Jeaqueline Flores Alvarez[1]
Investigadora independiente

Hombre abatido por el alcohol en el centro de San Andrés Cholula. 2022. Fotografía de la autora
Resumen
A partir de una investigación etnográfica en la zona de la cabecera municipal de San Andrés Cholula, Puebla realizada durante el período 2019-2023, se analizan las desigualdades estructurales que modelan las prácticas de alcoholización, las posibilidades de tratamiento y rehabilitación del alcoholismo en México, con perspectiva de clase y género. Mediante entrevistas y observación participante, se documentan los costos, requisitos y características de los principales anexos y centros de rehabilitación para el alcoholismo que existen en el país. Asimismo, como parte de las posibilidades de rehabilitación, se problematiza la noción del consumo excesivo de alcohol como prerrogativa masculina, así como la negación e invisibilización del alcoholismo femenino.
Palabras Clave: alcoholismo, anexo, rehabilitación, enfermedad, Alcohólicos Anónimos
Introducción
El presente artículo se deriva de mi tesis doctoral “Así es la tradición”: Masculinidades, consumo de alcohol y violencia de género en San Andrés Cholula, un trabajo etnográfico apoyado en cuatro años de trabajo de campo (2019-2023) en la zona de la cabecera municipal cuya metodología de recopilación de información fue la observación, observación participante, las charlas informales y las entrevistas semi estructuradas con residentes de la localidad, miembros de Alcohólicos Anónimos (AA) y Grupos de Familia Al-Anon. En dicha investigación, evidencio los vínculos del sistema religioso de cargos y el compadrazgo con el intercambio de alcohol como indicadores de fraternidad y masculinidad. Asimismo, indago en la relación entre consumo de alcohol y violencias, incluida la violencia de género.
En la cabecera municipal de San Andrés Cholula, también conocida como “zona tradicional”, el consumo excesivo de alcohol entre los hombres es un acto valorado y de honorabilidad, ligado a la religiosidad popular y la construcción de la masculinidad, que justifica desórdenes públicos y violencias. Por medio de mi investigación doy cuenta de que, rara vez el abuso del consumo de alcohol se considera un problema, y cuando esto sucede, se abren un par de opciones para los hombres locales que buscan rehabilitarse: jurar ante la Virgen y ante Dios mediante un ritual católico, cambiarse de religión o alinearse a un grupo de Alcohólicos Anónimos (AA) y, con ello, apartarse de las fiestas y borracheras del sistema religioso de cargos. Por último, otra opción es ser recluido en un centro de rehabilitación o anexo. Este último tema es el que desarrollo en este artículo, reparando en el sesgo de clase y género de los centros de rehabilitación no solo en el área local sino en todo México.
Alcohólicos Anónimos (AA) y la enfermedad del alcoholismo
El alcoholismo como enfermedad se define como “un trastorno que tiene una causa biológica primaria y una evolución natural previsible, lo que se ajusta a las definiciones aceptadas de cualquier enfermedad” (OMS, 1994: 16). En el reconocimiento y promoción masivo del alcoholismo como enfermedad progresiva, incurable y mortal, Alcohólicos Anónimos ha jugado un papel central (Jellinek, 1960). Pese a que existen críticas al modelo explicativo del alcoholismo como padecimiento incurable que reclaman “una comprensión políticamente más desafiante del alcoholismo destructivo” (Singer y Baer 1995: 305, mi traducción), este paradigma bajo el auspicio de AA goza de gran aceptación para entender y tratar la problemática. Así, por ejemplo, algunas investigaciones con enfoque histórico estructural apuntan que la alcoholización masiva es el resultado de las desigualdades sociales, de la exposición a grandes cantidades de alcohol y de las formas normativas de beber impuestas por los grupos de poder (Anderson, 2007; Menéndez, 2020; Mitchell, 2004).
¿Cuál es la razón por la que alguien va a un centro de rehabilitación para alcoholismo? Con base en lo observado, esta necesidad de cambio se debe a que el bebedor ya ha “tocado fondo”, lo que significa que su consumo excesivo y continuo de alcohol le ha provocado daños severos en términos de salud, trabajo, familia y relaciones sociales. De acuerdo con lo planteado por AA, el alcohólico debe “tocar fondo” para darse cuenta de la gravedad de su enfermedad y a partir de ahí, encaminarse hacia la recuperación. La recuperación, según AA, depende totalmente de la abstinencia. Una vez que el alcohólico acepta y comprende la naturaleza de su mal, retirarse de los círculos sociales que promueven el alcoholismo resulta primordial en su búsqueda de recuperación. En el imaginario popular, caer, recaer, se asocia también con la visión crística de la vía dolorosa o camino hacia la cruz que es bien aceptada y practicada en San Andrés Cholula. Como señala Menéndez (2020), el sistema de relaciones sociales alcoholizadas y el ambiente intoxicado en el que se desenvuelve contribuyen a que el “rehabilitado” pronto recaiga en el alcohol. Para que exista un alcohólico, se necesita una persona o sociedad “codependiente”, entendido esto como una enfermedad mental que dificulta el proceso terapéutico del alcohólico, debido a que sus acciones y desigualdades estructurales apoyan u obstaculizan la recuperación del drogodependiente (OMS, 1994; Vacca, 1999). Eventualmente, son los familiares, amigos o pareja del bebedor quienes proporcionan apoyo al caído cuando lo ven muy mal. En esta búsqueda de soluciones al alcoholismo, los anexos se avistan como una opción para tratar el problema.
Los anexos en México. El lujo de la rehabilitación
Los anexos son lugares de internamiento para personas con problemas de dependencia alcohólica o de drogas en donde se promueve la abstinencia y se llevan a cabo dinámicas, terapias y reuniones enfocadas en la rehabilitación y reintegración social de los pacientes. Existen anexos a puerta abierta donde la estancia no tiene restricciones y las personas en recuperación pueden salir libremente, y anexos a puerta cerrada, en donde el interno se mantiene aislado y debe cumplir con un período de tiempo determinado antes de poder salir. En estos últimos, en caso de que la familia decida sacarlos del tratamiento antes del tiempo reglamentado, a veces se les cobra una penalización. En México, los anexos o centros de rehabilitación aparecen durante la década de los ochenta, con la finalidad de fomentar en los adictos “principios morales de autocontrol y abstención, que frecuentemente supone el uso de castigos psíquicos, pero también físicos” (Menéndez, 2020: 126-27). Actualmente hay clínicas y centros de rehabilitación, así como anexos de AA en todos los estados del país. Algunos lugares siguen una disciplina rígida y son conocidos porque maltratan a los usuarios, e incluso se les acusa de ejercer violencia física y psicológica, en tanto otros son conocidos como centros “light” en donde el interno permanece por voluntad propia y se evita el uso de la intimidación y la violencia (Marín et al., 2013).
En cuanto a los anexos o centros de rehabilitación a puerta cerrada, son generalmente los familiares quienes intervienen directamente, pagando a una institución para que cuide, vigile y brinde tratamiento al alcohólico y/o drogadicto. El anexar a un adicto generalmente es un acuerdo familiar, con el que se supone que el alcohólico debe estar de acuerdo y tener la voluntad de rehabilitarse. Pero las cosas no siempre suceden así, ya que muchas veces existe la negativa de parte del alcohólico a reconocer que su patrón de consumo representa un problema personal, familiar y social. Ante esto, la familia se ve obligada a recluir de manera forzada a su familiar con el fin de ayudarse y ayudarlo. Por ello, algunos anexos cuentan con servicio de traslado, en el que ellos mismos se encargan de ir por el alcohólico hasta su domicilio y llevárselo en contra de su voluntad.
Otras familias, orilladas por situaciones de violencia extrema, llaman directamente a la policía y les solicitan que los lleven al anexo. Varios de los anexos disponibles para las clases populares se crean por miembros de AA, quienes se encargan de planificar los métodos, las dinámicas y actividades dentro del centro de rehabilitación de acuerdo con su entendimiento del programa de AA y a partir de sus recursos económicos. Algunos de estos centros se apoyan con psicólogos y médicos que apoyan en los tratamientos y terapias, otros no. El tiempo de rehabilitación en un anexo fluctúa entre uno, tres y seis meses, dependiendo de los lineamientos del centro, de la voluntad del alcohólico de permanecer encerrado y de las posibilidades de la familia que paga semanal o mensualmente por los servicios de desintoxicación, atención y terapia.
¿Quiénes pueden ingresar a un anexo? Los anexos ineludiblemente tienen un sesgo de género y clase. En los anexos de clases trabajadoras, al igual que en los grupos tradicionales de AA y los de 24 horas, la mayoría de los asistentes son hombres. En estos lugares los costos fluctúan entre los 5 y 15 mil pesos por tres meses de internamiento, aunque en algunos sitios existen becas que reducen el costo, dependiendo de una evaluación de las condiciones socioeconómicas de la familia que solicita el apoyo. La mayoría de estos espacios de recuperación ofrecen terapias, actividades individuales y grupales auspiciadas por miembros recuperados de AA que fomentan el apego a las juntas, la literatura y el programa de Los Doce Pasos de Alcohólicos Anónimos; éstos últimos se consideran la piedra angular del proceso de desintoxicación y rehabilitación. Aunque existe la voluntad de ayudar, algunos de estos centros que brindan servicio a las clases populares no cuentan con instalaciones adecuadas ni con los servicios profesionales necesarios. Así, por ejemplo, Benjamín, narra su experiencia en uno de estos anexos:
Está muy chingón por lo que aprendes, pero no lo veo funcional por cómo te atienden. Te dejan en abstinencia total, pero no hay algo así como que [se detiene a pensar]. No tienen ni libros. La atención no es buena. Yo no creo que sea barato, pero no te dan la atención que debes de tener. Y es que es muy problemático porque la mayoría es gente adulta arriba de los 50 o 60 años. Es gente que la mera neta no los van a poder ayudar y hay chavitos que están por drogas. No hay una separación o clasificación, o dinámicas que te puedan ayudar. (Benjamín, 58 años, miembro de AA)
Como bien señala Benjamín, las dinámicas de estos centros no son muy variadas y tampoco existe una separación o tratamiento específico de acuerdo con el tipo de sustancias tóxicas o fármacos que ingieren. Básicamente, lo que se pretende al encerrarlos en estos sitios es apartarlos de su círculo social, fomentar la sobriedad y promover la asistencia a juntas y grupos de apoyo de AA como pilares de su recuperación. Una recuperación siempre tambaleante, frágil e insegura que los obliga a mantenerse en los grupos de AA y brindar servicios de apoyo para seguir reforzando lo aprendido y continuar con su rehabilitación. En este tono, Benjamín narra la forma en que pasó 90 días internado en un anexo donde recibió un tratamiento que le permitió mantenerse sobrio durante tres meses luego de egresar:
La dinámica es encerrarte. En la mañana rezas, luego hay una reunión como la que hacen los alcohólicos a las 12 del día, otra a las 7 de la tarde. Rezas en la noche. No hay algo bien estructurado. Yo no sé si Oceánica o Monte Fénix sean otras dinámicas, pero la dinámica de estos compas es agarrar dinero. (Benjamín, 58 años, miembro de AA)
Los costos y métodos usados por los centros de rehabilitación en México presentan jerarquías de clase que resultan pertinentes de analizar. Existen lugares de costos elevados que siguen un perfil tipo vacacional como Oceánica, ubicado en Mazatlán, Sinaloa, que ofrece servicios de internamiento para el tratamiento del alcoholismo, drogas, y otros trastornos. En el caso del alcoholismo, el tratamiento es de 28 días y el costo oscila alrededor de los 200,000 pesos, mientras que el tratamiento para consumo de fármacos, cristal, heroína y opioides tiene una duración de 35 días y un costo de 221,000 pesos. En este mismo rubro, está Monte Fénix, en la Ciudad de México, una clínica de rehabilitación para alcoholismo y drogas que vende un plan de rehabilitación residencial que exige 35 días de internamiento. El costo del internamiento asciende a 197,847 pesos.
El exboxeador mexicano Julio César Chávez abrió un par de centros de rehabilitación en Culiacán, Sinaloa y en Tijuana, Baja California llamados Clínica Baja del Sol. En estos sitios, parte de la terapia consiste en actividades deportivas que incluyen el boxeo. En Baja del Sol de Culiacán se ofrecen dos categorías de clínica cuyos costos varían considerablemente acorde al tipo de instalaciones y los servicios que ofrecen. En ambas, el tiempo de internamiento es de seis meses. El costo por mes en la clínica más lujosa es de 30,000 pesos mensuales, más 8,000 pesos iniciales para gastos médicos, examen Covid-19 y otros gastos. Es decir, en los seis meses de internamiento requerido, es probable que la suma de dinero se eleve a más de 200,000 pesos. En la clínica de menor categoría, el cobro mensual es de 18,000 pesos, más 8,000 pesos de otros gastos. En total, durante la estancia de seis meses los gastos ascienden a cerca de 120,000 pesos.
Asimismo, existen sitios como Misión Korián en el estado de Durango que cobra 60,000 pesos por un internamiento de 35 días para tratar el alcoholismo. En Puebla, Clínica Pacífica brinda tratamientos de 35 días por 30,000 pesos; aquí, el tiempo de estancia se puede extender por 70 días con un costo de 60,000 pesos y hasta 90 días por 75,000 pesos dependiendo de las posibilidades y necesidades del paciente. Todos los centros de rehabilitación mencionados hasta ahora insisten en el trato digno, respetuoso y amoroso hacia los pacientes, así como en el ingreso voluntario de los mismos, ya que algunos de los anexos populares son estigmatizados por el forzamiento, la conminación, los malos tratos y la falta de profesionalismo. Como lo sugiere la investigación de Guerrero, éstos últimos fluctúan entre “ser movimientos solidarios para los adictos que requieren ayuda y centros que reproducen mecanismos de marginación y maltrato” (Guerrero, 2003: 7). Aun así, las bases y fundamentos espirituales que usan la mayoría de los centros pertenecen a AA, o Modelo Minnesota: Los Doce Pasos y Alcohólicos Anónimos en combinación con tratamiento médico y terapéutico, razón por la cual la mayoría de los centros incluyen sesiones de AA y Narcóticos Anónimos (NA).
A continuación presento una tabla en donde plasmo la información obtenida de algunos centros de rehabilitación, clínicas y anexos que siguen un programa de tratamiento residencial la cual permite observar parámetros generales de costos y servicios. Es importante señalar que los datos presentados en la tabla conciernen al tratamiento de alcoholismo, ya que en un par de casos pueden existir variaciones si se trata de alcohol en combinación con drogas y/o farmacodependencia. Los datos recabados se lograron poniéndome en contacto con cada uno de los lugares y, en algunos casos, entrevistándome directamente con los encargados de los lugares. Esto, además, fue parte de una búsqueda desesperada de soluciones frente al alcoholismo de familiares y personas cercanas. Ver tabla 1.
| Centro de Rehabilitación | Duración del programa de internamiento | Modelo de Recuperación | Costos | Ingreso voluntario/ involuntario |
| Oceánica | 28 días | Minnesota | 198,900 pesos | Voluntario |
| Monte Fénix | 35 días | Minnesota | 197,847 pesos | Voluntario |
| Clínica Baja del Sol (categoría 1) | 6 meses | Minnesota | 188,000 pesos | Voluntario |
| Clínica Baja del Sol (categoría 2) | 6 meses | Minnesota | 116,000 pesos | Voluntario |
| Misión Korián | 35 días | Minnesota | 60,000 pesos | Voluntario |
| Clínica Pacífica | 6 semanas | Minnesota | 33,000 pesos | Voluntario |
| Fundación Durango contra las Adicciones | 3 meses | Minnesota | 15,300 pesos | Voluntario e involuntario |
| Amar Chihuahua | 3 meses | Minnesota | 15,100 pesos | Voluntario e involuntario |
| Vida Nueva | 3 meses | Minnesota | 6,000 pesos | Voluntario e involuntario |
Tabla 1. Características de algunos anexos y centros de rehabilitación. Elaboración propia, 2022.
Como se puede observar en la tabla 1, los tiempos de internamiento pueden ser muy variables, siendo el más corto de 28 días, el que ofrece Oceánica, y también, el más caro. La estancia más larga es la que ofrece Baja del Sol, con un periodo de reclusión de seis meses. En todas las instituciones se habla del uso del Modelo Minnesota, de la inclusión de médicos y psicólogos, así como de la medicación que reciben los internos con el fin de apoyar su mejoría. En los anexos encabezados por miembros recuperados de AA, que son los que aparecen en la parte final de la tabla por ser las opciones más baratas, se abre la posibilidad de realizar un internamiento forzado, o sea, contra la voluntad del adicto. Por esta razón, algunos de estos lugares ofrecen servicio de traslado, en el que varios miembros del anexo acuden al domicilio donde se les solicita para llevarse al alcohólico o drogadicto. Este servicio tiene un costo extra. Generalmente, es en los anexos de las clases trabajadoras en donde se habla de forzamiento, disciplina rígida, maltratos, hacinamiento y violencia.
Encerrar a una persona en contra de su voluntad e intentar someterlo a un programa de recuperación que muchas veces conlleva abusos, intimidaciones, humillaciones y rutinas extenuantes puede tener efectos contraproducentes muy lamentables. Tal es el caso de lo sucedido en el anexo de AA “Última Oportunidad”, ubicado en el barrio de Santiago Xicotenco en San Andrés Cholula, donde en mayo del 2021, los internos mataron a golpes a un joven de 24 años que fungía como encargado del lugar, quien tenía en su poder las llaves, para posteriormente darse a la fuga. El trágico suceso en este anexo exhibe la necesidad de regulación, control y vigilancia de estos sitios, que generalmente operan fuera de los lineamientos básicos y las certificaciones de la Secretaría de Salud y la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS).
A menor precio, menos servicios y ¿menos posibilidades de recuperación? La clínica Baja del Sol es un ejemplo de cómo disminuyen la calidad de las instalaciones y la atención recibida por los internos dependiendo del poder adquisitivo de las personas. En la categoría A, las instalaciones cuentan con áreas recreativas, canchas de básquetbol, alberca, gimnasio y espacios cómodos para dormir. En esta categoría, el psicólogo brinda un servicio personalizado mínimo cuatro veces al mes. No obstante, si el presupuesto solo alcanza para la categoría B, las instalaciones son mucho más sencillas, los dormitorios son sitios hacinados donde los residentes duermen en literas compartiendo el espacio con varios compañeros y el psicólogo solo otorga dos sesiones individuales al mes.
A través de lo anterior, observamos que la rehabilitación es un lujo, un marcador de clase y un negocio prolífico. Los anexos y centros de rehabilitación en México son lugares masculinizados y pensados para la recuperación de hombres, que son quienes conforman la mayor parte de su población. De acuerdo con la Encuesta Nacional de Consumo de Drogas, Alcohol y Tabaco (ENCODAT, 2017), del 20.3% de personas que han asistido a un centro de tratamiento para adicciones, 22% son hombres y 12.8% son mujeres. Según los datos obtenidos de los lugares de internamiento consultados, la presencia de mujeres es más recurrente en los anexos de categoría media-alta. Dicho de otra manera, en los lugares más caros, donde existe mayor vigilancia y se evita la implementación de métodos de forzamiento y coerción. Así, se observa que los centros de rehabilitación en México tienen un marcado sesgo de clase y género, que en muchos casos niega o resta importancia al alcoholismo femenino, a la vez que cierra las opciones de atención a las mujeres, sobre todo en las clases populares. Lo anterior obliga a pensar la manera en que las fuerzas estructurales impactan en la vida de las personas, abriendo o cerrando posibilidades de recibir un trato digno y profesional, así como en los métodos de control que incorporan la idea de autoayuda y ayuda mutua cimentados en una ideología neoliberal de mejoramiento de sí mismo a través de la disciplina del cuerpo que reproduce las inconsistencias, violencias y desigualdades propias del sistema capitalista. Esto nos dirige a problematizar, seguir reflexionando y haciendo preguntas que han sido definidas como “no preguntas” (Rich, 1997).
El sesgo de género de AA
Como refiere Stanley Brandes (2002) en su investigación entre miembros del grupo de recuperación Alcohólicos Anónimos en la Ciudad de México, aunque esta organización está creada para hombres y mujeres, quienes asisten a los grupos son en su mayoría hombres. El desbalance genérico que prevalece hasta hoy en día ha sido interpretado como un reflejo “del machismo y el paternalismo hacia las mujeres” (Rosovsky et al., 1991: 138). En esta misma línea, la investigación encabezada por Klaus Mäkelä (1996), en la que historiza, describe y compara el funcionamiento de los grupos de AA en ocho países, entre ellos México, habla de una desigualdad genérica entre sus miembros, señalando que “los hombres de todos los países han constituido y siguen constituyendo la mayoría de sus miembros” (Mäkelä 1996: 171).
Aunque es probable que las cifras en los últimos años se hayan modificado y más mujeres se enlisten en los grupos de AA, de acuerdo con lo observado en San Andrés Cholula, Puebla los grupos de AA siguen monopolizados por hombres. Al evidenciar el sesgo androcéntrico que caracteriza a la agrupación (Brandes, 2002; Christensen, 2015; Pine, 2018), algunas investigaciones dan cuenta de las estrategias mediante las cuales las mujeres de otros países han retado el legado y la estructura patriarcal modificando ciertas prácticas y dinámicas en el grupo (Kornfield, 2014), mientras que, en la misma dirección, algunas autoras enfatizan en la necesidad de un enfoque feminista en la literatura y dinámicas de los grupos de AA (Glaser, 2013; Kornfield, 2014; Rapping, 1996),
Es importante señalar que, dentro de los grupos de AA, en los anexos o centros de rehabilitación, las mujeres se encuentran sujetas a las mismas desigualdades, acosos, agresiones y violencias que vivimos cotidianamente. Así, por ejemplo, tanto en las investigaciones en torno al tema como en las versiones de los entrevistados, se habla del afán de conquista de los padrinos y compañeros (Rosovsky, 2009). A causa de esto, como refiere Misael, en los últimos años han surgido en México grupos exclusivos para mujeres, ya que en los grupos tradicionales —masculinizados— las mujeres se perciben como una interferencia o distracción:
Sí hay muchas mujeres ya, pero no más que hombres y menos aquí en México. Aquí en México ya andan mujeres, incluso hay grupos de puras mujeres. Yo he oído a compañeras compartir, que están en esos grupos de puras mujeres. Porque los alcohólicos somos un lastre, si vemos una pinche vieja fea, no hay pedo, pero si vemos una más o menos, inconscientemente todos andamos acá haciendo nuestro papelito, cayendo bien, o hay unos bien descaradotes o unos viejillos bien groseros. (Misael, 57 años, miembro de AA)
Además de AA, Al-Anon y Alateen son organizaciones internacionales que, trabajando en conjunto, brindan atención y apoyo a los familiares y amigos de los alcohólicos. Según sus estatutos, estas sociedades se definen como “una hermandad” que buscan solución a un problema compartido. Al interior de estos grupos, el alcoholismo se concibe como una enfermedad que afecta a quienes rodean al alcohólico, por lo que se vuelve una “enfermedad familiar” que puede modificarse en términos positivos con un “cambio de actitud” (Grupos de Familia Al-Anon, 1994: 1). Como lo advierte Eva Illouz (2008: 116), los grupos de autoayuda fomentan una “falsa consciencia” que convierte problemas de índole colectiva y estructural, en problemas individuales, lo que a su vez obstaculiza cambios sociales a niveles más profundos.
Dentro de lo observado, los grupos de apoyo de familiares Al-Anon están integrados casi exclusivamente por mujeres que asisten a las reuniones debido al alcoholismo de sus esposos o hijos. Pese a que AA se enarbola como una organización para hombres y mujeres, existe una marcada segregación genérica, al punto que, como dice Misael, las mujeres que quieren militar en AA han formado grupos exclusivos para mujeres. Adhiriéndose a una estructura patriarcal que reconoce el problema del alcoholismo masculino como legítimo, los grupos de AA mantienen un sesgo androcéntrico, mientras que, por su parte, los grupos de familia Al-Anon están conformados casi exclusivamente por mujeres, quienes siguen colocándose en el rol de cuidadoras y principales víctimas del alcoholismo masculino. Como sugiere Rosovsky (2009), esto es un indicativo de la naturalización del alcoholismo masculino y también, de la propensión femenina de responsabilizarse de los comportamientos y violencias de los varones.
Al interior de la organización de AA, el espacio disponible para las mujeres es Al-Anon, como madrinas, como novias, como esposas o madres de los alcohólicos (Pine, 2008).
El reconocimiento del alcoholismo como enfermedad, las caídas y recaídas, así como los procesos de recuperación, están apegados a una estructura patriarcal dentro de la cual se segrega genéricamente y se distribuyen papeles de género tradicionales que refuerzan las desigualdades y jerarquías de poder, al mismo tiempo que enmarcan formas ideales de masculinidades y feminidades. Así, los hombres siguen siendo reconocidos como alcohólicos legítimos, mientras que las mujeres continúan encasilladas como las acompañantes y cuidadoras de los alcohólicos. Dentro de la estructura de AA, el modelo hegemónico de masculinidad reproduce formas nocivas de violencia inter e intra genérica, la cual se materializa en luchas de poder constantes entre los hombres en las tribunas, y en acoso e intimidación hacia las mujeres. Esto ha dificultado el reconocimiento del alcoholismo femenino y su recuperación, lo cual ha dado como resultado la creación de grupos exclusivos para mujeres.
Referencias
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