Magalí Marega y Cristina Vera Vega
Doctorado en Antropología Social, CIESAS Ciudad de México
Esta ponencia fue presentada por Palerm en 1973 en el Congreso Internacional de Americanistas en Ciudad de México, justo en el año que se fue nombrado Director del CIS- INAH, el actual CIESAS. En este texto se propone responder a la pregunta ¿es aplicable un modelo marxista para la formación colonial de México? Para responder a su interrogante, sigue un explícito recorrido narrativo, con fundamentos de carácter históricos, teórico-metodológicos y sus fundamentos políticos. Su análisis se focaliza en la construcción teórica del modo de producción capitalista y la importancia de la cuestión colonial para este modelo.
En primer lugar, ubica el contexto de producción en el que escribe este texto. Se ubica en diálogo con las producciones marxistas de la antropología del momento y, al tiempo que celebra la vuelta a Marx, critica la falta de profundidad teórica y rigurosidad metodológica. Su obra se posiciona en un contexto de crisis, tanto de la antropología como del marxismo oficial. Por lo tanto, uno de los objetivos de su ponencia, es explicitar (nuevamente) la necesidad recíproca entre ambos campos. Es necesario devolverle a la antropología la rigurosidad del método marxista, al tiempo que el marxismo necesita de la crítica antropológica, con evidencias históricas concretas para la elaboración de sus modelos analíticos. Esto solamente revela la vigencia y relevancia del pensamiento de Palerm para nuestro quehacer disciplinar y práctica política.
¿Pero cómo opera expositivamente Palerm? Primero, busca los argumentos para responder a su pregunta inicial, en el método marxista. Y luego lo hará, argumentando desde el modelo analítico propuesto por Marx para conceptualizar el modo de producción capitalista. A nuestro entender, esto pone en evidencia un objetivo pedagógico en el procedimiento expositivo al tiempo que responde a uno programático.
Palerm responde a su pregunta inicial, negativamente. Basado en el método, considera tres características que fundamentan la incongruencia o insostenibilidad de utilizar el modelo analítico del modo de producción capitalista a las formaciones coloniales.
Primero, porque el modo de producción, como lo definiera Marx en El capital, “es un instrumento analítico obtenido por medio de una abstracción. No es, de ninguna manera un modelo descriptivo de una sociedad concreta” (pag. 124). Es una abstracción de una formación social específica: la capitalista. Por lo tanto, utilizar un modelo analítico para una formación diferente, como la colonial, no tendría sustento teórico-metodológico.
Segundo, para revelar el modo de funcionamiento, los principios de su estructuración y las leyes de su desarrollo, Marx abstrajo el modo de producción capitalista, como el único de carácter universal, totalizador y autónomo en sí mismo. Las formaciones coloniales, que son las que interesan a Palerm en este texto, no aparecen en la construcción analítica de Marx para explicar el funcionamiento y estructuración interna del capitalismo, sino que apela a su recurso para explicar la génesis del modo de producción capitalista: el proceso de acumulación originaria. Allí Palerm puntualiza su lectura del método seguido por Marx. Lo que hace, sostiene, es exponer un proceso histórico abstracto, “deducido no directamente de la historia concreta, sino de las exigencias estructural-funcionales del capitalismo de su tiempo proyectadas hacia el pasado”. Y resalta Palerm, “Es probable que ésta sea la diferencia más aguda, aunque quizá no la más significativa, entre el método histórico formal y el que se usa en El capital” (pág. 128). Pero para utilizar este método histórico abstracto, necesita establecer relaciones genéticas entre otros modos de producción.
Esto lleva a Palerm a fundamentar que las formaciones coloniales tampoco podrían constituir un modo de producción como tal, ya que no pueden ubicarse en esquemas evolutivos independientes al capitalista, porque, si bien poseen características propias, pertenecen y se subordinan al modo de producción dominante. Palerm prefiere llamarlas, en todo caso, segmentos coloniales del sistema capitalista.
La tercera consideración para fundamentar su argumento, estrechamente vinculada con las anteriores, refiere a la diferenciación entre el método de investigación y la construcción del modelo analítico (o modo de exposición). El método marxista, que se basa en “apropiarse del material en detalle, analizar sus diversas formas de desarrollo, trazar sus conexiones internas” (pág. 130) de una formación social, tiene validez universal. En cambio, el modelo analítico elaborado aplicando tal método tiene validez limitada al modo de producción que se está analizando. Siguiendo el método, Marx no se ocupó de la importancia de las formaciones coloniales para el modo de producción capitalista. Podríamos citar otros escritos posteriores de Karl Marx y Friedrich Engels, editados en 1972 con el título “Materiales para la historia de América Latina” para disentir con Palerm esta vez; pero aquí el autor se refiere solamente al método desarrollado en El capital.
Dentro del modelo analítico marxista, fue Rosa Luxemburgo la primera en identificar la relevancia de las formaciones coloniales para el funcionamiento del capitalismo. En “La acumulación del capital” de 1913 propuso que la existencia de formaciones sociales no capitalistas (entre ellas, las coloniales) era una condición sine qua non para el desarrollo de la reproducción ampliada del capital, no sólo necesaria en su génesis. Además, advirtió la presencia del Estado, como mecanismo catalizador de la transición a partir del uso de la violencia. Estos son elementos que Palerm retomará para construir su modelo analítico del modo asiático de producción. Otros marxistas relevantes como Hilferding (1910), Bujarin (1915) y Lenin (1917), algunos en diálogo con Luxemburgo, no se enfocaron en reformular desde la teoría marxista la cuestión colonial.
Para Palerm durante el período comprendido entre la Primera y la Segunda Guerra Mundial, la parálisis teórica del marxismo europeo en relación con las colonias y los modos de producción no capitalistas, se profundizó. Palerm sostuvo que primaron posturas eurocéntricas, dirigidas más a “elaborar una estrategia política y no a reformular una cuestión teórica”. La praxis política desligada de la teoría provocó un marxismo estéril y despreocupado del debate colonial.
A pesar de su crítica al eurocentrismo de los pensadores arriba señalados, nos llama la atención la falta de referencia de Palerm a los aportes del marxismo latinoamericano, prolíficos durante el período de mutismo europeo. Carlos Mariátegui en 1928 publicó “Siete ensayos de interpretación de la realidad peruana” [https://www.marxists.org/espanol/mariateg/1928/7ensayos/index.htm]. Fue uno de los pioneros en introducir el método marxista a la realidad latinoamericana, analizándola desde su propia historicidad.
La relevancia, por un lado, de la antropología y la historia concreta para el análisis marxista y, por otro, de la rigurosidad del método marxista para la antropología, son sin duda, los grandes señalamientos, pedagógicos y programáticos, que realiza Palerm en esta ponencia. Entendemos que no resuelve un dilema central que posiciona en torno a la abstracción, es decir, acerca de la confusión entre los requisitos metodológicos del modelo y la realidad, entre la historia concreta y la historia abstracta. Sin embargo, constituye un debate, sumamente, vigente en nuestra presente historicidad. Refiere a los desafíos acerca de cómo abordar, desde la Antropología, la relación entre un todo y sus partes, entre lo particular y universal, entre lo local y global, las conexiones internas y respetar al mismo tiempo, el carácter dialéctico de la conformación de la realidad social.