Joel Ortiz Arroyo[1]
Historiador independiente
Mapa del Reino de Guatemala y Provincia de Tegucigalpa. Ilustración Ichan Tecolotl con imagen de Wikimedia Commons.
Resumen
A diferencia de Nueva España y Perú, el Reino de Guatemala no contó con grandes centros mineros, a excepción de los yacimientos de Honduras que se explotaron en el siglo XVI. Ello significó que el Reino tuviera una dinámica comercial concentrada en grandes territorios donde se cosecharon productos que definieron el transcurrir de la actividad comercial en la región. Uno de ellos fue el cacao, semilla que durante los siglos XVI y XVII respondió como uno de los géneros dominantes que permitió el crecimiento económico hacia afuera y dentro del reino. Al interior del reino, se intercambiaron productos de uso cotidiano, mientras que el intercambio con otras regiones coloniales se basaba en productos bien remunerados, como el cacao. Esta forma de intercambio generó que el Reino de Guatemala fungiera como un mercado local, y al mismo tiempo, le abrió la oportunidad de ser parte del comercio intercolonial de esos momentos. Esta área pronto se reconoció como un espacio económico con varias plantaciones cacaoteras: en la vertiente del Mar del Sur sobresalían por su gran producción Soconusco y Zapotitlán. Debido a diversas circunstancias y con el transcurrir de los años, surgió otra zona productora en la misma vertiente como fue Izalcos, que durante la segunda mitad del siglo XVI se convirtió en el principal centro productor de almendras de cacao. Si bien el comercio de cacao se encontraba regulado, también existió el tráfico ilícito proveniente de Guayaquil y Caracas a través del puerto de El Callao, Perú, lo cual aumentó la dinámica comercial de la región.
Palabras clave: Reino de Guatemala, siglos XVI y XVII, cacao, mercado local, comercio intercolonial.
Soconusco y Zapotitlán
La alta producción de semillas de cacao en estas dos importantes zonas de la costa del Mar del Sur hizo que los conquistadores se apoderaran de ellas, pues era sabido que todos los años llegaban desde la capital de Nueva España y de Puebla de los Ángeles recuas de mulas cargadas de diversas mercaderías y otras tantas venidas desde España para intercambiar por grandes cantidades de sacos de cacao. A los ojos de las autoridades coloniales, este mercado de semillas tendría que regularse en algún momento; por ello, desde la ciudad de Santiago se promulgó una ordenanza prohibiendo la comercialización de cualquier cantidad de cacao de la provincia de Guatemala. Esta decisión generó inconformidades dentro del gremio de los comerciantes, que tenía como base de su sustento el intercambio de cacao, así que inmediatamente se realizaron gestiones para poder seguir realizando el comercio. Fue así el caso particular de fray López de Villalobos que en 1537 exigió que se le permitiera seguir trasportando a México la mercancía que había adquirido en Guatemala argumentando que en la Nueva España el cacao le servía como mantenimiento propio y moneda a la vez.[2]
En parte gracias a la intervención e insistencia de fray López de Villalobos, se decretó que no se le prohibiera a ninguna persona el transporte de cacao desde la provincia de Guatemala a cualquier parte fuera de ella, lo que permitió retomar antiguas rutas de transporte, destacando las fluviales y terrestres. Con estas nuevas normas comerciales se fortaleció el tráfico entre el Reino de Guatemala y Nueva España, sobre todo entre 1540 y 1580, debido a la exportación masiva de almendras de cacao producto de las cosechas de Soconusco y Zapotitlán.
Mapa 1. Principales zonas productoras de cacao en el siglo XVI. Mar del Sur

Fuente: Elaboración propia
De esta dinámica comercial se beneficiaron no solamente los conquistadores, sino también los indígenas que habitaban las cercanías de las rutas por donde circulaban variedad de géneros. Estos comerciaban con maíz, cera, miel, cochinilla silvestre, gallinas, pavos, cacao, frutas, algodón y textiles, todo a cambio de textiles como huipiles, naguas y tilmas. Sin embargo, fueron los españoles dueños de las plantaciones los que llevaron esta actividad a niveles mayores, pues además de contar con las tierras tenían la mano de obra necesaria por medio de sus encomiendas y repartimientos. A través de estos sistemas les cobraban a los indígenas un impuesto tributario por cada árbol de cacao y al mismo tiempo los obligaban a comerciar productos con ellos a precios injustos, obteniendo el cacao a un precio muy bajo para posteriormente venderlo más caro.
Dichos sistemas coloniales, aunados a otras circunstancias como las epidemias, provocaron que las zonas productoras de cacao se vinieran abajo. Con las enfermedades la población disminuyó, el cobro excesivo de impuestos y el trabajo al que eran forzados los indígenas fueron las causas de que el auge que tuvieron Soconusco y Zapotitlán fuera despareciendo paulatinamente.
Contados fueron los grandes comerciantes y funcionarios que sobrevivieron ante esta situación, y, debido a que la actividad comercial se concentraba en pocas manos, los comerciantes españoles lograron aumentar su riqueza a partir de la exportación de las semillas de cacao. La acumulación de bienes que obtuvieron algunas personas no fue bien vista por la Audiencia de Los Confines, por lo que se intentó detener su ascenso económico con la elevación de impuestos a la exportación de cacao. Esta medida también afectó a los indígenas porque tuvieron que pagar el tributo que normalmente realizaban y ahora pagar por el número de árboles de cacao que tenían en sus tierras.
La recuperación del Soconusco jamás se dio porque la población migró a otras poblaciones y porque las epidemias perjudicaron fuertemente en la salud de los indígenas. Ante ello la Corona decidió volver a poblar la zona llevando gente originaria de otras partes del Reino de Guatemala para reactivar la producción en la vertiente del Pacífico, pero ni con esta medida se pudo rescatar una de las zonas más importantes para el cultivo de cacao. Tras la caída de Soconusco, se buscó una zona de reemplazo para continuar con la producción y venta de semillas; en la misma vertiente del Mar del Sur se localizaba Izalcos y hacia allá se dirigieron funcionarios y comerciantes españoles.
Izalcos
Esta zona se caracterizó por tener muy buenas plantaciones de cacao, mismas que fueron otorgadas a los conquistadores y sus familias; sin embargo, la gran distancia que había entre estas tierras y los mercados a los que se podía exportar el cacao fue una de las razones por las que los dueños de las tierras no les prestaron mucha atención; en esos momentos su atención seguía en las zonas que se encontraban más cercanas al mercado de la ciudad de México.
En algún momento el desabasto que hubo en las zonas productoras de la Nueva España, como eran Tabasco y Oaxaca, permitió que poco a poco se fueran realizando pequeñas exportaciones desde la zona salvadoreña, y que esta última se fuera ganando el reconocimiento como productora, además de que los comerciantes de otras regiones hablaban de los precios justos que se tenían en esos años.
Para realizar la exportación de semillas de Izalcos hacia distintas partes de la Nueva España existía una ruta terrestre principal, que recorría la costa del Pacífico, pasando por Soconusco hasta llegar a las costas del norte; hacia el sur del Reino de Guatemala se seguía por la misma ruta costera hasta llegar a distintas ciudades. Uno de los problemas a los que se enfrentaban los comerciantes en esta ruta era la temporada de lluvias, que hacía los caminos peligrosos y muy poco transitables. Existía un camino un poco más accesible pero más largo que consistía en ir tierra adentro hacia la ciudad de Santiago de Guatemala para entrar por la ciudad de Chiapas y posteriormente llegar a la capital de la Nueva España. Los caminos terrestres no fueron los únicos por los que se transportaban las cargas de cacao: Izalcos contaba con una pequeña flota de embarcaciones que navegaban por aguas del Pacífico en dirección al norte hasta el puerto de Huatulco en Oaxaca, de ahí se continuaba la trayectoria por tierra hasta las ciudades de Puebla y México; hacia el sur del Reino de Guatemala se navegaba hasta los puertos de El Realejo, Panamá y Perú. En esos años, a Huatulco también llegan mercancías provenientes de otras provincias coloniales; desde Perú se recibían embarcaciones con cargas de vino para ser intercambiadas principalmente por cacao.[3]
Mapa 2. Izalcos, zona productora de cacao en el siglo XVI

Fuente: Elaboración propia
Como sucedió en Soconusco, la población indígena también participó en el comercio de semillas de cacao obteniendo ganancias considerables. Fue muy similar la dinámica mercantil en Izalcos a la de la antigua zona productora; en ella participaba tanto la población indígena local como encomenderos, autoridades reales, frailes, comerciantes españoles, mestizos y negros libres. Nuevamente, la Corona española a través de la Real Hacienda, ejerció un impuesto al comercio de cacao en el puerto de Acajutla: el cobro del almojarifazgo de máximo cuatro reales y mínimo dos reales por cada carga de cacao, así como un cobro del dos por ciento sobre todas las mercancías que arribaran al puerto.[4]
La Corona volvió a actuar según su conveniencia para regular la actividad mercantil en la zona de Izalcos. Viendo que había abundancia de cacao y que las tierras pertenecían a unos cuantos encomenderos decretó nuevas disposiciones e impuestos para controlar el mercado. Por ejemplo, se prohibió la entrada de los tratantes a los mercados e incluso se declaró que no podían habitar en los pueblos de indios. En caso de no cumplir con estas reglas, los comerciantes serían sancionados con el pago de un tostón por cada carga de cacao que fuera de su posesión.
La historia que vivió el Soconusco se repitió en Izalcos: después de ser zonas importantes para la producción de cacao se vieron afectadas hasta tener el mínimo rendimiento. Sucedió que la población indígena no resistió a los embates de las epidemias, los cobros excesivos de impuestos, además de los abusos cometidos por los encomenderos y frailes, así como el trabajo forzoso al que se veía obligada a cumplir día con día. Todo ello generó que disminuyera la mano de obra y que las plantaciones de cacao de Izalcos quedaran en el abandono. Esta situación provocó que los comerciantes se movieran hacia otros mercados, sin importar que no fueran totalmente legales. Por ello entre la última década del siglo XVI y los primeros años del siglo XVII el comercio de cacao tenía como sede dos nuevas localidades: Guayaquil y Caracas, cuyas exportaciones finales seguían siendo los mercados del Reino de Guatemala y la Nueva España.
Tráfico ilegal desde Guayaquil y Caracas
Si el comercio de cacao regulado dejaba algunas pérdidas a las autoridades españolas, con mayor razón era perjudicial el tráfico ilegal de cacao procedente de Guayaquil y otras regiones, porque las embarcaciones no solamente se utilizaban para transportar las cargas de géneros permitidos, sino toda clase de cargamento no contabilizado ni permitido, como fueron grandes cantidades de cargas de botijas de vino y otros productos provenientes de regiones con las que el comercio estaba prohibido. Asimismo, desde aquellos años la evasión fiscal era ejercida por algunos comerciantes: cuando sus cargas arribaban a los puertos del Pacífico, como sucedía en Sonsonate, las trasladaban a diferentes ciudades y mercados, pero siempre evitando cruzar por la ciudad de Guatemala, donde debían hacer los pagos correspondientes de las mercancías que habían adquirido para comercializar.
Este tráfico ilegal de géneros llevó a las autoridades españolas a solicitar que se notificara cualquier cantidad de cacao proveniente de Guayaquil, así como cualquier mercancía salida de Perú y otras regiones que se sabía tenían como destino el istmo de Tehuantepec, esto con la intención de controlar la dinámica mercantil en el Reino de Guatemala. En caso de que los comerciantes incumplieran con este requisito, los oficiales reales estaban obligados a decomisar el cargamento y embargar las recuas utilizadas para el transporte.
La vigilancia de las mercancías que salían de provincias con las que no se tenían acuerdos comerciales incluía a las embarcaciones que llegaban a los puertos guatemaltecos provenientes del puerto de El Callao, en Perú. La intención era evitar que al Reino de Guatemala entraran géneros prohibidos, principalmente cargas de cacao de Guayaquil, ya que la introducción de almendras podría alterar el mercado interno guatemalteco, pues se trataba de semillas de buena calidad, y esto aunado a la abundancia de las cosechas de las principales zonas cacaoteras, podría causar un estancamiento y excedente de este producto, generado por el contrabando.[5] La entrada de cacao de contrabando provocó una disminución en los tributos que los indios entregaban por este producto, al punto de que apenas había quienes quisieran asignarle un valor de venta. De este modo, el comercio ilícito de cacao ocasionaba un grave perjuicio tanto para la colocación de los frutos locales como para los particulares dedicados a su comercialización.
Aunque existían medidas de prevención para evitar el contrabando de cualquier tipo de género, pero específicamente de cacao de Guayaquil, el tráfico ilegal se seguía practicando y no había distinción de participantes. Incluso las mismas autoridades españolas se beneficiaban de estas prácticas ilícitas. Una de las formas implementadas para evitar que entrara mercancía de contrabando al reino de Guatemala y afectara directamente al mercado interno fue el decomiso de géneros una vez que los navíos anclaban en los puertos de la vertiente del Pacífico.
Mapa 3. Tráfico ilegal de cacao desde Guayaquil y Caracas. Siglo XVII

Fuente: elaboración propia
Existen registros del contrabando que se llevó a cabo en el Reino de Guatemala. Un ejemplo es el periodo de un año entre 1681 y 1682. En este lapso de tiempo tan corto participaron del comercio ilegal diversos actores sociales, quienes introdujeron a los mercados internos guatemaltecos a través de Sonsonate importantes cantidades de cacao procedente de Guayaquil. La forma en la que actuaban fue registrada por la Real Hacienda; se señala que el tráfico ilegal comenzaba con los mismos propietarios, quienes embarcaban los géneros en los puertos del sur. Al llegar a los puertos del Reino eran conducidos a las casas de los arrieros, y posteriormente se transportaban por medio de recuas de mulas con el destino final de la Nueva España.
Al estar involucradas autoridades reales de las audiencias de los Confines y de México se fue formando una fuerte alianza para el mercado intercolonial. Pero nuevamente no sólo se vieron involucrados actores sociales con estos cargos, comerciantes comunes también se beneficiaron de dicho intercambio, estos últimos tenían la particularidad de poder mudarse de residencia hacia las poblaciones donde se tenían las mejores ofertas de cacao. Ejemplo de esta dinámica fueron los comerciantes originarios de la ciudad de Puebla, quienes para hacer sus transacciones se trasladaban a Santiago de Guatemala, de ahí a los puertos de Perú para hacer las compras de géneros y finalmente regresaban a la capital guatemalteca. Otros comerciantes emprendían el camino desde Perú hacia la villa de San Miguel y, más tarde, a El Realejo, donde realizaban transacciones mercantiles con almendras de cacao y otros productos que igualmente traficaban.[6]
Al ser detectada esta modalidad de contrabando, la Audiencia de los Confines ordenó que se realizaran los pagos establecidos de las entradas y salidas de géneros; si se llegaban a detectar casos irregulares, las autoridades tenían la obligación de señalar la cantidad de pago correspondiente a los infractores y con ello asegurar que los mercados no se vieran alterados. Una medida más energética por parte de la audiencia fue notificar a los comerciantes y propietarios del cacao de Guayaquil que su venta estaba prohibida en el Reino de Guatemala por considerarse perjudicial, y que únicamente se permitía su traslado directo a la Nueva España. Sin embargo, algunos comerciantes seguían burlando las normas establecidas y lograban colocar sus mercancías en los principales mercados de la Nueva España, utilizando las rutas comerciales del Reino de Guatemala y evitando los pagos a los que se veían obligados en la ciudad de Santiago de Guatemala.
Como venía sucediendo con las anteriores, los comerciantes y funcionarios reales se interesaron por nuevas zonas productoras de cacao en el Reino de Guatemala, pero también fijaron su atención en nuevos productos que pudieran sustituir las ganancias del comercio legal e ilegal de cacao. Estos nuevos cultivos fueron el añil y la zarzaparrilla, apreciada en Europa por sus propiedades medicinales. Sin embargo, la demanda de este arbusto resultó insuficiente para reactivar el comercio de exportación.
Aunque los comerciantes y productores sabían que la producción de cacao en las principales zonas estaba afectada, y aun entendiendo que sembrando grandes plantaciones no iban a conseguir la rentabilidad que en épocas anteriores tuvieron, se interesaron en atender la siembra en distintas regiones coloniales.
San Salvador, San Miguel, Quepos y Matina
La siembra y cosecha de cacao en distintas y nuevas tierras comenzó a surgir en la vertiente del Pacífico, principalmente en San Salvador, San Miguel y el noroccidente de Nicaragua. Este nuevo momento de plantaciones en el Pacífico, especialmente en San Miguel, propició que el mercado interno se reactivara, y que se volvieran a ver embarcaciones de origen peruano en el puerto de Amapala de la bahía de Fonseca, mismas que eran cargadas con productos del Reino de Guatemala como cacao, brea, añil, cera, miel y demás géneros.
A pesar de que la zona de San Miguel dio buenos frutos y que se mantuvo por encima de lo que se había producido en Izalcos, esta región también tuvo su etapa de declive a principios del siglo XVII. Como en otros casos, la población indígena que estaba ligada al trabajo forzoso y al pago de tributo se debilitó, dejando muy pocos árboles de cacao para la cosecha anual. A esta situación se le sumaron factores naturales como plagas de langostas, parvadas de loros y fuertes vientos que afectaban las plantaciones. Con esta región productora venida a menos, el comercio hacia afuera del Reino de Guatemala se vio afectado. No así el mercado interno, ya que existían pequeñas zonas productoras que se encargaron de abastecer los mercados, como fue el caso de las poblaciones de la Verapaz como Cobán y Cahabón.
Mapa 4. Principales zonas productoras de cacao en el siglo XVII

Fuente: Elaboración propia
Con la caída de la producción de cacao en San Miguel, la cosecha se trasladó a una nueva zona conocida como Quepos, Costa Rica, ubicada en la costa del Mar del Sur. La particularidad de esta localidad fue que contó con una baja producción de almendra, por lo que no resaltó como una zona que permitiera la exportación de cacao hacia los mercados fuera del Reino de Guatemala. La producción que se daba en Quepos sólo sirvió para el consumo local, y en mínimas ocasiones como parte de los géneros que eran comercializados en la ciudad de Cartago, y a distancia hasta la ciudad de Panamá por medio de embarcaciones que partían del puerto de Caldera. Al saberse que la producción en Quepos era casi para el consumo del mercado local, se buscó una nueva zona que lograra abastecer de almendras más allá de los mercados internos; fue así que en la primera mitad del siglo XVII surgió la zona de Matina, primera localidad productora cercana a las costas del Atlántico. El éxito de las exportaciones de cacao desde esta nueva región tuvo como sustento que las plantaciones cacaoteras de Sonsonate y Soconusco se encontraban lejos de lo que habían sido años atrás, además de que se había dado la caída de la producción de cacao en Venezuela y la venta de productos costarricenses no figuraba como parte principal de las exportaciones.
Fue entonces que a través de las cosechas logradas en la zona de Matina se reactivaron las exportaciones en el Reino de Guatemala, por las costas de Costa Rica. Con ello, las alianzas intercoloniales volvieron a fortalecerse, sobre todo los vínculos comerciales con todo tipo de géneros con las localidades de Cartagena, Portobelo y Panamá. Al mismo tiempo que se robustecía el comercio intercolonial, los mercados internos del Reino tuvieron un repunte debido a que las zonas cacaoteras de Nicaragua abastecieron de almendras las rutas comerciales.
La cercanía entre las localidades siempre benefició las transacciones comerciales, fue por ello que los géneros producidos en Costa Rica llegaban fácilmente a manos de los comerciantes panameños, a diferencia de lo tardado que podía ser colocar productos en los mercados de la ciudad de Guatemala. Incluso se aprovechó la cercanía con los principales puntos de distribución mercantil en Nicaragua. A estos mercados llegaban cargas de cacao que eran transportadas por recuas de mulas, se aprovechaban los caminos terrestres en las temporadas donde las lluvias no afectaban el terreno. Pronto las noticias de estos nuevos caminos comerciales llegaron a las autoridades reales, que impusieron un nuevo impuesto de un peso por cada tercio de cacao que fuera transportado en cada una de las mulas de los traficantes.
Las tierras donde mayor producción de cacao había pertenecían a unos cuantos mercaderes españoles, y, como ocurrió en otras regiones, el resto de las plantaciones se encontraban repartidas entre comerciantes criollos e indígenas locales de la localidad de Matina, específicamente en los valles de los ríos Matina, Reventazón y Barbilla. En algún momento las cosechas de cacao en la vertiente del Atlántico disminuyeron, puesto que se vieron afectadas debido al calor extremo de la costa. A esta condición climática se le sumaron otros factores como la invasión y ataques piráticos, la falta de mantenimiento de los caminos, el alto costo que se generaba para transportar las cargas en recuas de mulas, y el impuesto real que se había promulgado recientemente, que consistía en el pago de un peso por cada árbol de cacao que se tuviera en las plantaciones, pero lo más importante fue la falta de mano de obra indígena.
Los pocos propietarios de plantaciones de cacao que mantenían vivas esas tierras continuaron produciendo en menor cantidad, apoyándose en el trabajo y mano de obra de unos cuantos indígenas y esclavos residentes.[7] La intención de rescate de la producción fue buena, no así la realidad, ya que tanto las zonas productoras de las costas del Pacífico como las del Atlántico de Costa Rica enfrentaron una crisis de abastecimiento y comercio de productos agrícolas locales. Habiendo una producción mínima que no dejaba margen más que para sobrevivir, los comerciantes recurrieron a una vieja estrategia bien conocida: el contrabando. De esta manera, los comerciantes comenzaron a relacionarse con productores de cacao de Curazao y Jamaica, pero eso no fue lo que llamó en especial la atención de las autoridades, sino los intercambios ilegales que se llegaron a efectuar con piratas y zambos mosquitos, generando que la localidad de Matina, que anteriormente sobresalía como un gran centro de producción de cacao, se convirtiera en un centro de contrabando de todo tipo de géneros.
Los intentos de rescate
Las autoridades del Reino de Guatemala conocían la situación en la que se encontraban sus zonas productoras de cacao. Muchas habían desaparecido, otras apenas llegaban a producir cargas que alcanzaban para el consumo local y otros espacios se habían convertido en centros de contrabando; se intentó rehabilitar el mercado, primeramente a nivel local y posteriormente hacia afuera del Reino, Sin embargo, las medidas que presentaban los comerciantes españoles de trasladar a indígenas de diferentes regiones para obligarlos a realizar trabajo forzoso en las plantaciones de cacao no fueron permitidas por la Audiencia de Los Confines, Esta negó el traslado de mano de obra del altiplano y otras partes del Reino, así que para reactivar las grandes zonas de Soconusco y Zapotitlán sólo dependieron del trabajo estacional proporcionado por indígenas de Chiapas y Quetzaltenango. Con estas medidas tomadas por las autoridades, ambas zonas comenzaron nuevamente a decaer. A ello se le sumó la afectación por la peste de viruela que mató a gran parte de la población tributaria a finales de 1679.
Los intentos de rescatar las plantaciones de cacao no tuvieron los resultados esperados por las autoridades reales; Soconusco y Zapotitlán dejaron de existir en el comercio de cacao, pero lo que sí se mantuvo de cosecha de almendras tenía su origen en las pequeñas producciones de la vertiente del Pacífico, en regiones del interior del Reino como Chiquimula de la Sierra y Zacapa, en los valles de Chiapas, Verapaz y Honduras, además de las exportaciones ilegales de cacao originarias de Guayaquil.
Conclusiones
El desplome de la producción de las principales zonas trajo consigo cambios significativos, pues los mestizos, españoles y frailes comenzaron a apoderarse de las plantaciones que originalmente pertenecían a los pueblos de indios. Pero también las personas implicadas en el comercio comenzaron a cambiar, ya que el grupo minoritario de comerciantes dejó de tener tanto éxito y abrió paso a pequeños grupos de comerciantes indígenas locales, quienes vendían el cacao a funcionarios corruptos o a agentes de empresas que llegaban del exterior de la Audiencia de Los Confines.
Si bien es cierto que durante el siglo XVII el Reino de Guatemala dejó de producir como en décadas pasadas, pudo conservar un lugar, aunque más limitado, en el mercado exterior, gracias a la proximidad que había con la parte central de México, pero también a la demanda que había en los mercados europeos y filipinos. Quizá la continuidad de venta de cacao de esta zona también se debió a otros factores, pues además de su posición geográfica privilegiada, existía ya una costumbre entre los tratantes de adquirir ahí las almendras y no de otra parte que muy poco conocían.
Fue así como el comercio de cacao en el espacio económico guatemalteco durante el siglo XVII terminó siendo la sombra de lo que fue a mediados del siglo XVI, pues las exportaciones de otras zonas productoras fuera del Reino, como Caracas, Maracaibo y Guayaquil, mermaron las ganancias que en algún momento tuvieron las plantaciones guatemaltecas. Aunado a ello, no hay que olvidar la escasez de mano de obra, que fue una de las mayores limitantes en la recta final del siglo XVII para mantener en pie los cacaotales. Con todo lo sucedido, los comerciantes buscaron la manera de reactivar el crecimiento hacia afuera del Reino de Guatemala con distintos géneros que asimilaran las ganancias obtenidas con el tráfico, legal o ilegal, del cacao.
Referencias
Archivos:
AGCA – Archivo General de Centro América
AGI – Archivo General de Indias
Literatura secundaria:
MacLeod, M. J. (1990). Historia socio económica de la América Central española, 1520-1720. University of California Press.
Sempat Assadourian, C. (1983). El sistema de la economía colonial. El mercado interior, regiones y espacio económico. Nueva Imagen.
Wortman, M. L. (1991). Gobierno y sociedad en Centroamérica. 1680-1840. Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE).
- El presente artículo está basado en la tesis doctoral del autor, El comercio en el Reino de Guatemala, durante los siglos XVI y XVII. CIESAS-Peninsular, Mérida, Yucatán, 2016.Correo electrónico: ortizarroyojoel1114@gmail.com ↑
- AGCA, expediente A1. 11, legajo 2196, folio 119, 11 de marzo de 1537, cacao. ↑
- AGI, Signatura: Guatemala, 44 B, N. 1. Cartas de cabildos seculares, 1564. ↑
- AGI, Signatura: Guatemala, 44 B, N. 61. Cartas de cabildos seculares, 1564. ↑
- AGI, Signatura: Guatemala, 279. Tráfico de vinos y aceites del Perú a Guatemala, 1669-1718, fojas 1-8. ↑
- AGI, Signatura: Guatemala, 279. Transporte de tráfico de vinos y aceites del Perú a Guatemala, 1669-1718, fojas 15-36. ↑
-
AGI, Guatemala 21, R.2, N. 27, “Cartas de Audiencia”, Expediente sobre el nombramiento de gobernador de Costa Rica y la reducción de los indios de Talamanca, 1663. ↑
