Covid-19 y una estrategia de salud pública para el México rural e indígena

Inés Cortés Campos
Cátedras Conacyt – ciesas Peninsular


Las regiones rurales e indígenas de México se han encontrado históricamente en los márgenes de la salud pública, y para ellas encarar la pandemia por Covid-19 está representando un desafío particular.

Como resultado del modelo de desarrollo que ha predominado en el país, las principales acciones en salud pública se han focalizado estructuralmente en las zonas con mayor dinámica económica y concentración poblacional, como las ciudades, los puertos y los enclaves industriales, quedando relegadas las regiones más apartadas y menos pobladas. Es un modelo heredado del Porfiriato –época en la que la economía guiaba la agenda de la salud pública–, que los gobiernos del México moderno mantuvieron con pocas modificaciones hasta tiempos recientes.

En las regiones rurales del país, las localidades más pequeñas carecen de clínicas y hospitales, y se encuentran a menudo mal comunicadas y alejadas de los principales núcleos poblacionales, por lo que en ellas el acceso a la salud pública es una complicada faena. Para llegar al establecimiento de salud más cercano, miles de mexicanos deben recorrer kilómetros a pie o a bordo de algún transporte particular (bicicleta, motocicleta, automóvil en el mejor de los escenarios, e incluso animales de carga), o bien, mediante el caro y poco frecuente transporte público, transitando por caminos muchas veces en malas condiciones.

Al llegar al establecimiento de salud se encuentran con grandes inconvenientes y carencias, tales como: ser atendidos exclusivamente por pasantes de medicina en servicio social, horarios restringidos, la imposibilidad para atender urgencias, cirugías y partos; la falta de tecnologías de diagnóstico para realizar, por ejemplo, pruebas sanguíneas, ultrasonidos o rayos X. Por su parte, algunas poblaciones son atendidas por unidades médicas móviles que, sin embargo, sólo las visitan una o dos veces al mes. Esta es la realidad que enfrenta el 23 por ciento de la población mexicana, y éste es el panorama con el que el Covid-19 está tocando a sus puertas.

Sin embargo, como parte de este precario esquema, existe un sistema poco conocido y valorado –y en algunos casos, menospreciado– que integra el último eslabón de la salud pública en el país, pero que presenta una serie de atributos que bien pueden ser de especial utilidad para afrontar los impactos del Covid-19 en el México rural e indígena: el sistema de auxiliares de salud.

Creado en la década de 1940 en el seno de la Secretaría de Salubridad y Asistencia y del Instituto Nacional Indigenista, en sus orígenes este sistema buscaba enfrentar las altas tasas de mortalidad y morbilidad presentes en las zonas rurales e indígenas del país, especialmente asociadas al parto y a las enfermedades infecciosas transmisibles. El sistema se sustentaba en la labor de jóvenes, indígenas en su mayoría, principalmente mujeres –aunque no de manera exclusiva–, hablantes de lenguas originarias y del español, a quienes se les capacitaba en temas básicos de salud, como la realización de curaciones, vacunación,  manejo de algunos medicamentos de circulación libre, técnicas de higiene y desinfección, y el papel de la transmisión bacterial o viral de las enfermedades; a ellos se les encargaba la atención a la salud en las poblaciones de las que eran originarios y en las que residían habitualmente; de su labor de traductores dependía, en muchos casos, la atención de los servicios médicos itinerantes.

Se les denominó de diferentes maneras: enfermeras visitadoras, promotores sanitarios y auxiliares de salud, entre otras. Con ellos se buscaba brindar servicios elementales de medicina curativa y preventiva a las poblaciones rurales e indígenas, pero sobre todo se pretendía resarcir problemas que dificultaban el acceso a la salud pública en ellas, como la escasez de profesionales de la salud, su poca disposición para laborar en el medio rural y su escaso manejo de las lenguas indígenas. Ante todo, se aseguraba que el costo de los servicios fuera reducido, pues la labor de este personal fue diseñada para operar, en gran medida, en forma voluntaria. Desde sus inicios, los criterios de selección apuntaban a un perfil muy claro: personas guiadas por el “espíritu de servicio a la comunidad”.[1]Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas, Biblioteca Juan Rulfo, Fondo Documental, Expediente: 31.008, “Informe de la exploración preliminar … Continue reading

Por años, este sistema se mantuvo en gran parte del país, y en la década de 2010 todavía permanecía en algunos estados, donde los auxiliares de salud –ya ligados a la Secretaría de Salud– continuaban brindando el mismo esquema de servicios médicos elementales que antaño, con la misma base: personas originarias de las poblaciones, principalmente indígenas, capacitadas en conocimientos médicos básicos, a cuya labor se han añadido tareas propias de la transición epidemiológica del país, como la atención a la diabetes y la hipertensión, y otras nuevas, como la prevención de enfermedades estacionales (en especial, la influenza) y emergentes (chikungunya y zika).

La labor de los auxiliares de salud posee atributos que los convierte en componente clave de la salud pública en las regiones rurales e indígenas de México: su conocimiento sobre las dinámicas familiares y comunitarias les permite comprender como éstas influyen en la atención y la enfermedad; su dominio de las lenguas indígenas y del español facilita la interacción entre la población originaria y las instituciones de salud; su conocimiento del pensamiento tradicional y de la medicina científica posibilita su coexistencia en el ámbito local, y hace posible el fomento a la segunda sin menoscabo de la primera; y la legitimidad y reconocimiento que suelen tener, los posiciona en sus comunidades como sujetos de gran autoridad en temas de salud. [2]En el proyecto de investigación “Intermediarios indígenas de la salud pública. Auxiliares de salud en el oriente de Yucatán, 1940-2018” … Continue reading

Sin perder de vista que la tarea de los auxiliares constituye apenas una precaria vía para acceder a la salud pública, sería provechoso fincar en su labor una parte de la estrategia de atención a Covid-19 en las poblaciones indígenas y rurales del país. Una forma podría ser empleándolos en sus propias comunidades como primer frente de atención y prevención en varios sentidos. Podrían encabezar el autocuidado dirigido para la recuperación en casa de los enfermos de poca gravedad, instruyendo a las familias sobre técnicas de aislamiento en el hogar, terapéuticas sencillas y el manejo de medicamentos de circulación libre, partiendo para ello de las indicaciones precisas del sector salud.

También serían de mucha ayuda para informar a la población sobre métodos para prevenir los contagios, como el lavado frecuente de manos, la higiene en general y la ventilación de la vivienda, temas cuya promoción se encuentra entre sus principales fortalezas desde hace décadas. Asimismo, dado que sus labores incluyen el seguimiento a embarazadas y enfermos de hipertensión y diabetes, podrían ayudar a implementar medidas especiales de protección y cuidados para las personas en esa situación, por su alta vulnerabilidad a Covid-19. Otro aspecto en el que los auxiliares de salud serían de mucha ayuda consiste en el flujo de información, en dos direcciones: por una parte, manteniendo a la población enterada del semáforo de riesgos y de otras disposiciones gubernamentales en materia de salud, y por otra, alimentando la estadística epidemiológica estatal, dada la cobertura intensiva que establecen sobre un territorio reducido.

Evidentemente, para todo esto se requeriría primero capacitarlos, dotarlos de instrumentos sencillos para el monitoreo de la enfermedad (como termómetros, esfigmomanómetros, glucómetros y oxímetros), proporcionarles medicamentos que distribuyan entre las familias para la atención de enfermos leves, y desde luego, equipo para su protección personal.

En concordancia con estas ideas, la conferencia de prensa del informe diario sobre Coronavirus Covid-19 en México, del pasado 17 de julio, anunció el “Modelo de intervención local en salud comunitaria”, planteando la imperativa de abordar desde un componente comunitario la problemática de las poblaciones rurales e indígenas. Es necesario que este modelo contemple la integración de los auxiliares de salud –y no su exclusión, como ocurre en Yucatán, donde desde 2018 se prescindió de sus servicios, sin reincorporarlos durante la pandemia–, pues la pertinencia y eficacia de su labor ha quedado sobradamente demostrada a lo largo de la historia y, sin lugar a dudas, sería un valioso apoyo para encarar la contingencia sanitaria actual.  


[1] Instituto Nacional para los Pueblos Indígenas, Biblioteca Juan Rulfo, Fondo Documental (1958), Expediente: 31.008, “Informe de la exploración preliminar del área de trabajo del proyecto maya”, f.: 70.

[2] En el proyecto de investigación “Intermediarios indígenas de la salud pública. Auxiliares de salud en el oriente de Yucatán, 1940-2018” (Conacyt-ciesas) analizo en profundidad éstas y otras características del sistema.

Referencias[+]