Acompañamiento en la búsqueda de las raíces de la diáspora japonesa en México

Shinji Hirai[1]
CIESAS Noreste

Introducción

¿Por qué vinieron a México nuestros ancestros japoneses? ¿Cómo eran cuando vivían en Japón? ¿Por qué no podemos hablar el idioma japonés ni sabemos mucho de la cultura japonesa ni los lugares de origen de nuestros ancestros? Éstas fueron algunas de varias preguntas que me habían hecho los mexicanos con ascendencia japonesa a quienes conocí durante más de 10 años que llevo en Monterrey. Debido a mi condición de ser migrante japonés, bilingüe y experto en los estudios de la migración internacional, era natural que los descendientes de los japoneses que habían migrado a México hace más de 100 años, me hubieran hecho estas preguntas y me hubieran traído los documentos relacionados con sus padres, abuelos o bisabuelos, escritos en japonés, para aclarar la inquietud que ellos habían tenido acerca de la presencia de los japoneses en su sangre y en sus historias familiares.

Aunque la historia de la migración japonesa a México antes de la Segunda Guerra Mundial no era mi tema de investigación que propuse en mis primeros años en el CIESAS,[2] fines de semana me encargaba de revisar y traducir una serie de documentos de sus ancestros japoneses (pasaportes, registros, cartas en japonés, etc.) que habían resguardado algunos descendientes en sus hogares; también buscaba en las publicaciones académicas sobre la migración japonesa en México los nombres de sus ancestros, En una ocasión consulté y fotografié los registros de japoneses que salieron a México a principios del siglo XX cuando me encontraba de vacaciones en Japón En otra ocasión, me tocó asesorar a un mexicano, recién jubilado, que quería investigar la historia de vida de su padre y la de su tío como parte de su trabajo final del “Diplomado en teoría y práctica en Antropología Social” que impartimos en la Unidad Noreste. En el Subprograma de Becas de Tesis Externas del CIESAS trabajé con un joven, (quinta generación) quien quería buscar más información de su tatarabuelo que había migrado a la región carbonífera de Coahuila en 1904 y documentar el proceso de integración de los japoneses y sus descendientes a la sociedad mexicana en Nuevo León.[3] Asimismo, me tocó colaborar con un mexicano de tercera generación y su hijo de cuarta generación durante su viaje a Japón y, coordinar de manera remota, la actividad de la búsqueda de sus raíces cuando ellos se encontraban en la tierra natal de su ancestro japonés que había migrado a México en 1906 y había formado parte de la comunidad japonesa en Altar, Sonora.

Algunos avances que habíamos logrado tener a través de este tipo de acompañamiento en los descendientes en mi tiempo libre, generaron las expectativas entre más familias mexicanas de origen japonés en Nuevo León, y consideré pertinente proponer un proyecto de investigación colaborativa con la Asociación México Japonesa del Noreste, A.C., para que yo pudiera dedicar más tiempo a la colaboración con la comunidad de descendientes de japoneses y atender a más personas y familias. Así surgió en agosto de 2015 el proyecto comunitario titulado “Conservación, investigación y transmisión de las memorias de la inmigración japonesa en el noreste de México”, un proyecto que los participantes denominan con cariño “Programa Raíces”.

Historia de la inmigración japonesa en México.

En este año estamos celebrando el 125 aniversario de la migración japonesa a México que inició en 1897 con la llegada de 34 japoneses al Soconusco, Chiapas (Ogino, 2017: 81-95; Ota Mishima, 1982, Toda, 2012: 92-97). Después de la llegada de este pequeño grupo de japoneses, hubo una segunda oleada, mucho más grande que el primer flujo de japoneses. Entre 1900 y 1907, llegaron más de 10,000 japoneses (Ota Mishima, 1982: 28),[4] principalmente a través de la gestión de tres compañías japonesas de emigración que se encargaban de reclutar a los japoneses en distintas regiones rurales, desde Okinawa hasta el noreste del país, realizar trámites ante el gobierno japonés, transportarlos a México y colocarlos en los siguientes destinos: las minas de carbón en Las Esperanzas en el municipio de Múzquiz, Coahuila; la plantación de caña de azúcar llamada “La Oaxaqueña” en Minatitlán, Veracrúz; las minas de cobre “El Boleo”, Baja California Sur; la mina de oro, conocida como Black Mountain en Sonora; y la construcción de las vías en el tramo que conectaba Manzanillo con Guadalajara (Ogino, 2017: 149-166; Ota Mishima, 1982; 51-57; Toda, 2012: 164-228). Aunque el plazo de contrato que tenían estos numerosos braceros japoneses era de unos 3 años, muchos japoneses no lo cumplieron, ya que desertaron de los primeros lugares de trabajo debido a las condiciones laborales extremadamente severas (Ogino, 2017: 156-, 157, 159, 163,Toda, 2012: 174-188, 199-219) y porque desde principio para muchos japoneses el objetivo de venir a México estaba relacionado con el deseo de cruzar la frontera a Estados Unidos (Ogino, 2017: 158; Ota Mishima, 1982: 57-58 ; Toda, 2012: 229-251).

Durante la Revolución Mexicana, los japoneses que se establecieron en el norte de México quedaron desempleados o los que habían abierto o iniciado pequeños comercios con sus ahorros fueron víctimas de saqueo (Ogino, 2017: 261-270, 272-277). También había japoneses que participaron en la Revolución como soldados (Hernández Galindo, 2016; Ogino, 2017: 255-277; Toda, 2012: 270-272, 277-286; Ota Mishima, 1982: 58-61). Por ejemplo, para Francisco I. Madero, trabajaban tres japoneses: Kingo Nonaka como médico militar; Asajiro Tanaka como guardaespalda, Saichiro Nishiyama como subordinado directo (Muray, 2017: 31, 32, 90, 91, 105; Ogino, 2017: 261, 268-271; Toda, 2012: 261, 268-271). Otro flujo importante de japonesas durante la Revolución era de los profesionistas de salud pública entre 1917 y 1928. Ante la suspensión de profesionales de salud pública, debido a la Revolución, el gobierno mexicano estableció un convenio con Japón para traer a los pasantes de medicina, veterinaria, odontología, farmaceútica y parteros, quienes necesitaban hacer prácticas profesionales (Ota Mishima, 1982: 66-67).

En las décadas de 1920 y 1930, llegaron alrededor de 3,000 japoneses a través de una modalidad llamada yobiyose, en la cual los japoneses que ya se encontraban en el país les proporcionaban las cartas de invitación a sus parientes, amigos y nuevos empleados de sus negocios en México (Ota Mishima, 1982: 67-73). Durante estas dos décadas también migraron a México varias mujeres japonesas como esposas de los japoneses ya bien establecidos en el país (Ota Mishima, 1982: 73). Esta práctica de matrimonio a distacia se llamaba shashin kekkon (literalmente significa “fotografía-matrimonio”, ya que seleccionaban a sus parejas a través del intercambio de cartas y fotografías. Con la llegada de las esposas japonesas a México, se estableció una dinámica familiar y de reproducción cultural, distinta a numerosas familias formadas en diferentes partes de México por el matrimonio entre varones japoneses y mujeres mexicanas.[5]

La conformación de la familia era una de las rutas de integración de los japoneses a la sociedad mexicana. Sobre todo, en los casos de los japoneses que se casaron con las mujeres mexicanas, el matrimonio y el nacimiento de hijos eran acontecimientos que fomentaban enormemente para construir y fortalecer los lazos sociales con la población mexicana y participar en la vida social en las localidades de destino a través de la iglesia católica. El trabajo era otra ruta de integración a la sociedad mexicana, ya que los trabajos que tenían los japoneses, tales como mineros, soldados, dueños de abarrotes, empleados domésticos, cantineros, cocineros, dueños de molinos de nixtamal, etc., implicaban la interacción cotidiana con la población mexicana.[6]

Cabe destacar que, en las décadas de 1920 y 1930, los japoneses se encontraban viviendo en distintos estados de la República, desde Baja California hasta Chiapas, constituyendo 50 agrupaciones japonesas (Toda, 2012: 368-377). Estas diversas comunidades japonesas no estaban aisladas; al contrario, los japoneses de distintos estados estaban conectados a través de la publicación y distribución de los periódicos publicados en japonés en México[7] y los directorios de japoneses en México.[8] De manera paralela a este proceso de integración a la sociedad mexicana,  la construcción y desarrollo de las comunidades japonesas y sus redes, los mantenían fuertes vínculos con Japón a través de las visitas al país de origen, el envío de remesas, la importación de productos de Japón, la llegada de otros japoneses, la celebración de eventos para manifestar el sentido de pertenecía al imperio japonés y la lealtad al emperador.

Festejo de cumpleaños del Emperador Showa en 1934 en Monterrey.

 Fotografía resguardada en la Asociación México Japonesa del Noreste, A.C.


La deácada de 1940 fue extremadamente difícil para la población japonesa en México, debido a que su país de origen se convirtió en el enemigo de México por la guerra que se inició entre Estados Unidos y Japón en diciembre de 1941. Una de las medidas que el gobierno mexicano tomó fue reubicar a la población japonesa que se encontraba en las fronteras y en las costas, hacia el interior del país, principalmente al Distrito Federal y a Guadalajara. Particularmente, el noroeste de México fue la región en la que se realizó con prioridad esta migración forzada de los japoneses en los primeros meses de 1942 (97-98; Toda, 2012b: 25-33, 40-58). Otras medidas aplicadas a los japoneses fueron la anulación de las solicitudes de naturalización, la prohibición de reuniones entre japoneses y el congelamiento de sus bienes (Toda, 2012b: 15-25). Además de la discriminación que fomentaron los medios de comunicación en contra de los japoneses y Japón durante la guerra Estas medidas de exclusión social de los ciudadanos de los países del Eje, suspendieron las actividades comunitarias de los japoneses en la provincia y dañaron severamente las raíces que los japoneses habían echado en diferentes partes de México. Asimismo, durante la guerra las diversas prácticas sociales y económicas que mantenían vínculos con Japón se suspendieron. Esta doble ruptura de los lazos dejó un enorme impacto tanto en las vidas de los migrantes japoneses como en sus familias y sus comunidades étnicas en México.

Cuatro ejes de actividades del proyecto

El “Programa Raíces” comenzó con un curso intensivo de la historia general de la inmigración japonesa en México. El recorrido histórico de la migración japonesa que acabo de hacer en las páginas anteriores, es lo que yo compartía con los descendientes que participaron en el proyecto comunitario. Los objetivos del curso eran 1) tener un panorama general de la migración japonesa y el desarrollo de las comunidades japonesas en México; 2) poder situar la historia de vida del ancestro japonés y la historia familiar en los contextos de Japón y de México y en la geopolítica entre estos dos países y Estados Unidos desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la década de 1950; 3) generar la línea de tiempo de la historia de vida del migrante japonés y la genealogía familiar como dos insumos del curso que servirían más adelante para realizar la investigación por parte de cada participante como proyecto personal o familiar.

Entre spetiembte de 2015 y abril de 2016, impartí la primera edición presencial del curso intensivo a 16 descendientes de 9 familias. Hasta la fecha he impartido tres ediciones presenciales del curso en Monterrey, una edición presencial en Saltillo y en San Luis Potosí y tres ediciones en línea. En total he atendido más de 200 descendientes.

Carteles del curso intensivo

La razón por la cual sigo replicando esta actividad de docencia como primer eje del proyecto comunitario, es que el curso realmente ha funcionado bien como una actividad de capacitación. Esto descubrí cuando mi exalumna Dahil Melgar (autora de otro artículo) visitó Monterrey en mayo de 2016 para realizar entrevistas con algunos descendientes que habían tomado el curso y generar un material audiovisual como un proyecto del Museo Nacional de las Culturas donde trabajaba ella. Le había comentado que no tuviera tanta expectativa de lo que podrían contar estos descendientes que aceptaron las entrevistas, ya que según ellos no sabían mucho de las historias de vida de sus ancestros japoneses. Pero lo sorprendente fue que cada uno de los entrevistados habló mucho de su ancestro japonés y los motivos por los cuales buscaban sus raíces, e incluso un descendiente de tercera generación que sabía muy poco de su abuelo, habló con la entrevistadora durante una hora y media. ¿Cómo que no sabían mucho y no había mucho que contar? Con base en las grabaciones de estas entrevistas, Dahil elaboró un cortometraje documental titulado “Raíces: Descendientes de los japoneses en el noreste de México”[9] y lo presentó un año después. A partir del estreno de esta obra, los participantes comenzaron a denominar como “Programa Raíces” el proyecto comunitario que tenía un título académico largo.

Una vez que terminaba el curso intensivo, cada egresado realizaba la investigación de acuerdo a su ritmo. Este segundo eje del proyecto comunitario consistía en las siguientes actividades: 1) recabar la información del ancestro japonés a través del uso de algunas bases electrónicas (Ancestry.com y Family Reseach); 2)la búsqueda de fotos, documentos, cartas, diario u objetos relacionados con Japón en su hogar y en las casas de sus parientes; 3) la realización de entrevistas con sus parientes quienes convivieron más tiempo con su ancestro; y 4) la visita a algunos sitios importantes para reconstruir la trayectoria migratoria del migrante japonés. A mí me tocaba ser traductor e intérprete japonés-español y buscar la información de los ancestros de los participantes en las publicaciones en japonés.

De manera paralela a la investigación, los participantes realizaban las actividades de conservación como tercer eje del proyecto comunitario, digitalizando el acervo familiar encontrado y realizando la grabación de entrevistas con los familiares. El cuarto eje de actividades del proyecto era la transmisión de las memorias con base en los resultados de la investigación que ha realizado cada uno de los participantes. Lo que había recomendado ampliamente a los participantes del proyecto fue aprovechar las reuniones familiares que tenían en diferentes temporadas del año para contar a sus familiares lo que habían investigado hasta entonces, no solo para la transmisión de las memorias de sus ancestros japoneses, sino también para motivar a otros miembros de familia a colaborar en las actividades de investigación y conservación de las historias familiares y de esta manera ir generando sus propias redes de colaboradores de sus investigaciones.

Crecimiento y expansión del proyecto

Hasta mayo de 2018 se habían realizado varias actividades del proyecto comunitario con pocos recursos económicos. El proyecto requirió unos 6,000 pesos durante 2 años y 10 meses básicamente para realizar el pago de suscripción de Ancestry.com, comprar un disco duro externo y cubrir los gastos de traslado para las reuniones. Después de la primera edición del curso intensivo, se realizó la segunda edición del curso presencial en Monterrey, un taller de conservación y digitalización de fotografías familiares, la búsqueda y digitalización de documentos, fotos, cartas relacionados con varios migrantes japoneses, trabajo de campo principalmente en Nuevo León.

Sin embargo, al considerar los avances y límites en las investigaciones de los participantes, ya que solo se desarrollaron en Nuevo León, tuvimos el interés de replicar los cursos, talleres, conferencias y trabajo de campo en otros estados e incluso en Japón, por lo que se consideró buscar financiamiento externo para el crecimiento del proyecto. En septiembre de 2017 se envió un proyecto más detallado a la  Fundación Toyota para solicitar financiamiento del Research Grant Program 2017. El proyecto se tituló“Exploring New Values for Society”. En el primer intento se logró bajar un fondo bastante generoso, y así comenzamos una etapa nueva del proyecto en mayo de 2018.

Gracias a este fondo, se impartieron la tercera edición presencial del curso intensivo de “La historia de la inmigración japonesa en México en Monterrey” , una edición presencial en San Luis Potosí y en Saltillo, respectivamente, y dos ediciones en línea en 2020 durante la pandemia de COVID-19, así como varias sesiones del seminario del proyecto dirigidas a los egresados de las distintas ediciones del curso intensivo. Asimismo, realicé varias visitas, con los miembros de la Asociación México Japonesa del Noreste, a Villa de Las Esperanzas y Palaú en el municipio de Múzquis, y Piedras Negras, Coahuila, para conocer a los descendientes de los migrantes japoneses en la región carbonífera y la historia regional y comunitaria e impartir conferencias y talleres sobre la investigación y conservación de las memorias de los inmigrantes japoneses.

En verano de 2019 hice un viaje a Japón con 8 descendientes y 3 asistentes del proyecto para organizar un simposio, en el cual se presentaron los resultados de las investigaciones que habían realizado los descendientes y un prototipo del museo virtual de la historia de la inmigración japonesa en la región noreste de México,[10]  y para hacer trabajo de campo en los lugares de origen de sus ancestros en las prefecturas de Okinawa, Fukuoka, Yamaguchi, Mie, Gifu y Toyama. Visitar las tierras ancestrales era el sueño de los que habían tomado el curso conmigo y habían dedicado varios años a la búsqueda de sus raíces y un gran reto a la vez. Sin embargo, antes del viaje no se garantizaba nada en cuanto a qué era lo que podrían encontrar en los lugares de origen de sus ancestros a pesar de haber hecho todo lo posible para hallar más pistas de sus localidades de origen y sus parientes de Japón. Cada descendiente tuvo dos noches y tres días como mínimo para realizar las actividades en las regiones de origen y a cada uno se le asignó un integrante del proyecto o un colaborador local bilingüe japonés-español con la excepción de un descendiente  de 4ta generación que podría comunicarse en ingles con su tía japonesa. También se gestionaron los apoyos de los medios de comunicación y el gobierno local en algunos casos para facilitar la búsqueda de los registros y la realización de encuentros con los parientes japoneses.

A pesar de que recuperar los lazos con los lugares de origen ancestral no era el objetivo académico del trabajo de campo, lo cierto es que los descendientes, quienes fueron conmigo a Japón, se habían enfrentado con los límites de sus investigaciones realizadas en México y necesitaban abrir nuevos caminos de la búsqueda de sus raíces a través de la interacción directa con las tierras natales de sus ancestros japoneses. El resultado de estas visitas fue sorprendente: tres descendientes pudieron conocer a sus parientes japoneses, una descendiente pudo conseguir el registro de su bisabuelo y convivir con los habitantes de la localidad de origen de su ancestro, dos pudieron convivir con sus parientes japoneses, e incluso participar en los festivales locales en las tierras natales de sus ancestros, y uno pudo aprender la historia regional y visitar la tumba familiar en la tierra natal de su tío y su padre.

Sin embargo, lo más sorprendente fue el impacto de este viaje tanto en sus narrativas como en sus actitudes. Después del viaje, varios participantes comentaban que los que fueron a Japón deberían ser ejemplos para los demás descendientes que quieren buscar sus raíces y transmitir sus experiencias de investigación y de viaje a Japón, ya que estaban conscientes de haber logrado algo trascendental dentro de sus familias y la comunidad de descendientes, reestableciendo los lazos que se habían perdido durante décadas con sus parientes japoneses y con los lugares de origen. En el caso de tres jóvenes participantes, se notaban la mejora de su autoestima y el liderazgo que comenzaron a mostrar en las actividades colectivas de diferentes agrupaciones de origen japonés en México.11]

Por su parte, las experiencias del trabajo de campo en Japón nos sirvió para discutir sobre el método de la búsqueda de las raíces y el modelo de viaje a Japón para realizar el trabajo de campo y (re)encuentro familiar en las regiones rurales. Entre julio y octubre de 2020 organizamos un webinar a través de Zoom, para reanudar las actividades del proyecto que se habían suspendido desde el inicio de la pandemia de COVID-19, y para compartir las experiencias de algunos descendientes que obtuvieron resultados favorables en cuanto al encuentro familiar.[12]

El uso de las tecnologías de información y comunicación digital (TICs) no sólo nos sirvió para reanudar las actividades del proyecto comunitario durante la pandemia, sino también para ampliar sustancialmente el público al cual se dirige el proyecto comunitario. A finales de julio de 2020 se lanzó la convocatoria de la primera edición virtual del curso intensivo sobre la historia general de la inmigración japonesa en México y se inscribieron más de 120 personas. Los solicitantes no solo eran los descendientes que radicaban en la región noreste, sino también de diversos estados de la República, e incluso había mexicanas de origen japonés en Estados Unidos y en Europa y peruanos de origen japonés. Asimismo, en la primera convocatoria recibimos solicitudes por parte del personal académico y estudiantes de varias instituciones educativas, por lo cual para la segunda edición virtual se abrieron espacios para que, tanto las personas con ascendencia japonesa como el público académico sin ascendencia pudieran inscribirse. Entre enero y marzo de 2022 se impartió la tercera edición virtual del curso intensivo con apoyo del fondo de la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional (JICA) en el marco del Programa de Educación Continua y de Distancia del CIESAS. Estos cursos intensivos que se ofrecieron de manera virtual tuvieron alrededor de 250 participantes, de los cuales eran más de 200 mexicanos de origen japonés, algunos descendientes de nacionalidad peruana, argentina y cubana y 45 estudiantes y personal académicos sin ascendencia japonesa.

Tomando en cuenta que el público interesado en este proyecto comunitario también se encuentra fuera del noreste de México, recibí la solicitud de replicar algunas actividades en otros estados y en otros países, el “Programa Raíces” se ha reformulado desde hace un año. Ahora el proyecto cuenta con varios coordinadores regionales, quienes fueron participantes de diferentes ediciones del curso intensivo, que buscan fomentar la investigación, conservación y transmisión de las memorias de la inmigración japonesa en sus comunidades descendientes en Mexicali, Ensenada, San Luis Potosí, Coahuila, Nuevo León, Chihuahua, Ciudad de México, Veracruz y Oaxaca.


Bibliografía

Hirai, Shinji (2015), “Migración y fronteras en la geopolítica imperialista: los japoneses y la frontera norte de México en las primeras dos décadas del siglo XX”, en Alberto Hernández y Amalia E. Campos Delgado (coords.), Líneas, límites y colindancias: mirada a las fronteras desde América Latina, Tijuana, El COLEF/CIESAS.

Hernández Galino, Sergio (2016), “Japoneses que participaron en la revolución mexicana”, en Descubre a los Nikkei http://www.discovernikkei.org/es/journal/2016/11/7/revolucion-mexicana/ (Consultado el 21 de noviembre de 2022).

Muray, Kenichi-Benito (2017), Crónicas de los pioneros japoneses de México (Versión reimpresa con la traducción en español), Ciudad de México, Alfonso Muray.

Ogino, Shozo (2017), Cinco centurias a través del mar. Historia del Intercambio Mexicano Japonés,  México, Fundación Kasuga.

Ota Mishima, María Elena (1982), Siete migraciones japonesas en México, 1890-1978, México, D.F, El Colegio de México.

Toda, Makoto (2012a), Historia de las relaciones mexicano-japonesas (Traducción del Nichiboku Koryushi), Ciudad de México, Artes Gráficas Panorama.

Toda, Makoto (2012b), Historia de las relaciones mexicano-japonesas (Traducción del Nichiboku Koryushi), tomo II, Ciudad de México, Artes Gráficas Panorama.

[1] shinjihirai@ciesas.edu.mx

[2] Uno de los temas de investigación en mis primeros años en el CIESAS con relación a Japón, eran las experiencias del proceso de adaptación de los expatriados japoneses a la sociedad mexicana.

[3] Cuauhtli Mora Hernández, autor del artículo titulado “Migración japonesa en el noreste México: experiencias de hacer estudios etnográficos en mi comunidad nikkei en Monterrey”, fue ese tesista.

[4] Según el cuadro 6 que presenta Ota Mishima (1982: 28), la suma del número de japoneses que salieron a México entre 1900 y 1907 es 10,957 personas. Por su parte, en otros libros de la historia de la migración japonesa en México, el número de japoneses que llegaron a través de tres compañías japoneses era alrededor de 7,300 (Ogino, 2021: 153) o alrededor de 8,700 (Toda, 2012: 165).

[5] La inmensa mayoría de los japoneses que llegaron a México entre 1900 y 1907 eran varones, por lo cual el matrimonio mixto o internacional entre japoneses y mujeres mexicanas eran numéricamente mayoritaria que los casos de matrimonio entre japoneses.

[6] En los directorios de japoneses publicados en 1930, 1932 y 1935 se presentan los anuncios de los negocios que tenían los japoneses en diferentes estados. Estos anuncios comerciales son un material valioso para conocer las actividades económicas a las que se dedicaban los japoneses.

[7] En Museo de la Inmigración Japonesa a México “AKANE”, ubicado en el sur de la Ciudad de México, están resguardados varios ejemplares de los periódicos publicados en japonés en México. También se puede consultar algunos periódicos publicados en México en “Hoji Shinbun Doigital Collection” del Hoover Institute de la Universidad Stanford. https://hojishinbun.hoover.org

[8] Antes del inicio de la Guerra de Pacífico entre Japón y Estados Unidos en 1941, fueron publicados los directorios de japoneses en 1930, 1932 y 1935.

[9] “Raíces. Descendientes de japoneses en el noreste de México” (Dahil Melgar, 2017) en el canal de Youtube de Museo Nacional de las Culturas del Mundo, INAH: https://www.youtube.com/watch?v=ZrLIOztgRqk&t=28s

  La versión subtitulada en japonés de este documental se puede consultar en la sala de exhibición permanente del Museo de la Migración Japonesa al Exterior (JICA. Yokohama) a partir de abril de 2022.

[10] www.raices-jpmx.com

[11] Un ejemplo del impacto positivo del viaje a Japón en la autoestima es el caso de Cuauhtli Mora Hernández, autor del uno de los ensayos. La presentación detallada de su experiencia de viaje se presenta en el canal del proyecto en Youtube: https://www.youtube.com/watch?v=DcoRYnFkS3E&t=2156s

[12] Las grabaciones de las sesiones del webinar se pueden consultar en el siguiente canal del proyecto en Youtube: https://www.youtube.com/channel/UCx8Ope4JPMojiPhDsDyV3Vw/videos