es decir que sí o sí se tiene que manejar una mirada integral de la categoría de género). Una pericial en antropología con perspectiva de género, requiere de antropólogas y antropólogos titulados y con cédula profesional que den cuenta que tuvieron estudios de licenciatura, maestría o doctorado en la materia. ¿Sólo las y los antropólogos podemos entonces realizar estas periciales? Yo creo que es posible y necesario un trabajo interdisciplinario, pero por normativas y para darle un mayor sustento legal a la prueba pericial lo ideal es que la cabeza del equipo y la firma sea de un profesional en antropología. El segundo punto a considerar versa sobre las temáticas, regiones de estudio y ejes de nuestro quehacer antropológico. Yo me consideraría inadecuada para realizar una pericial en materia agraria, por ejemplo. Es realmente importante la acreditación ante el juez y ante la defensa establecer el grado de conocimiento y cómo se ha adquirido dicho conocimiento que nos dota de elementos conceptuales, metodológicos y analíticos óptimos para realizar la pericial. Si remonto a mi época de recién egresada de la licenciatura, me resulta hoy impensable considerar que en ese momento podría yo haber realizado una pericial de este tipo. La experiencia que vamos construyendo en nuestros procesos formativos, en nuestra vida cotidiana, las lecturas de los materiales que se van produciendo, el contacto con otras personas que han abierto brecha nos va dando esa expertise. No se trata de una acumulación de años de carrera, sino más bien de procesos reflexivos y analíticos, de contacto con la realidad, de sumergirse en la problemática de múltiples formas. Se trata de una preparación continua, de inscribirse en diplomados, en capacitaciones, de abrirse al diálogo con otras disciplinas y aprender otros lenguajes. De un sentido autocrítico para reconocer aquello que no comprendemos a cabalidad porque no somos abogadas, y buscar resolver esas inquietudes con quien sí tiene el conocimiento sobre ello. Se trata de una actitud permanente de aprendizaje, observación y apertura. Se trata también de buscar información por cuenta propia. Información que tal vez no nos resulte grata, por ejemplo, aquella relacionada con necropsias y cómo en los cuerpos violentados se quedan las huellas de las violencias sexuales, de los daños ocasionados sobre los cuerpos infantiles rotos por el abuso, de la diferencia entre escoriación, dermoabrasión y los diferentes tipos de asfixia. Las autopsias y reportes de mecánicas de lesiones señalan y enlistan todas esas violencias, y es en la pericial de antropología donde se traducen, se le explica al juez por qué y cómo esas violencias se constituyen en demostraciones de violencias feminicidas, en razones de género. El último punto de este apartado está en que debemos tener la capacidad no sólo de revisar un expediente, realizar trabajo de campo y de redactar un dictamen, sino, actualmente, de realizar oralmente una presentación del mismo en el juicio oral. Esto implica una preparación anticipada con el ministerio público y luego un trabajo personal mental para exponer las ideas principales –sin un Power Point, sin apuntes, sin ponencia a la mano-; para responder las preguntas del abogado defensor, para conocer las pautas, silencios y espacios del ritual del juicio oral, para esperar horas y horas, incluso días en un pasillo encerradas mientras dura el juicio, hasta muy noche tal vez, y regresar al siguiente día. De sentir nervios cuando ya sólo vas quedando tú en ese pasillo para los peritos, de mirar al juez, a la jueza para explicar con firmeza y claridad: “su señoría, esta pericial identificó que en el caso de la muerte violenta de la menor estamos ante elementos de un feminicidio sexual sistémico desorganizado cometido por los dos imputados que se encuentran hoy en la sala, ya que los datos de campo, así como lo señalado por la testigo dan muestra de la violencia sexual”. Además, no debemos olvidar que nosotras también estamos como peritas en un sistema jurídico patriarcal que nos cuestiona por ser mujeres, y que muchas veces las preguntas de la defensa buscarán desacreditarnos por ser mujeres, no por el contenido de nuestro dictamen. Y con eso, también debemos aprender a lidiar.

  • “¿Doctora, trae zapatos para correr?”: la importancia de nuestra seguridad y el autocuidado

En la pericial realizada en julio y agosto del 2019, -defendida en enero del 2020- parte del trabajo de campo fue en uno de los mercados más grandes de San Cristóbal de las Casas. Acudimos el primer día una de las licenciadas del ministerio público que acompañaba el caso, dos agentes policías investigadores y yo. Los agentes nos dejaron tres cuadras antes del mercado, y sólo nosotras entramos. Se tenía el antecedente de que semanas atrás “locatarios” retuvieron y golpearon a dos policías ministeriales que entraron a realizar averiguaciones sobre ese mismo caso. Nosotras entramos, caminamos, observamos, hicimos el recorrido que las dos adolescentes debían haber hecho, y yo pregunté en algunos locales de venta de ropa algunas cuestiones. Salimos sin ningún contratiempo. Aparentemente. Al día siguiente, pasaron nuevamente por mí porque el día anterior no encontramos a la dueña de la tienda donde trabajaban las jóvenes, y era de interés para la pericial poder conversar con ella. Cuando íbamos en la camioneta, antes de bajarnos cuadras antes del mercado, vi debajo del asiento una bolsa con unos tenis, la cual me pidió la licenciada que se los pasara y me dijo: “¿y usted doctora, si trae zapatos para correr verdad? Porque me avisaron hace rato que nos identificaron ayer en el mercado y que si íbamos hoy que mejor nos anduviéramos con cuidado”. Mi primera reacción fue reírme y voltear a ver mis botas negras “de batalla”. Justo antes de ingresar al mercado la licenciada recibió otra llamada de “una su amiga” que vende ahí, para avisarle que no era seguro que entráramos, que ya nos habían visto ese día. Ese caso en particular giró en torno a narcomenudistas y en ese momento la policía ministerial estaba buscando a un cuarto implicado en los hechos de violencia feminicida. En la realización de este tipo de periciales, yo ahora entiendo dos puntos centrales, llamaré al primero de seguridad, y al segundo de autocuidado. La seguridad tiene que ver si con la integridad física de quienes lo realizamos, porque ya sea en una comunidad indígena, en un barrio o una colonia popular urbana donde hechos feminicidas han ocurrido, existen dos partes implicadas: los imputados y sus contextos; las víctimas y sus familiares. Las preguntas incomodan, hay miedo de hablar, hay miedo de contar, de ser identificado como un chismoso, o metiche. De exponerse a correr con la misma suerte. O se tocan intereses más profundos: mafias de narcomenudeo, de trata de personas, mafias de poder al interior de instituciones educativas, militares, laborales, entre otras. Entonces, cuando se acepta realizar un peritaje de este tipo, es importante considerar esos aspectos de seguridad, mencionarlos con el fiscal o la fiscal del ministerio público, con los policías ministeriales, con las familias. Establecer un sencillo protocolo de seguridad: que alguien sepa y verifique que hicimos campo y regresamos bien. Que sepan nuestros recorridos de antemano, que avisemos si hay algún cambio de última hora. Y la prudencia personal debe estar en todo momento activada, alerta, confiada en nuestra intuición. Con la consciencia plena de que seres queridos nos esperan y que estamos realizando un trabajo para mostrar esas violencias feminicidas que impidieron a niñas y mujeres regresar a sus casas.

El autocuidado. Además de voltear a ver mis botas negras, lo siguiente que me llegó a la mente fue mi entrenamiento de Lima Lama, en ese momento ya de dos años continuos, cinco veces a la semana, y mis rutinas de salir a correr. No importa el tipo de ejercicio que se realice, considero fundamental como punto de autocuidado mover el cuerpo, tener rutinas que nos permitan drenar energías de miedo, de impotencia, de frustración, de mucho dolor al ser testigas de esas muertes violentas. El ejercicio además nos pone en contacto con nuestras capacidades y al menos a mí, me ha enseñado que siempre puedo un poco más, y que a veces necesito en verdad parar. Creo que cualquier actividad física que realicemos nos brinda ese bienestar, esa confianza y es símbolo de autocuidado.

El acompañamiento terapeútico. Por qué solas no podemos muchas veces enfrentar nuestros demonios y los demonios con los que trabajamos. Porque es importante aprender a compartimentar, a que nuestro trabajo no nos invada, pero tampoco nos haga inmunes. Porque el horror de lo que vemos y sabemos sucede allá afuera puede paralizarnos, porque muchas veces he dicho que quiero construirle una torre como Rapunzel a mi hija, pero sé que, si hacemos eso, la violencia patriarcal machista gana. Porque no podemos dejar que esa violencia machista, patriarcal y feminicida nos controle el alma y nuestros actos. Por ello, el acompañamiento terapéutico es fundamental, así como el colectivo con otras personas que como nosotras realizan este trabajo. Porque a veces es tanta la furia que la única forma de sacarla es correr 10 km y vomitar. Cada caso es diferente, cada caso nos trastoca una pequeña parte de nosotras que tal vez no sabíamos que estaba ahí, cada caso nos permite replantear nuestro compromiso y cómo lo podemos asumir. Qué necesitamos. Yo no había aceptado trabajar con casos de niñas pequeñas porque inmediatamente me remitían esas imágenes a mi propia hija. Este enero entregamos una pericial sobre el femincidio infantil de una pequeñita de 5 años. La realización del dictamen fue anímicamente muy desgastante. Y para poder procesarlo se necesita el acompañamiento, de diversas formas. La forma que elijamos, la que mejor nos sostenga.

A finales del año pasado, dos periodistas publicaron una nota que cimbra por su contenido, y nos deja con un profundo respeto y reconocimiento a las personas que trabajan en la fiscalía de feminicidio de la Ciudad de México. El texto se llama “Mirar nuestra muerte: ser mujer perito en México”. Es de Wendy Selene Pérez y Paula Mónaco Felipe, publicada en la revista Gatopardo. Las periodistas inician su nota con las siguientes interrogantes: “¿Cómo logran observar el dolor y desentrañar las cifras?, ¿cómo tomar distancia sin perder empatía?, ¿qué hacer con la desigualdad laboral frente a sus pares hombres? y ¿qué hacer con el peligro latente de ser mujer en este oficio? Preguntas que encaran día con día, en unas condiciones de trabajo institucional realmente adversas, por decir lo menos. Recomiendo ampliamente que lean ese artículo. Sí, quienes realizamos este tipo de periciales “miramos nuestra muerte”, somos testigas del horror machista, patriarcal y misógino. Pero hay distintas arenas, y por ello mi reconocimiento profundo a quienes lo hacen día con día, cotidianamente, como el equipo que encabeza la licenciada Sayuri Herrera. Como académica de un centro público de investigación, tengo otras temáticas de investigación, otros espacios de diálogo que se abren en diversas direcciones, y eso también me nutre, me conecta con la vida, con el valor de nuestras vidas.

Finalmente, mantener nuestra humanidad. Este último peritaje lo realicé en conjunto con la antropológica Elizabeth Suárez, estudiante de la Maestría en Antropología Social del Colsan. Una joven comprometida y muy seria con su trabajo, con muy buena madera de antropóloga. Antes de regresar de San Cristóbal le agradecí a Elizabeth por su colaboración y trabajo, y ella me sorprendió con una frase: “Gracias por mostrarme que a un feminicida se le trata con humanidad”.

Estuvimos sentadas más de dos horas frente a ese hombre que violó y asfixio a la pequeñita. Él mismo admitió la comisión del delito. Al terminar la entrevista, ya cuando íbamos saliendo le pregunté si su familia había ido a visitarlo, y me despedí de él. Las palabras que me reflejó Elizabeth me llevaron a pensar inmediatamente en mi mamá. Yo observé de ella repetidos actos sencillos, casi imperceptibles por lo comunes que podrían resultarnos, con muchas personas. Ofrecer un vaso de agua al repartidor o al cartero en los días calurosos de verano; ofrecer un café caliente al velador en los días de invierno crudo. La vi dejar dinero envuelto en un “kleenex”, con su puño cerrado en el puño cerrado de otra mujer que, como ella, acudía a las sesiones de quimioterapia, pero a diferencia de ella, la condición de esas mujeres era menos favorable, y mi mamá sabía lo que una mujer con cáncer puede necesitar. La vi siendo humana, compasiva. Tal vez eso es lo que intento, tratar de no perder mi humanidad frente a esos feminicidas, aun a pesar de mirar las muertes que provocan. Y esto no es nada sencillo. Nada. Si esa pequeña fuera mi hija, si esa adolescente fuera mi hija, mi prima, mi amiga… fluyen en mi interior los actos de compasión y humanidad que me mostró mi mamá, y también esas consignas feministas volcadas en las calles: ¡Que arda todo¡ ¡Si tocan a una respondemos todas¡

Y ante la violencia feminicida que no para, necesitamos sin duda más antropólogas comprometidas, con energía y fortalecimiento en sus capacidades para que se sumen y responder ante la impunidad de tantas y tantas muertes violentas de niñas y mujeres. Necesitamos más humanas para humanizar un sistema que no deja de violentarnos. Por quienes ya no pueden decir su nombre, Nos necesitamos para mirar y denunciar sus muertes.

Bibliografía

“Código Nacional de Procedimientos Penales”, LXIV Cámara de diputados, H Congreso de la Unión. Disponible en http://www.diputados.gob.mx/LeyesBiblio/ref/cnpp.htm

Católicas por el Derecho a Decidir (2016), Guía metodológica para la elaboración de peritajes antropológicos, psicosociales y socioculturales en casos de feminicidio en México, Observatorio Nacional de Feminicidio, Fondo Canadá.

Diario Oficial de la Federación (2007) “Ley General de Acceso de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia”, México, 1 de febrero . Última reforma publicada DOF 02-04-2014. Cámara de Diputados del H. Congreso de la Unión.

Oficina Regional para América Central del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos (OACNUDH). (2014), Modelo de protocolo latinoamericano de investigación de las muertes violentas de mujeres por razones de género, Panamá, Oficina Regional para las Américas y el Caribe de la Entidad de las Naciones Unidas para la Igualdad de Género y el Empoderamiento de las Mujeres (ONU Mujeres) en el marco de la Campaña del Secretario General de las Naciones Unidas ÚNETE para poner fin a la violencia contra las mujeres.

Pérez Wendy Selene, Paula Mónaco Felipe (2020), “Mirar nuestra muerte: ser mujer perito en México”, ilustraciones de Jimena Estíbaliz, en Gatopardo, 28 de diciembre. https://gatopardo.com/reportajes/mirar-nuestra-muerte-ser-mujer-perito-en-mexico-un-dia-en-la-fiscalia-de-feminicidios/

Procuraduría General de Justicia. Despacho de la C. Procuradora. Gobierno del Estado de Chiapas. Acuerdo no. PGJE/009/2012 “Protocolo de Actuación en la Investigación del Delito de Feminicidio”, Chiapas, Poder Ejecutivo.

Poder Judicial del Estado de Chiapas, Código Penal del Estado de Chiapas (2018), Ultima Reforma P. O. 24- 01-2018. Disponible electrónicamente en: http://www.poderjudicialchiapas.gob.mx/forms/archivos/45d9codigo-penal-para-el-estado-de-chiapas%281%29.pdf [ fecha de Consulta: 29 de julio 2019]

Procuraduría General de la República (2015), Del Protocolo de Investigación ministerial, policial y pericial con perspectiva de género para el delito de feminicidio, México, Subprocuraduría de Derechos humanos, Prevención del Delito y Servicios a la Comunidad; Fiscalía Especializada para los delitos de violencia contra las mujeres y la trata de personas (Fevimtra).