Crónica de una trovadora de izquierda, activista social
y cultural, que vivió un día inesperado que transformó
su existencia

Ruth Martínez Nataret[1]
Ma. Guadalupe Maricela Macías Martínez
Trovadora independiente

Maricela Macías, hacia el año 2013, interpretando “La marcha del Indio”. Tomada de https://www.youtube.com/watch?v=3KPuyUadSYA con permiso de la autora.

Entrevista

(El siguiente texto es la transcripción —con algunos ajustes por cuestiones de espacio y de formato— de la entrevista realizada por Ruth Martínez Nataret a Maricela Macías. Las preguntas se omitieron para dejar la narración de Maricela. Todas las palabras son suyas).

El activismo en Celaya, Guanajuato

[Para 1985] ya tenía, yo creo, como unos cuatro años, cinco [de estar en el movimiento de la trova], venía de Celaya. Allá tuvimos la primera peña folclórica. En una ciudad como Celaya, que es súper conservadora y cerrada, fue todo un acontecimiento que tuviéramos una peña folclórica.

Y fue tal, la verdad, en aquellos años, que nos llegaban a visitar los grandes representantes del movimiento de la trova en México. [Ellos] caían a nuestra peña, porque, además, gente que trabajaba con nosotros en la peña, eran estudiantes del tecnológico regional, que es un tecnológico bastante bueno.

Ellos organizaban eventos culturales, invitaban a Gabino Palomares, por ejemplo, que en aquel tiempo estaba muy en boga […]. Trabajábamos bien y empezó a sumarse mucha gente que tenía inquietudes, porque hicimos una especie de [espacio] libre de expresión y llegaba gente.

No sé, [quizá] por izquierdosos, llegamos a tener gente de teatro que hacía sketch, monólogos, mimos… empezamos a recuperar a la gente, a artesanos de la ciudad [que trabajaban el] cartón, la lámina… En fin, empezaron a sumarse mucha gente con inquietudes artísticas a este espacio porque era un espacio muy abierto, muy libre.

De una peña, se fue a hacer un centro cultural. Y ya fue cuando yo me vine a México, porque sí llegó un momento en el que el estado, ya cuando teníamos el centro cultural y que ya ampliamos con librería… me llegaron del gobierno del estado a decirme: “No tienes permiso”. Les dije: “Sí, tenemos el permiso de cerveza con alimentos” (y así era). Y nos dicen: “No, pero ya no vas a tener permiso, ya cálmense, ya vienen de acá [las órdenes]”.

Como vieron que había movilizaciones, ya se integraba más gente de izquierda, y como los de Guanajuato es absolutamente de derecha, entonces nos empezaron ya a monitorear y a decir: “Se acabó”. Entonces, a raíz de eso, se cierra el lugar y yo me vengo a México justo porque yo dije “ya estoy harta de la censura”.

El terremoto

El temblor sucedió mientras […] yo estaba de activista en este foro [Isabelino]. De entrada yo vivía en Tonalá y Coahuila, en la Roma. Tenía poco de haber llegado de Celaya, tenía un año de haber llegado a habitar en la Ciudad de México. Fui invitada por una actriz que trabajaba en Celaya y se vino a México. Y empezó a participar en el Foro Isabelino, que era un foro que estaba tomado por el CLETA. En aquellos años Luis Cisneros, que era el hermano de Enrique Cisneros, tenía este Foro del CLETA en el Foro Isabelino, era un foro muy bonito, se llamaba el Foro del Eco…

Aquí hay un caos cuando sucedió lo del temblor. Y todos los del teatro quisieron armar una brigada para para ir a ayudar a la gente, a rescatarla, […] sabiendo que yo estaba ahí, sí, pero tampoco había comunicación como para saber si ya había salido, si estaba viva o lo que fuera.

Esto lo digo como antecedente, porque después ellos me platicaron todo lo que pasó por fuera. Yo, adentro, no tenía ni la menor idea de lo que estaba pasando. De hecho, en este trance, lo que te puedo decir es que, gracias a que estuve en comunicación con un amigo que se quedó a dormir esa noche… Estábamos en constante comunicación, enterrados vivos los dos. No nos separamos, nos ayudábamos a tener calma. Nos estábamos echando la mano en esta incertidumbre de si vamos a vivir o qué.

Yo acababa de estrenar temporada y vinieron muchos amigos, invitados, a ver mi primera presentación, es el […] miércoles, 18 de septiembre. Entonces salimos de allá todos para celebrar el evento.

Yo estaba participando con gente de ciudad Nezahualcóyotl. Entré a participar también de esta organización, y los músicos que me acompañaron de hecho, eran de allá. Y al mismo tiempo también participaba en el Foro Isabelino con Luis Cisneros, los del CLETA.

Ese día les dije que, como se nos hizo tarde por la celebración, les presté mi carro. Les dije: “Se quieren quedar o, si quieren, les presto mi ‘bochito’ para que se vayan a Neza”. Dos o tres amigos decidieron mejor irse, se quedó uno de ellos allí en la casa. Yo compartía el departamento con una amiga de Celaya, entre las dos rentamos ese departamento de Tonalá y Coahuila.

Estábamos arriba de la compañía de Luz y Fuerza, por cierto. [Fue] una de las ventajas, porque por eso también fueron bastantes gentes a revisar ese edificio, que fue uno de los primeros que se cayó.

Entonces, afortunadamente, todos se fueron. Si no hubiera sido mucho los que nos quedamos ahí. Pero nos quedamos nada más Laura, que era mi roomie, se quedó con su novio, que era con el que yo estaba en comunicación durante el entierro. De ella no sabíamos nada, Laura no contestaba (mi roomie) y tampoco supe nada del que se quedó de Neza, se quedó afuera en la sala. No sabíamos nada de él. No nos podíamos mover. Estábamos realmente enterrados y paralizados.

O sea, yo no tenía movimiento, tenía la loza encima, no tenía movimiento, quedé completamente atrapada. Y lo único que tenía libre era la mano izquierda, porque me quedé así, protegiéndome de la caída del techo, entonces así me aplastó la piedra, y así quedé. Y nada más en esta mano [la izquierda], como libre, todo lo demás estaba totalmente inmóvil. Sin espacio para moverme. Yo nada más escuchaba gritos de una mujer que, hasta después, caí en la cuenta de que era la hermana de mi roomie, que nos pidió hospedaje hasta el final. Ya en la noche.

Llegó diciendo [su hermana]: “Se me fue el camión, ¿me podrían dar hospedaje?”. Le dije: “Claro que sí, quédate aquí”. Y se quedó con nosotros ella también. Entonces éramos cuatro nada más, pero se fueron como seis. Hubiéramos sido como diez. Se fueron ellos seis en el coche y nos quedamos nosotros cuatro.

Cuando sucedió todo…

Yo no podía creer que fuera real. O sea, yo estaba como trastornada. Yo, insisto, [decía]: “no puede ser real. Estoy en una pesadilla”. No me caía el [creer] de que era mi voz la que gritaba auxilio, socorro, no, no. De repente reaccionaba y decía: “Es que esto no puede estar sucediendo, en realidad estoy enterrada, qué es… qué ¿qué pasó?” O sea, fue muy, muy raro, es que estaba en shock.

Cuando empezó a temblar tuve todavía cierta sensatez porque Flor, la que se quedó a pedir hospedaje, se quedó en el cuarto, pero se quedó en la cama de abajo porque era una litera. Y le dije: “fíjate que esa litera está muy mal puesta”. Y yo tuve una noche infernal, no podía dormir. Me senté en una silla que tenía ahí, una mecedora. Y tuve muy mala noche ¿no? No pude conciliar el sueño hasta que ya empezó a temblar.

Entonces me dice ella: “Oye, está temblando”. Le digo: “Sí, pero no, no pasa nada, tranquilízate”. Y me dice el hombre: “No, hay que irnos”. [Y yo] digo: “¿A dónde? ¿cómo, cómo? ¿qué nos va a [pasar]? ¿cómo sales de aquí? ¿Cómo salimos de aquí?” Y dicen estas [personas]: “No sé, pero hay que irnos”.

Entonces ella se levanta y corre y yo me quedo parada y le digo: “¡Flor!” Y empezó a arreciar el temblor y se empezó a mover y el sonido. Todo empezó a caer. Empezó a caer ya el edificio. Todo lo que tapa la cimbra, o sea, todo empezó a caer. Entonces, ya fue corte a negro. Pero negro, negro, negro, negro, negro, negro, negro, negro, ya.

No, no, no. No había ni un viso de luz. No. Ahí fue donde entró esta reflexión. Donde yo decía: “Esto no puede estar sucediendo, estoy soñando, esta es una pesadilla”, en fin. Pero después escuché la voz… Una voz que me gritaba que me calmara, porque yo estaba gritando y gritando… Y era Gustavo. Así se llama este compañero, que era el compañero de mi roomie. Me empezó a gritar y me dijo que necesitaba calmarme y guardar voz.

Entonces yo le decía: “Pero es que esto no puede estar sucediendo”. Y él me decía: “Sí, Maricela, estamos enterrados vivos”. Él me ayudó bastante, pero después también se empezó a poner muy mal. Y haz de cuenta que nos turnábamos. Él se ponía mal y yo empezaba a fortalecerlo, lo tranquilizabas y todo. Y así fueron horas. Hasta que de repente empezamos a oír voces (pasaron horas). Y empezamos a escuchar voces. Y entonces dijo Gustavo: “Cállate, vamos a gritar al mismo tiempo y entonces unimos la voz”. “¿Y qué gritamos?” “Por socorro y auxilio”. Entonces contamos y nos pusimos de acuerdo y empezamos a gritar.

Y entonces oímos que ellos, las gentes que parecía que estaban caminando arriba, se detuvieron y dijeron: esperen, oigo voces. Y entonces empezamos a gritar y gritar y dijeron: “Son niños”. Y entonces nosotros dijimos: “Sí, somos niños”. Con tal de que nos sacaran, decíamos: “Sí, somos, por favor, aquí estamos”.

Total ¡que nos empezaron a dar instrucciones! Nos dijeron: “Vamos a ir tocando y nos van a ir diciendo si oyen lejos o cerca, para ubicarlos por el sonido”. Porque nos dijeron: “No tenemos ni la menor idea de cómo están, no los vemos”.

Entonces, de rato, sentí ya la tierra en los ojos. Y dije: “¡Aquí, soy yo! ¡Aquí estoy!” Y ya les dije, bueno… [Ellos me dicen]: “Díganos su nombre”. “Fulanita y tal”, les mentí. Más bien: “Yo tengo dos hijas y soy mamá. Y, por favor, avísenle a mi familia”. En fin, dijeron: “Vamos a empezar a tratar de… primero quitar todo el escombro y después le avisamos que sigue ¿ok?”

Pero Gustavo me estaba gritando, desde donde él estaba, me empezó a gritar. Y yo le dije: “Oye, Gustavo, ya nos encontraron”. Y él se puso muy mal, o sea, me empezó a decir que, que seguramente no les iba a decir… que les dijera dónde estaba. Que él se encontraba a un lado del clóset, que estaba a unos pasos de la cama, o sea…

Hasta que le empecé a gritar y le dije: “No se puede, Gustavo, no hay nada ¿con cuál piso? ¿cuál clóset? ¿cuál? ¿De qué me estás hablando? Fíjate ¿no?, ¡no entiendo cómo!” “No. Lo que pasa es que tú no quieres. Que tú dices, no estamos en el mismo boleto”. Le digo: “¡A mí no me agredas!”

Eran nuestros momentos de desesperación, de incertidumbre, malestar… Finalmente, cuando ellos ya me encuentran y. Y hacen todo eso… Empezó, me dijeron que iban a empezar a golpear con un mazo en la loza, me dicen: “Es que tienes una loza encima, entonces vamos a tratar de romperla para abrirla”. Y yo me quedé un poco asombrada porque pensé: a ver si no me ahorcan más, porque… Entonces lo empezaron a hacer y les dije: “Voy a ver si aguanto, lo más que aguante”. De rato, empecé a sentir que me estaban apretando más y entonces les empecé a gritar y les dije: “Paren porque ya no puedo respirar, me está empezando a faltar el aire”. Y entonces dijeron: “Sí, no, no podemos de esta manera, tenemos que buscar otra forma, porque esto no se rompe y está usted en peligro”.

El caso es que para no hacerlo más largo… como un milagro, se abrió un… Escarbaron con la mano y alcancé a ver un rayito de luz del lado izquierdo donde está mi mano, y por ahí metieron la mano y saqué la mía. Entonces por fin sentí. Saqué la mano y me la agarraron, ¿no? Y de ahí en adelante no los quise soltar nunca jamás. De hecho, ellos hicieron… hacían guardias para tenerme agarrada, para agarrarme la mano, porque entonces [yo] empezaba a gritar. Y les dije que perdón; les dije que, por favor, no me soltaran, que no me dejaran, no me abandonaran… que, si eso iba a suceder, que me avisaran porque, en ese caso, yo prefería el tiro de gracia: “El tiro de gracia, si no pueden, pero no me dejen aquí”.

Entonces, no sabes qué palabras tan maravillosas me dijeron; me dijeron que eso no iba a suceder, que no me iban a dejar, que ellos se quedaban conmigo pasara lo que pasara. Ellos se iban a quedar conmigo, viviera o muriera… muy conmovedor. La verdad es que eso me hizo llorar. Y cada que recuerdo me dan ganas de llorar. Porque entonces es cuando crees que la humanidad es buena ¿no? La actitud fue de veras tan humana y tan entregada al grado de decir que ellos se morirían conmigo.

Fue verdaderamente una reflexión de solidaridad y humanidad. Entonces yo lloraba y lloraba y ellos también, yo creo.

Y Gustavo me empezó a seguir agrediendo bastante. Estábamos… decía que él estaba más lastimado que yo y que tenían que sacarlo a él primero. Entonces mira, yo sí fui capaz, y eso también lo digo con orgullo, sí fui capaz de decir: “Sáquenlo a él. […] Yo creo que yo aguanto más que él. A lo mejor está más en riesgo, por favor, háganlo”.

Y me dijeron: “¿Estás segura?” “Sí”. Y sí, porque él me decía: “Es que estoy desangrándome”. Entonces yo les dije: “Él se está desangrando y a lo mejor es más urgente la ayuda y a lo mejor si ustedes me aseguran que no me van a dejar, yo me espero”.

No ¡pues que sí! Trataron de sacarlo. Dejaron de estar conmigo un rato y después regresaron y me dijeron: “Hemos comprobado que él está bajo de usted. O sea, tenemos que sacarte a ti primero porque tú vas a abrir el camino para sacarlo a él”.

Lo que ellos hicieron fue rodear y entrar por abajo. No pudieron romper la loza, pero lo que hicieron fue buscar un lugar por donde pudieran escarbar y pudieran acceder, para entrar desde abajo. Entonces, lograron encontrarme en horizontal, lograron encontrar el lado que yo tenía libre y me empezaron a jalar, por abajo de la loza. Hicieron el hueco, hicieron el hueco y me sacaron por fin.

Para mí fue muy fuerte, me deslumbró muchísimo la luz. Y empecé a llorar y llorar, porque, además, yo no cerraba los ojos y los tenía… (después me dijeron), los tenía todos sangrados, con muchas hemorragias, porque no quería cerrar los ojos. Era una cuestión de tenerlos abiertos. Y me cayó tierra y todo, todo me cayó en los ojos y yo no los quería cerrar. Es que cuando estás en la oscuridad total, es muy feo. Como sentir que, a lo mejor, si cierro los ojos, ya no los voy a abrir.

Entonces ya es cuando por fin me sacaron. Tuve suerte, porque había una compañera de trabajo que vivía enfrente. Y ella me había pedido ayuda para quedarse conmigo porque se salió de su casa. Y mi roomie me dijo: “No Maricela, no, no podemos, espérate”. Entonces le ayudé a conseguir hospedaje y había enfrente en un edificio viejo, de los antiguos, de la Roma. Que no le pasó absolutamente nada. Ella salió por mí, porque nos íbamos en mi “bochito”, normalmente, al trabajo, juntas. Dice que salió y que vio mi edificio derrumbado. Que alcanzó a atravesar la calle y marcar por teléfono en los teléfonos públicos. Alcanzó a marcar, a avisar en el trabajo: “Estoy enfrente del edificio de Maricela, se cayó, me voy a quedar aquí, en Coahuila”, les dijo, y se cortó la llamada, y ya nunca más hubo llamadas ¿te acuerdas?

Fue mucha suerte, porque gracias a ellos, luego me encontraron y supieron. Supieron ayudarme, me pudieron seguir ayudando, todos los del trabajo, fue una solidaridad impresionante.

Esta amiga dice que veía cuerpos salir, y veía a ver si era yo, o sea, se la pasó toda la mañana atenta, no se movió.

Era un edificio de cinco pisos. Y yo estaba en el primero. Abajo Luz y Fuerza, y subías al primer piso. Pero lo que dicen que nos salvó fue que el edificio no cayó hacia abajo, sino que se inclinó. Cayó inclinado. Y todos los que estábamos en el primer piso fuimos rescatados. Entonces nosotros sí nos pudimos salvar por eso, porque dicen que en ese edificio muy pocos se salvaron.

Y justo lo que nos platican. Ya después la brigada de los del grupo de teatro. Nos dijeron que lo que habían encontrado, investigando… (ellos no pudieron entrar a donde yo estaba, se fueron a rescatar a muchos lados). Pero que investigaron que nuestro, que mi edificio, estaba construido sobre los cimientos de lo que había sido un cine. Y que lo que hicieron —en lugar de poner cimientos nuevos— [fue] que amarraron el edificio sobre esa misma cimentación, porque era un edificio que no era tan viejo. Fue por eso. Se descubrieron todas estas transas que se hacían con las inmobiliarias. Y que, justo, como no había una regulación, hacían lo que se les daba la gana. Y eso hicieron con este edificio. Lo construyeron así. Y por eso fue de los primeros que se cayó. No aguantó nada.

Total, que esta amiga se esperó y gracias a ella… Yo le dije que se quedara a esperar a Pedro, a Laura, a Gustavo. Ya después supe que a Gustavo… es que a mí me subieron a la ambulancia, se subió el jefe de la Brigada. La brigada que me rescató era de la Cruz Roja. Eran voluntarios de la Cruz Roja. Eran como seis. El que me encontró estaba llorando, me recibió con mucho gusto, me abrazó, yo también… lloramos. Se subió a la ambulancia, porque él me dijo: “Yo la salvé”, y dije: … Bueno, ya te imaginarás ¿no? No podíamos ni hablar… Y ya no supe de él. Me hubiera encantado volverlo a ver después.

Esta amiga se fue conmigo hasta la Cruz Roja, allá, de Polanco. Había filas interminables en la Cruz Roja para sacarnos radiografías. Había un montón de gente ayudando, rezando, bendiciéndonos. Era una cosa impresionante. Gente preocupada, triste, buscando a sus familiares, preguntándote por ellos, que en dónde estábamos, que aquí en tal lado… “¿No sabe si rescataron a tales y tales?” “No, no, no sabemos nada, no”.

A mí ya me querían sacar. Me pusieron en un área, de las del Hospital de la Cruz Roja, donde ya guardan… como bodegas. Empezaron a meter a la gente donde pudieran. Y a los que ya nos sacaron la radiografía y todo y vieron que estábamos bien… Yo estaba más bien toda inflamada, de todas las articulaciones, y sí, no podía caminar, pero no tenía nada de gravedad.

“No tienes nada roto”, me decían los doctores, “ya váyase”, y yo: “¿A dónde? Espéreme tantito ¿no?” “Es que necesitamos el lugar” “Ya van a venir por mí” “Entonces la vamos a dejar ahí arrinconadita ¿no importa?” “No importa, pero espéreme a que vengan por mí”.

Total, que lo lograron… se disfrazó una compañera de trabajo de enfermera y un compañero del trabajo de doctor. Y allá estaba afuera la amiga que había dicho que me habían llevado ahí, que ella estaba segura que estaba yo adentro. Todos ellos se metieron a buscarme por todos lados, disfrazados. Eso me dio mucha risa después, porque ella era enfermera (decía), con todo su equipo llegaron. Se pusieron el vestuario y empezaron a buscar gente y me encontraron.

Finalmente, ya dijeron: “Bueno, ya vamos a sacarte”, que no sé qué. Y yo así, con la sonrisa y también viéndolos: “¡Qué bárbaros! ¡qué ocurrentes!” Dicen: “No, manita, así, solamente así pudimos. No dejan entrar a nadie. Entonces solo así, así que vámonos”. Y me llevan a la casa de ella, de la enfermera que vivía por ahí cerca, lindísimos. En su casa, me tocó la réplica del viernes, por cierto. Horrible, pero bueno.

¿Qué pasó después? Vinieron mis familiares. Estuvieron insistiendo mucho con el teléfono. De repente entraban las llamadas, pero era estar duro y duro y dale y dale. Y por fin entró la llamada y les dijeron: “Maricela vive. Está aquí con nosotros, en tal lado, si gustan venir, está muy difícil que vengan, espérense, casi nadie puede entrar a la ciudad de México”. Así de caótico estaba…

Y cuando ya por fin fueron por mí, fueron hasta dos días después que pudieron entrar a la Ciudad de México. Y dice mi cuñado que cuando llegó, iba a buscar, a reconocer cuerpos que porque pensaba que el de su hermana lo tenía que encontrar. Pero no, su hermana estaba perfectamente bien.

Y de la que supo fue de mí, que sí estaba yo muy lastimada y muy traumada, porque yo quedé enterrada muchas horas. Me sacarían como alrededor las tres y media, cuatro de la tarde. Entonces fueron demasiadas horas y, sí supe que [gente] muchos días después gritaban, O sea, yo no tomé terapia, que al final de cuentas fue una tontería, porque sí hubo ese servicio, […] hubo un tipo de servicio psiquiátrico, psicológico. Yo no lo tomé, a mí me llevó mi familia a Celaya y allá todos me acogieron también con mucho cariño, con mucho amor.

Y fui saliendo adelante poco a poco, pero yo quería regresar porque estaba muy traumada. Entonces mi familia no quería que regresara y yo quería regresar porque me empezaron a hablar. Empezaron a preguntar por mí, la gente del teatro, la gente del centro cultural de Neza, que si no iba a seguir con él…

Fue un parteaguas, que si no iba a seguir yo con mis presentaciones… las cancelé… dije que no, que era una señal de Dios que yo no tenía que andar haciendo nada, que mejor me estuviera en paz.

Algunas personas quisieron ir a recuperar parte de mis cosas, ya no les permitieron. Algunos pudieron recuperar fotos que reconocieron de mis hijas… algunos objetos que pudieron reconocer, los pudieran recuperar, pero ya no había manera detrás. De hecho, los hermanos, los familiares de Laura, con mucho trabajo lograron conseguir que los dejaran buscarla.

Y gracias a aquellos insistieron, lograron encontrarla, porque ellos decían: “Es que no, la van a dejar ahí, o sea. Ya sabemos que no está con vida, pero queremos encontrarla, saber que está, como quiera que sea… recuperar su cuerpo”. Y con mucho trabajo lograron convencerlos para que los dejaran a ellos buscar.

Y sí, sí la encontraron, afortunadamente. Pero ya después hubo mucho control. Y no querían permitirle a nadie. Yo creo que es normal ¿no? Que también por las cuestiones de rapiña que se empezaron a dar, en fin.

Siempre va sucediendo, a medida que pasa el tiempo, las cosas ¿no?… pero, de entrada, y al principio, fue una cosa. En donde… una muestra de humanismo y de gestos, de empatía y solidaridad.

El activismo en la UVYD

Y más bien me metí a ver lo de la adquisición de viviendas. En ese tiempo, otros amigos estuvieron de activistas organizando la Unión de Vecinos y Damnificados que se llamó UVYD. Que, por cierto, tengo contacto todavía con algunos de ellos que iniciaron estas movilizaciones.

Entonces, en aras de que los damnificados consiguiéramos vivienda, bueno, hubo movimientos, se organizó muy bien este movimiento y a mí lo que hicieron fue canalizarme. Y esta misma organización [la UVYD] te daba información, te abría la puerta para poder guiarte ¿no? Y ver qué opciones podrías tener […]. Lo que hicieron en mi caso, y en el de muchos, fue facilitarnos, facilitar las viviendas que ya había más o menos empezadas a construir y reconstruidas. Nos las dieron a los damnificados. Todos los damnificados tuvimos prioridad para obtener los créditos. No fueron regalos, fueron créditos, pero tuvimos la ventaja de ser de los primeros si demostrábamos que éramos damnificados.

Sí, esa fue la única… Sí, claro, yo no tenía nada, me quedé con una mano atrás, otra adelante. Salí sin papeles, sin nada. Y empecé a rastrear indicios para demostrar que yo vivía ahí. Y entre ellos, lo que me aceptaron fueron testigos, el de la esquina, gente que me conocía de todos los días, que era el del periódico, la señora que me vendía el desayuno, o sea, vecinos fueron los que hicieron de testigos y firmar, de que hacer constar de que sí, que yo ahí vivía, ahí en ese edificio.

Y con esos papeles que logré juntar, conseguí entrar. Así hacía toda la tramitación para conseguir vivienda. Justo, los del teatro lo que hicieron fue darme fotos de que fue el primer jardín en homenaje a los muertos del 85. Fue de los primeros jardines que se hicieron: un jardín en homenaje a los muertos de ese edificio y fueron los primeros. Fueron de las ideas que tuvieron en ese tiempo del gobierno en la Ciudad de México.[2]

Y el problema que yo tuve era que no podía demostrar que vivía ahí, entonces lo que hicieron fue darme las fotografías. Estos amigos de Tecolote, así se llamaba el grupo, es divino el grupo, me dieron toda la información para que yo hiciera constar que yo viví en ese edificio, con los testigos que firmaron de que sí, yo estaba en ese edificio. Y entonces, como ellos pedían eso, les dije que cómo se les ocurría ser tan burócratas y pedirme eso, si ya el edificio no existía. Creo que tenía que ir un inspector a darte un acta del valor del edificio. Sí [a verificar] lo que les pasó a muchos, que estaba dañado tu edificio, que fuera con una carta de un inspector, para hacer constar que el edificio ya era inhabilitado. Pero eran como… se les asignó esa función a muchos que trabajaban para el gobierno de la Ciudad de México, del Distrito Federal, en este tiempo.

Y yo, como no tenía cómo hacer que fuera un inspector a un jardín… lo primero que se hizo, porque se cayó, pues fue la constancia que yo tuve. Y entonces al alegarle yo todo esto a las autoridades ya dijeron: “Sí, ya, por favor, esta mujer que está aquí, tómenle denuncia, sí, por favor, tiene razón, vean ustedes, aquí está la foto de periódico, donde dice que fue… Y aquí tiene testigos…” y les llevé constancia de que estuve en la Cruz Roja, también me la dieron. O sea, tuve que hacer una serie de… trámites ya cuando me regresé de allá de Celaya, lo más recuperada, para solicitar vivienda. Y sí, lo que hicieron fue decir: “Ya le conseguimos a usted una vivienda en tales y tales zonas, escoja, pero usted lo que tiene es la prioridad de aprovechar su [crédito]. Es un proyecto de Infonavit”, y fue como me dieron el crédito, así es.

Entonces estuvieron dando viviendas y yo me fui de ahí hasta Aragón […] “Dije: yo no quiero, no quiero departamento, nunca más quiero vivir en un primer piso”. […] En ese tiempo, dije: “¡No!” Y fue una casita la que compré con el Infonavit. Una casita de interés social allá en Aragón, en una colonia recién hecha, estaba cerca de Bosques, Prados de Aragón. Y ahí viví muchos años. Muchos años que estuve ahí, yo prefería transportarme hasta acá. Es que hasta el centro y hacia donde tuviera que ir desde Aragón y así viví muchos años porque no quise ya arriesgarme con los temblores de por acá en el centro. Y sigue siendo, porque la zona era riesgosa… no, sigue siendo una zona riesgosa, la de la Roma.

Y también a raíz de todo eso hicimos más labor de denuncia por las inmobiliarias, justamente, lo que hacían. Mucho del activismo que se hizo fue denunciar todo eso. Fue cuando ya empezó a aparecer este “invento” de la Protección Civil, que no existía. No había una regulación de la construcción o, si la había, nadie la respetaba. Sí, empiezan a sacar las normas y a ser más fuertes con eso, entonces eso abre muchos cambios, así es, empezó a haber muchos cambios importantes desde aquel tiempo.

Y sí, había movimientos de denuncia y también de organizaciones ¿no? Para la vivienda. Y sí, yo ya de por sí venía en la cuestión del activismo, trabajando con este grupo de Neza, CECOS, se llama: Centro Educativo, Cultural y de Organización Social. Seguí trabajando con ellos, pero yo ya más como promotora. Nos íbamos a hacer apoyo de huelgas, de paros…

Y como te digo, en aquel tiempo había la huelga de la Ford, había mucho, mucho movimiento de izquierda. En ese tiempo había logros con la izquierda. Recuerdo las de [la cooperativa] Pascual, estaba totalmente la movilización para apoyar a los de la Pascual que finalmente triunfaron. Íbamos a cantar y nos organizábamos para ir ahí al activismo. Pero yo, en la época de De la Madrid, ya como trovadora.

A raíz de esto, yo ya me dediqué más a eso: al activismo de la cultura… le llamamos Cultura Popular Revolucionaria. Así se llamó el movimiento en el que estábamos los independientes. Era más bien apoyar eso: movilizaciones, paros, huelgas. Era lo que hacíamos. Ya no digamos nada más de viviendas, sino de todas las consignas que en ese tiempo hubiera, participaba con toda la gente.

Creo que en ese tiempo había mucho movimiento de izquierda y muchas organizaciones y mucha actividad. Fue en el tiempo de Miguel de la Madrid. Fue cuando el temblor… Y era… No me acuerdo quién era el de la Ciudad de México, del Distrito Federal. Porque además ni siquiera había todavía Gobierno, era asignado por el Presidente de la República.

Y sí, precisamente eso, precisamente esa parte ¿no? De lo que se empezó a disparar aún más, todos estos movimientos. Fue cuando nos dimos cuenta de que organizados y juntos, fue cuando, entonces, empezamos a tomar el control.

Todo eso fue lo que se descubrió, la cloaca, todas las mentiras y engaños que hubo. Y sí, las denuncias que empezó a haber: hacia las inmobiliarias, los materiales de construcción, todas las transas que se hacían. Diciendo, reportando una cosa y otra la que hacían. Digamos que cambió un poco, pero todavía persistieron. Y se siguió viendo que todavía está, sigue todavía… Ya viste lo que pasó con Mancera, le dieron un montón de dinero y nunca se reconstruyó, se supone que fueron donativos para mejorar las viviendas.

Pero bueno, en aquel tiempo sí, por lo menos, años después, empezó a haber esto de protección civil, empezó a haber más vigilancia, a haber un entrenamiento de todos para saber qué hacer en un caso de emergencia.

Creo que estamos un poco más preparados, aunque uno nunca sabe ¿no? Siempre es difícil, se puede seguir replicando este tipo de cuestiones, desgraciadamente.


  1. Dirección de Vinculación – SUTCIESAS
    Correos: programas.especiales@ciesas.edu.mx; culturasolidaridad.sutciesas@ciesas.edu.mx.
  2. El jardín, con el tiempo, fue sustituido con edificios nuevamente.