Una lectura para quien no conoce a Palerm
Kellvin Aponte
Maestría en Antropología Social, CIESAS Ciudad de México
¿Quién era Ángel Palerm? ¿Un ingeniero, director de cine, dueño de un equipo de fútbol? Hace seis meses cualquiera de esas pudo haber sido mi respuesta. Pido disculpas por mi desconocimiento, pero quizá haber nacido en Venezuela y ser comunicador social, hizo que la antropología mexicana fuese un universo muy lejano para mí. Entonces para responder quién era Palerm, habría que googlear su nombre para al menos saber que fue un antropólogo; pero sin duda, esa respuesta sería bastante corta para dimensionar su figura.
Este miércoles 10 de junio se cumplen 40 años de su fallecimiento, y desde este seminario se ha abierto un espacio para conmemorarlo y leer algunas de sus obras ¿Pero acaso no estaría actuando con hipocresía al conmemorar a alguien que no conozco? Siento que sí, y como creo que debo ser honesto conmigo y con quien me lee, decidí indagar más sobre el autor. Entonces me encontré a un idealista revolucionario en su juventud, al miembro de un Comité de Milicias Antifascistas en la Guerra Civil española, a un exiliado político, historiador, etnólogo, antropólogo, mexicano naturalizado. Y así podría seguir la lista, pero el tiempo y el espacio es acotado.
Teniendo entonces una idea más elaborada sobre Palerm, puedo avanzar en la conmemoración. Del listado de obras que teníamos para elegir, y sin saber mucho más que el título, escogí “Factores históricos de la clase media en México” por algunas razones que compartiré más adelante.
En líneas generales, se trata de un texto de comentarios a un estudio que realizó Nathan Whetten sobre el surgimiento de la clase media en México. Así, antes de hablar sobre lo que nos presenta Palerm, es necesario saber a qué responde el autor e identificar dónde radica su crítica y el aporte que realiza.
Al hablar sobre clase media, Whetten señala que ésta había sido casi inexistente en México, pero presenta algunos factores que han influido en su lento desarrollo: primero la conquista española; luego los sistemas de encomienda y hacienda; el poderío de la iglesia; y finalmente las condiciones geográficas poco favorables del territorio mexicano. Todos esos factores que habrían impedido el surgimiento de la clase media son los que retoma Palerm para desarrollar su artículo.
Sin embargo, el texto de Whetten continúa para señalar que se estaría formando, en su tiempo, una clase media producto de la Revolución Mexicana, de la instalación de escuelas, la burocracia estatal, la industrialización y el comercio. Pero aunque hay mucho que podríamos cuestionar sobre eso, por razones de tiempo no lo comentaré; sin embargo, sí quiero subrayar la ligereza de Whetten al pasar de la llegada de los españoles, a la revolución mexicana y luego a las políticas del Estado a mediados del siglo XX, pretendiendo ilustrar un cuadro de más de 400 años sin la variedad de matices propios de un proceso histórico complejo.
Esto último es central en la respuesta de Palerm porque ahonda en los factores que menciona Whetten, pero además presenta otros elementos que forman parte del escenario de la época. Primero advierte que este autor pareciera mirar las sociedades prehispánicas como comunidades tribales dispersas, ignorando que también existían fuertes estructuras políticas. A diferencia de Whetten, Palerm señala que donde estaban esas estructuras sólidas se facilitó la conquista y donde prevalecía la “heterogeneidad tribal”, se hizo necesaria la colonización con exterminio de la población indígena. Todo lo contrario a lo que señala Whetten. Por otra parte, Palerm también contradice al autor respecto a los sistemas de Encomienda y Hacienda, pues mientras Whetten señala que esto fue un obstáculo para la clase media, Palerm señala que estos sistemas hicieron posible su aparición.
A partir de este punto Ángel Palerm elabora su propia tesis y abandona el texto de Whetten, porque tras mencionar la estructura sociopolítica prehispánica, amplía la mirada hacia España. Así nos presenta la evolución de la metrópoli, con el debilitamiento de la nobleza y la aparición de una clase media que luego se trasladaría a América. Y finalmente señala las políticas económicas del Imperio, que al ofrecer mayores libertades de comercio, favorecieron el asentamiento de esa clase.
Pero si siguiéramos a Whetten, saltaríamos directamente a la Revolución Mexicana, pasando por alto todo el siglo XIX, y este es algo que no hace Palerm. En su lugar señala otros elementos –como la crisis de independencia, la Reforma y el Porfiriato– los cuales deberían ser considerados para entender cómo se llega a la revolución y sus consecuencias.
En cuanto la independencia, sostiene que la clase media salió arruinada tras la guerra, pero a pesar ello, paradójicamente, esta clase social tuvo un papel relevante en el proceso de independencia. Una contradicción que no es de extrañar porque la historia está llena de “grupos que en el camino de su presunto agrandamiento encuentran la destrucción”; y esta destrucción se tradujo en una crisis económica.
En consecuencia, esta crisis obligó a buscar apoyo en la excluida población indígena, lo que creó las condiciones de un periodo muy semejante al sistema de encomiendas y hacienda. Esto es, indígenas despojados de sus tierras, viviendo en condiciones precarias, explotados y al servicio de unos pocos hacendados, lo que sería caldo de cultivo de la revolución mexicana. Y con esto último concluye Palerm.
La verdad pensaba que la lectura sería sobre la estratificación social mexicana a mediados del XX, que me hablaría sobre la fragilidad de la clase media en el sistema capitalista, o que me daría argumentos para sostener mi percepción de la clase media como una clase ilusoria, siempre tan aspiracional como endeble. Pero Palerm me llevó inesperadamente hacia otra dirección –y la sorpresa es el lugar común de quienes abrazan la incertidumbre. Al final me encontré con una lectura que se adentra en caminos de una historia remota y al hacerlo, de alguna manera, me termina hablando de una clase media frágil, siempre entre el auge y su desaparición, entre la cumbre y el precipicio.
Es un texto que, a mi parecer, muestra más su vocación de etnólogo e historiador que de antropólogo, también muestra su amplitud analítica para abordar temas desde lugares poco explorados, así como la valoración hacia sus pares expresando sus desacuerdos siempre desde el respeto.
Por falta de tiempo, quizá mis reflexiones en torno los factores históricos de la clase media en México hayan sido insuficientes, pero la lectura de esta obra y las otras que se presentan en esta jornada, sin duda me permitirían ofrecer una mejor respuesta si alguien, en algún momento, me llegase a preguntar ¿quién era Ángel Palerm?