Eréndira Martínez Almonte
Maestra en Antropología Social CIESAS-Ciudad de México
La minería es una forma de acumulación, para algunos, y de despojo, para todos los demás […] Vetas de oro, minas de plata: desde hace siglos o quizá milenios se despojan tierras y se apropian territorios y se desplaza a poblaciones enteras para extraer mineralizaciones, como si cualquier cosa fuera extraíble y toda persona desplazable (Luiselli, 2020: 130).
Entre el 2005 y el 2010 el gobierno federal concesionó cerca de 20 mil hectáreas del territorio de la Montaña y de la Costa de Guerrero. Esto ha traído graves afectaciones para las y los pobladores; el tejido social, económico, natural y cultural se ha ido desgarrando poco a poco. La llegada de las grandes transnacionales, acompañadas de grupos paramilitares, dividen comunidades e impactan en la soberanía alimentaria de los pueblos; pues para estas grandes empresas lo importante es extraer riquezas y generar dinero. Valeria Luiselli, en su texto Agua Negra, se pregunta: “¿Qué es lo que mueve a los hombres a excavar y seguir excavando, en otras minas…? ¿qué los mueve a quitarle la corteza a la superficie de la tierra, arrancarle la sobrecarga natural…?” (2020: 129).
La búsqueda y extracción de metales preciosos en el llamado “Cinturón de Oro”, en la Montaña y la Costa de Guerrero, mantiene constante la presencia de las mineras ‒canadienses, británicas, chinas y norteamericanas‒ las cuales, bajo el amparo de los gobiernos locales, estatales y federales, tienen permitido explorar y explotar estos territorios, durante al menos otros 50 años. Es en este contexto de despojo, violencia y extractivismo que José Luis Matías Alonso ‒cineasta indígena originario de Chilapa de Álvarez, Guerrero‒ nos presenta su documental El mineral o la vida (2015).
En este cortometraje, el cofundador del colectivo Ojo de Tigre. Comunicación Comunitaria, nos da una pequeña muestra de la organización popular de los pueblos nahuas (náhuatl), me’phaa (tlapanecos), tu’un savi (mixtecos) y ñomdaa (amuzgos), contra la destrucción ambiental, el extractivismo, la violencia institucional, el despojo territorial y el crimen organizado. A lo largo de 35 minutos, Matías Alonso nos permite escuchar una polifonía de voces que demandan justicia, en su búsqueda por recuperar un territorio que han habitado desde hace siglos, y que actualmente es concesionado por el Estado mexicano y explotado por empresas extranjeras, enriqueciendo sólo a unos cuantos personajes.
Este trabajo audiovisual fue parte de la campaña A corazón abierto defendamos nuestra madre tierra contra la minería,[1] por lo que el mensaje del director es claro, y puede apreciarse en diversas lenguas al inicio del documental. La cámara nos muestra un bello atardecer, acompañado del sonido de una melancólica guitarra. Poco a poco escuchamos a los representantes de varias comunidades que han sido afectadas por estas concesiones mineras. Observamos las asambleas, en las que, en un trabajo junto a varios investigadores y asesores legales, se les manifiesta a las y los habitantes las implicaciones ambientales, sociales y económicas ‒a corto, mediano y largo plazo‒ que trae consigo la explotación minera del territorio.
Así mismo, a través del lente de Matías Alonso, vemos cómo es que pese a que Guerrero es actualmente el segundo estado del territorio mexicano de donde más oro se extrae, los pueblos no cuentan con los servicios básicos de conectividad, comunicación, educación y salud. A lo largo de este trabajo se nos muestran imágenes que nos permiten dimensionar la brecha que existe entre quienes explotan la tierra y quienes pierden su derecho a la vida, vemos las marcadas desigualdades entre la riqueza externa y la pobreza de las comunidades, entre oro y muerte.
Este llamado «Cinturón de Oro», actualmente es una de las regiones más prometedoras para la explotación minera. Pues, tal como han señalado diversos especialistas, el costo de producción de oro por onza, en la región es uno de los más bajos de todo el mundo. El promedio de producción a nivel global es de 600 dólares, en contraste a los 325 dólares que ofrece México (Anderson, 2014). Matías Alonso expone cómo existe una presencia-ausencia del Estado, ya que, por un lado, concesiona y permite la incursión de inversión extranjera en los territorios indígenas, campesinos y afrodescendientes; mientras se muestra ausente ante las demandas y necesidades de las comunidades, y ni siquiera es capaz de brindar seguridad a sus habitantes.
No obstante, toda esta extracción e inversión, no se traduce en mejoras económicas para las y los habitantes de los pueblos aledaños a los enclaves mineros. Las carreteras, caminos, y pistas de aterrizaje se construyen con la finalidad de que sean usados por funcionarios, especialistas en minería e inversionistas. Pues, tal como señala Rita Segato, estos procesos están ligados a propuestas de desarrollo económico y a visiones de la naturaleza que reproducen y exacerban desigualdades (Segato, 2011 en Ulloa, 2016). Esto mientras cientos de familias son reubicadas, ya sea por la operación de las empresas mineras o por el constante acoso de grupos delictivos.
Ante estos hechos podemos constatar que, tal como ha señalado la organización CENSAT Agua viva:
Los impactos del extractivismo son una forma de violencia, pues si no tenemos estos bienes comunes disponibles, nos vemos obligadas a salir de los territorios […] El avance de las industrias extractivas es una invasión a los territorios y a los cuerpos, un saqueo de las tradiciones culturales y destrucción de las formas de vida que afectan de manera diferenciada a las mujeres, quienes, por ser en su mayoría gestoras principales del hogar, se ven obligadas a cambiar sus lógicas de vida para sobrevivir y proteger a su familia, a sus pueblos. (CENSAT Agua Viva-Amigos de la Tierra Colombia, 2016, en Ulloa, 2016: 131-133)
Es así que, tal como denuncian los diversos actores llevados a cuadro por Matías Alonso, su constante lucha contra estas transnacionales termina por desgastarlos, lo que retrasa los procesos de organización autónoma. Además, también se genera división al interior de las comunidades, mediante promesas y dádivas económicas a aquellos que se muestren simpatizantes de estos proyectos mineros. Así mismo, las detenciones arbitrarias, la fabricación de pruebas contra varios líderes o lideresas, la criminalización de las movilizaciones y posterior represión son mostradas de forma explícita en el trabajo de José Luis Matías. Por otro lado, y aún más lamentable se señala el acoso, desapariciones, asesinatos y violencia constante contra activistas y personas defensoras del territorio, acciones que se recrudecen no sólo en Guerrero, sino en todo el país.
Ejidatarios, comisionados de bienes comunales, coordinadores de las policías comunitarias, comuneros, comuneras, madres y defensoras del territorio denuncian cómo es que las concesiones fueron otorgadas sin la previa consulta a los pueblos. ¿El mineral o la vida? Las imágenes mostradas por José Luis Matías Alonso llegan a ser desoladoras, los paisajes agrestes, territorios devastados por la minería depredadora, que poco a poco ha mermado la vegetación y la fauna de la montaña; el sonido en over de un violín toca una melodía taciturna, mezclada con los sonidos de la tierra que es excavada y removida.
Matías Alonso también nos permite escuchar las voces de las mujeres, esas que luchan por el territorio de sus ancestras, el cual será heredado a sus descendientes. En este tenor, recupero nuevamente las reflexiones de Valeria Luiselli, pues tal como señala, en estos contextos pareciera que las mujeres e infancias indígenas son menos que los canarios de los mineros, enjaulados dentro de las montañas para medir el cambio del aire puro en gas venenoso, “somos esas montañas profanadas, rasgadas, violadas y explotadas. Los cuerpos de las mujeres indígenas somos víctimas de una guerra que ha tenido lugar durante todos estos siglos.” (2020)
Los rastros del extractivismo y de la explotación se sienten en los cuerpos, las infancias enferman, las mujeres pierden a sus bebés dentro de su vientre, no hay niñez ni maternidad digna que se pueda vivir junto a las mineras. Así lo muestra el director, a través de varios testimonios de las luchas indígenas de otras latitudes. El cianuro y el mercurio atraviesan los cuerpos de habitantes de Honduras, Guatemala, Chile y Perú, los enferman, contaminan sus ríos, tierras, cultivos, animales y se acaba la vida.
Así mismo, echando mano de algunos recursos de animación, el documental muestra un poco sobre la historia del extractivismo de la región. Entre 1993 y 2012 se han otorgado 43 675 concesiones, lo que se traduce en 95 765 800 hectáreas de territorio explotado, equivalentes a 420 toneladas de oro, o sea 552 mil millones de pesos, de eso poco o nada ha beneficiado a las comunidades y sus habitantes. La organización de la Red Mexicana de Afectados por la minería estima que en los primeros 10 años de este siglo se ha sacado más oro que en los 300 años que duró el dominio español.
Ante este panorama, el comunicado de la campaña A corazón abierto… interpela directamente a los sujetos que arbitrariamente han tomado decisiones sobre un territorio que no habitan, que no conocen y que no aman: “¿Quién les dio permiso de explotar y negociar con lo nuestro? ¿Quién les dio permiso de secar nuestros ríos? ¿Quién les dio permiso de desgarrar nuestro pueblo? ¿Quién les dio permiso de sembrar muerte y cosechar oro?” (Comunicado A corazón abierto, 2011)
Tal como se describe en el informe realizado por la organización Tlachinollan, para la comunidad me´paah de San Miguel del Progreso, «esta acción arbitraria del gobierno federal no sólo representó una amenaza inminente, sino una gran ofensa y una gran traición, porque no sólo los ignoraron y los despreciaron, sino que, por encima de su dignidad como pueblos, se empeñaron en destruir su vida, despojándolos de sus territorios sagrados.» (Tlachinollan, 2016)
En el documental se muestran las grandes diferencias en las concepciones que se tienen sobre el progreso, por un lado, la mirada expuesta desde los poderes hegemónicos y, por el otro, la visión comunitaria y popular; así nos acercamos al entendimiento de la importancia del territorio mismo, pues por un lado para los pueblos la tierra es una madre dadora de vida, mientras que para las grandes transnacionales es sólo una mercancía.
Las oposiciones existentes entre ambas formas de ver el mundo llevaron a varios de los pueblos afectados por el extractivismo minero a acercarse a las leyes nacionales e internacionales ‒Ley Agraria, Convenio 169 de la OIT y la Declaración de la ONU sobre los pueblos indígenas, originarios y tribales‒. Fue así que a través de los recursos del derecho positivo buscaron ampararse ante el despojo e injusticias que estaban viviendo. Tal como da cuenta Matías Alonso, después de un largo proceso legal, de la organización comunitaria y varias movilizaciones, el pueblo me´paah de San Miguel del Progreso logró frenar la concesión “Corazón de tinieblas” y “Reducción Norte de Corazón de las Tinieblas” de la empresa Hochschild.
De esta manera es que la comunidad fue notificada el 9 de octubre de 2015 del dictamen de fecha 5 de octubre de 2015: las concesiones que motivaron la organización de la comunidad y la presentación de recursos jurídicos habían sido canceladas (Tlachinollan, 2016). Si bien esta fue una gran victoria y un importante precedente para que los pueblos indígenas puedan hacer frente al despojo de su territorio aún queda mucho terreno por ganar.
Hace unos días, la polémica gobernadora de Guerrero Evelyn Salgado Pineda, enfatizó la importancia de la minería para la entidad, por lo que anunció el fortalecimiento del Consejo de Minería estatal, del cual indicó que: “debe ser una instancia de diálogo y coordinación permanente entre los empresarios mineros y el gobierno del estado[2], que sirva para impulsar las acciones conjuntas a favor tanto de las empresas como de las comunidades”.[3] Estas declaraciones dejan en claro que las decisiones serán tomadas desde las cúpulas de poder, en “beneficio para empresas y comunidades”, es así que, nuevamente se dispondrá de los territorios sin la inclusión de los pueblos.
Tal como se denuncia tanto en el documental, como en el informe de Tlachinollan, los gobiernos siempre han “tratado a los pueblos originarios como entes sin derecho, como extranjeros dentro de su propio territorio, como personas subdesarrolladas que necesitan de la presencia de los supuestos agentes del desarrollo para expoliar su vida y su patrimonio.” (Tlachinollan, 2016) Las disputas, por la vida y el territorio continúan, por lo que es importante escuchar las voces de las personas afectadas por estas decisiones y actividades económicas, pues de acuerdo con la Secretaría del Medio Ambiente, al menos hasta 2019 había aproximadamente 650 conflictos socioambientales ocasionados por el extractivismo. De esta manera es que también existe una urgencia por visibilizar estos conflictos, lo cual ha logrado hacer de manera asertiva, las y los cineastas de comunidades indígenas, y en este caso José Luis Matías Alonso con su documental El mineral o la vida, el cual se encuentra disponible en la plataforma de Filminlatino.
Disfruta El mineral o la vida, en: https://www.filminlatino.mx/corto/el-mineral-o-la-vida
Sobre el director
José Luis Matías Alonso cineasta indígena originario de Chilapa de Álvarez, Guerrero. Cursó diplomado en la Escuela Internacional de Cine y Televisión en San Antonio de los Baños, Cuba; talleres de realización cinematográfica en el Centro Nacional de Video Indígena – Oaxaca del Instituto Nacional Indigenista (INI), cofundador del colectivo Ojo de Tigre/Comunicación Comunitaria; miembro de Documentalistas Mexicanos en Red (DOC-RED), miembro de la Coordinadora Latinoamericana de Cine y Comunicación de los Pueblos indígenas (CLACPI). Actualmente es Director General de la Muestra de Cine y Video Indígena “Voces, Rostros y Sonidos de Nuestra Tierra” que se realiza desde el año 2017 en el estado de Guerrero. Sus documentales han sido mostrados y han obtenido premios y menciones honoríficas en diferentes festivales de cine en México, América Latina y Europa.[4]
Bibliografía
Anderson, Bárbara (2014), “El ‘oro orgánico’ de Guerrero”, en Milenio, 21 de octubre, consultado en: https://www.milenio.com/opinion/barbara-anderson/nada-personal-solo-negocios/el-oro-organico-de-guerrero
https://www.forbes.com.mx/cndh-condena-asesinato-de-defensor-de-bosques-en-guerrero/
Badillo, Diego (2021), «Comunidades dispersas resisten al extractivismo voraz: Carlos Lavore», en El Economista, 10 de octubre, consultado en: https://www.eleconomista.com.mx/politica/Comunidades-dispersas-resisten-a-extractivismo-voraz-Carlos-Lavore-20211010-0001.html
Campos Ochoa, Armando y Miguel A. Mijangos Leal (2021), «Las batallas incansables del Ejido de Carrizalillo», en Red mexicana de Afectados por la Minería, 21 de junio. Consultado en: http://www.remamx.org/2021/10/las-batallas-incansables-del-ejido-de-carrizalillo-guerrero/
Comunicado de la Campaña A Corazón abierto defendamos nuestra madre tierra contra la minería (31 de marzo de 2011). Consultado en: https://enlacezapatista.ezln.org.mx/2011/03/31/campana-a-corazon-abierto-defendamos-nuestra-madre-tierra-en-contra-de-la-mineria/
Luiselli, Valeria (2020), Agua Negra (fragmento del ensayo sonoro «Echoes form the Borderlands»), en Gabriela Jáuregui, Tsunami 2, Ediciones Sexto Piso, México.
Marie Paley, Dawn (2020), «Plantón contra minera canadiense cumple tres meses en Guerrero», en La Jornada, 12 de diciembre de 2020. Consultado en: http://www.remamx.org/2020/12/planton-contra-minera-canadiense-cumple-tres-meses-en-guerrero/
Mercado, Florencia (2014), «La pareja de la minería y el crimen organizado en Guerrero», en Desinformémonos, 30 de octubre de 2014, consultado en: https://desinformemonos.org/la-pareja-de-la-mineria-y-el-crimen-organizado-en-guerrero/
Nava, Manuel (2021), «Las minas: otros vertederos diabólicos», en Siempre!, 28 de octubre de 2021, consultado en: http://www.siempre.mx/2021/10/las-minas-otros-veneros-diabolicos/
Tlachinollan. Centro de derechos humanos de la montaña, Heinrich Böll Stiftung (2016), Júba Wajiín. Una batalla a cielo abierto en la montaña de Guerrero por la defensa territorial y la vida, Tlapa de Comonfort, Guerrero.
Ulloa, Astrid (2016), «Feminismos territoriales en América Latina: defensa de la vida frente a los extractivismos», en Nómadas, núm. 45, octubre, Universidad Central, Colombia.
- Esta campaña inició en 2010, con el objetivo de informar a las comunidades sobre los efectos de la minería, así como en la apelación al derecho a la consulta contenido en el Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), la violación que implica la concesión de sus territorios sin su consentimiento y, sobre todo, la necesidad de defender el territorio legal y legítimamente. ↑
- Las negritas son mías. ↑
- https://guerrero.quadratin.com.mx/reprocha-convencion-minera-que-gobierno-desaliente-inversion-del-sector/ ↑
-
https://www.filminlatino.mx/director/jose-luis-matias-alonso ↑