Pedro Bracamonte y Sosa
CIESAS Peninsular
La investigación antropológica y etnohistórica en la región de la Huasteca fue el centro de la vida académica y profesional de Jesús Ruvalcaba en el Centro de Investigaciones y Estudios Superiores en Antropología Social, en la ciudad de México. Lo conocí hace unos 25 años, cuando un grupo de investigadores tratábamos de iniciar un proyecto relativo a la península de Yucatán y a los mayas de esta región. Teníamos, para bien, el excelente trabajo de los investigadores que en el CIESAS estudiaban la Huasteca con una combinación de análisis histórico y antropológico, y vinculando a estudiantes a esos campos del conocimiento y a esa gran zona y compleja realidad regional. Estudiantes que compartían no sólo el aula sino los trabajos de campo y de archivo. Con la singular alegría de su seriedad, Jesús tenía como principio fundamental el respeto a jóvenes y compañeros de trabajo independientemente de sus categorías o funciones laborales. Ese respeto, como valor ético, lo tradujo en una larga preocupación y actividad en el cultivo del comportamiento de la ética en los ámbitos de las relaciones sociales y académicas en nuestra institución: la última conferencia que le escuché, por ejemplo, se refirió al total cuidado que debemos tener para evitar cualquier descuido respecto del plagio, voluntario e involuntario (este último de dudosa factura).
El claustro del Posgrado en Historia del CIESAS, desde su fundación, se nutrió con la participación del doctor Ruvalcaba, y también formó parte de su Colegio Académico. Muy activo, especialmente en los coloquios de avances de tesis de los alumnos, ofreciendo sus opiniones sinceras y acuciosas. Además de una excelente amistad tuve la oportunidad de trabajar junto con Jesús y un equipo de académicos en el diseño, aplicación y análisis de un muestreo estadístico dirigido a jefes de familia hablantes de una lengua originaria en tres regiones de México en 2011: península de Yucatán, Oaxaca y la Huasteca. Las labores de coordinación de campo y de análisis fueron dirigidas en la tercera zona precisamente por el doctor Ruvalcaba. No sorprendió que fue en ella en la que se encontraron los promedios de ingreso más bajos, lo que ayuda a entender los elevados niveles de violencia. Por último, recuerdo que a mediados del año pasado ofrecí un avance de capítulo dedicado a los Caribes, una nación a la que, desde 1504, al enfrentar a los conquistadores hispanos, y al ser tachados de comedores de carne humana, la Corona española permitió esclavizar. La cuestión a debate era, en este caso, dilucidar si se trataba de un asunto de ritual o de simple dieta. Para mi buena suerte recibí no sólo la opinión del doctor Ruvalcaba, sino que me envió un artículo suyo sobre ese tema dedicado a la Nueva España. Sin duda tal orientación me permitió dar un giro al enfoque de mi escrito, con la debida cita, para que conste. Y le llamé para agradecerle su contribución, y platicar de asuntos de la vida académica, la política y variados temas, como hacíamos con cierta frecuencia.