Ángel Palerm, 1977, “Teorías sobre la evolución de Mesoamérica”, Nueva antropología # 7.

Betsabé Piña Morales

Maestría en Antropología Social, CIESAS Ciudad de México


La XV Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología celebrada en Guanajuato en 1977 tuvo como título “Los procesos de cambio en Mesoamérica y áreas circunvecinas”. Fue en este marco donde Ángel Palerm presentó el artículo que ahora reseño. En él, el antropólogo de origen español, elabora una amplia reflexión en torno al impacto de las teorías (como el difusionismo y el paralelismo) que abordan el desarrollo de las culturas y su influencia entre ellas. Los diferentes paradigmas, dentro de una sociedad en constante cambio, favorecen la explicación sobre los diferentes fenómenos culturales y su variabilidad.

Posteriormente, este trabajo se incorporó al volumen “Antropología y Marxismo”. El análisis de Palerm, sobre un México colonizado y las repercusiones globales, se entreteje con la historia, la arqueología y la etnología. Sobre el sustento marxista, la complejidad antropológica, tanto de su praxis política y científica, estudia las sociedades del pasado y del presente.

Las culturas han seguido un proceso autónomo de desarrollo. El impacto del evolucionismo facilitó la discusión, primero para definir un esquema a manera de escalada desde el comunismo primitivo, el esclavismo, el feudalismo y el capitalismo; pero prontamente, se debatió la creencia etnocéntrica de las etapas de desarrollo, las cuales no eran aplicables para todo el mundo, y dirigió su atención al estudio de las sociedades no occidentales, favoreciendo el uso intenso de las ideología marxistas, los modos de producción y las formaciones económicas. Veinte años antes, Palerm había participado con otros interlocutores (Wittfogel, Adams, Collier y Beals) en un simposio organizado por Steward en 1955 con una ponencia titulada “Las Civilizaciones Antiguas del Viejo y del Nuevo Mundo”, reflexionando sobre las implicaciones de la aplicación del concepto del modo asiático de producción a Mesoamérica y el Imperio incaico.

Los estudios mesoamericanos representaron la posibilidad de analizar la independencia del desarrollo cultural. De esta forma, los asentamientos prehispánicos permitían la comparación con otras civilizaciones del mundo y Palerm describe un modelo explicativo de desarrollo que integra la relación de la economía con la naturaleza, caracterizadas como sociedades agrarias complejas y preindustriales. Las condiciones ambientales, en diferentes escalas, favorecieron la creación de sistemas agrohídricos para favorecer la producción requerida para la población. Así, Palerm destacó que el desarrollo hidráulico implicó, por un lado, la división primaria y esencial del trabajo social entre las comunidades agricultoras, relacionadas directamente con un aparato tecno-administrativo ligado al mantenimiento de las obras públicas; y por otro lado, la división secundaria de diferentes especializaciones como tejedores, artesanos, etc. El sistema de organización integró el desarrollo militar y religioso de carácter monopolista y despótico el cual ejerció un dominio efectivo sobre las regiones periféricas. En este debate sobre el desarrollo, la configuración de la ciudad también puede ser cuestionada y enriquecida. Palerm señala que, a diferencia de las ciudades europeas, las mesoamericanas no eran meras aglomeraciones de población, ni las sedes donde se concentraba el poder político, comercial y religioso. En este sentido, la arqueología se enriqueció con un nuevo panorama, cada vez más lejos de su carácter descriptivo y secuencial.

A la llegada de los españoles, Tenochtitlán tenía 78 edificios, mencionados por Fray Bernardino de Sahagún, de los cuales algunos han sido identificados arqueológicamente. La traza de la ciudad estaba dividida en cuatro barrios y se extendía hacia la periferia por los sistemas de chinampas. Estas características nos ejemplifican lo que implicó el dominio del sistema lacustre, separando el agua dulce del agua salada en la cuenca de México, con el que convivían los habitantes. Con los estudios de Apenes, Piña Chan, Noguera, Palerm y Wolf se establecieron las secuencias cronológicas, y las interacciones entre el patrón de asentamiento y los sistemas agrícolas e hidráulicos de la cuenca de México. Estos estudios sentaron las bases para sistematizar el conocimiento sobre la organización de los pueblos nahuas en la cuenca de México; pero también se despertaron más incógnitas de las que se hicieron cargo nuevos investigadores. Así, se abordó la relación de las obras urbanas e ingenieriles; se identificaron los albarradones; se describió el manejo no sólo agrícola, sino también de otros productos especializados para la vida diaria, como la sal, y se describió el aprovechamiento de la diversidad de la fauna. En conjunto, se pudo observar que el desarrollo tecnológico potencializó el uso de los recursos y favoreció el dominio de la Triple Alianza, su poder traspasó las barreras de los pueblos nahuas. Como bien menciona Palerm, el conocimiento del pasado constituye aún un gran enigma, pero el abordaje marxista nos permite comprender la particularidad de su desarrollo basado en este modelo explicativo. Sin embargo, no dejaría de lado el estudio de la cosmovisión que permite comprender la relación de los habitantes con su entorno.

También hay que señalar que el proceso de desarrollo y particularidades de las culturas mesoamericanas señalan un enorme espacio geográfico que integraba a un gran número de afiliaciones étnicas. Además de la cuenca de México, podemos poner el ejemplo de otras culturas mesoamericanas como es la Mixteca Alta, región compuesta por un paisaje montañoso que favoreció diferentes sistemas de terrazas que fueron utilizados para uso agrícola, mediante un sistema de drenaje que favoreció la calidad del suelo. De acuerdo a los diferentes registros, estos sistemas podían abarcar desde la cima de los cerros hasta el fondo de los valles y llegar a medir hasta 4 km de largo[1]. Quiero señalar que estos sistemas pertenecen a sociedades-estado con una gran demanda demográfica, y bien podrían coincidir con el modelo de sociedad agrarias complejas que señala Palerm. Sin duda falta trabajar muchos esta región, en términos arqueológicos y antropológicos.

Este modelo explicativo, finalmente, subraya elementos de análisis desde la teoría y la práctica social, sin señalar un criterio absoluto de verdad, sino una relación dialéctica que favorece la comprensión de los procesos sociales. En este sentido, los modelos deben explicar la realidad y no al revés, que los fenómenos se adapten y ajusten a la teoría.

Este modelo no se agota aún, y no podemos dejar de enfatizar por un lado, la necesidad que Palerm bien señalaba sobre desmarcar las teorías que no nos permiten comprender la independencia cultural, ni justificar la delimitación de los territorios políticos, explotados y despojados. Hoy en día, y sobre todo por los hechos que acontecen, debemos seguir haciendo hincapié en no favorecer teorías racistas ni clasistas. Sin duda, las décadas anteriores estuvieron permeadas de la corriente crítica marxista, Palerm propone un panorama amplio y su sólida aplicación para los estudios del pasado comprendidos desde el presente.

  1. Uno de los trabajos que describen el sistemas de terrazas en la Mixteca Alta es el de Verónica Pérez (2006), titulado: Sociedades complejas y paisajes agrícolas: un estudio regional de asentamientos y terrazas en la Mixteca Alta, Oaxaca, México.