Perros de casa, perros de milpa y perros de cacería. El trabajo de los perros en el oriente de Yucatán, una mirada más que humana

Pavel Alonso García Magdaleno[1]
Becario postdoctoral SECIHTI/IIS-UNAM

Todo tiene su dueño. Uayma, Yucatán. 2017. Fotografía del autor

Resumen

Este texto busca reflexionar sobre las distintas funciones sociales de los perros entre las comunidades mayas del oriente de Yucatán, considerando la posibilidad de pensar la incorporación de comunidades más que humanas a partir del proceso de crianza-domesticación, desde la perspectiva de los términos mayas peninsulares aalak (doméstico) y yuum (dueño), resaltando la relación de cuidado y corresponsabilidad, más que el vínculo de dominación. Se explora el concepto de meyaj (trabajo) aplicado a las funciones sociales de perros y gatos en el cuidado de la casa, la milpa y el maíz, contrastándolo con la noción de mascota. Finalmente, se examina el rol del perro como cazador, destacando los procesos de enseñanza-aprendizaje y transformación corporal a partir de la distinción entre la comida de los perros de casa/milpa, basada en el maíz, y la de los perros cazadores, donde se incluye la carne de las presas. Asimismo, se reflexiona sobre el papel de los «perros maestros» en los procesos de enseñanza-aprendizaje de los cachorros y su importancia en la cacería colectiva en Yucatán.

Palabras clave: mayas, Yucatán, perros, crianza, domesticación

Introducción

Al bajar del camión en la comunidad de Chemax, tocaba caminar las calles del pueblo hasta la casa de mi amigo Miguel. Al dar vuelta en una de ellas, con poca iluminación, me encontré con varias montañas de material de construcción que tuve que esquivar. Sin darme cuenta, de un momento a otro saltaron desde las sombras varios perros que comenzaron a ladrarme y se abalanzaron sobre mí. Unos segundos después, al escuchar el alboroto, un grupo de niños y adolescentes, casi todos varones, salieron a regañar a sus canes y a meterlos a sus respectivas casas, con lo que pude cruzar esa frontera, un tanto atemorizado y cuidadoso. Al cruzar la mirada con uno de los pequeños me dijo “este si muerde, ya ha mordido a varias personas”, con lo que ponía en claro la ferocidad de su animal y la importancia de su pronta intervención para evitar que me mordiera. Unas semanas después, en el pórtico de la casa de la familia Espadas en la comunidad de Uayma, doña Margarita y yo contemplábamos a los perros de la casa de enfrente dormir plácidamente sobre la calle recién asfaltada. Parecían ser otros seres distintos de los que me habían atacado unas semanas antes.

Estos perros que se transforman según la hora del día abrieron la puerta con sus comportamientos, transformaciones y trabajos en las comunidades mayas del oriente de Yucatán a la reflexión que ahora escribo. Cabe aclarar que los perros que las lectoras o lectores conocerán aquí son distintos a las mascotas citadinas con las que estamos acostumbrados a cruzarnos. Los perros malix, como suelen llamarlos en maya, son aquellos perros “mestizos” que no forman parte de estas “razas puras” pero que son fieles cuidadores de los espacios humanos y sus habitantes en Yucatán.

En este breve texto busco reflexionar sobre las distintas funciones sociales de los perros en las comunidades mayas, considerando la posibilidad de pensar la incorporación de comunidades más allá de la organización humana, donde otros seres se integran en una dinámica conjunta de participación social; observaremos las posibilidades de la conformación de comunidades multiespecie.

En la construcción de estos entramados de relaciones entre perros y humanos, podemos pensar las posibilidades desde una visión histórica de la domesticación de los cánidos como un proceso antiguo que los ha incorporado a la vida social humana, convirtiéndolos en “el mejor amigo del hombre”. Este presupuesto invisibiliza el proceso violento de dominación del otro animal a partir de la domesticación y deja de lado las relaciones contemporáneas que se ponen en juego en comunidades como aquellas con las que he trabajado en Yucatán. Es por lo anterior que considero fundamental reflexionar sobre las relaciones existentes de manera contemporánea entre perros y humanos en el contexto maya.

Antes de profundizar en las posibilidades de los perros dentro de las sociedades mayas de Yucatán, es fundamental comprender el proceso de crianza-domesticación en estas comunidades. De esta manera, pondré en juego los términos usados por los mayas peninsulares para clasificar a un ser como doméstico, aalak, y su relación con quién los cría y cuida, yuum.

Con respecto a la función social de los animales en las comunidades mayas se reflexionará sobre el término meyaj (trabajo), y la incorporación en las funciones sociales de perros y gatos a los cuidados de la casa, la milpa y el maíz. Es bajo esta mirada que se puede contrastar la noción de mascota con respecto a los animales que viven y conviven en las comunidades mayas del oriente de Yucatán.

En contraste con la función social del perro como cuidador podemos pensar en su devenir como cazador, pues además de vivir una selección por parte de sus dueños, pasan por distintos procesos de aprendizaje y transformación corporal hasta volverse perros maestros con la capacidad de transmitir sus conocimientos a las nuevas generaciones de cachorros.

Por último, se presentará una reflexión sobre las dos funciones sociales que cumplen los perros en las comunidades mayas, la de cuidado y la de cacería, observando la manera en que los perros se incorporan, según sus capacidades innatas o desarrolladas, en la sociedad maya, y forman parte de esta.

Los perros y sus amos. Una historia de domesticación/ dominación

Normalmente pensamos el proceso de domesticación, ya sea de plantas o animales, como un proceso histórico (Valadez Azúa, 2021), que se desarrolló por la selección de las especies “salvajes” por parte del ser humano, con base en sus necesidades y deseos, y las posibilidades de utilizar a estos seres en su propio beneficio[2].

Este punto antropocéntrico que observa la relación entre animales domésticos y humanos prevalece en muchas reflexiones contemporáneas al respecto de estos procesos. Con la inclusión en nuestra ecuación de las realidades mayas no se pretende dar una salida a esta discusión. Más bien mi intención es poner en entredicho las ideas humanas sobre los perros que David Varela ha llamado Canidad:

No puede negarse que los perros posean características tales como el ser amistosos y cariñosos con sus seres queridos, o que efectivamente sepan de lealtad y sean obedientes; su éxito evolutivo está fuertemente anclado en esas características. No obstante, el punto es que estas no constituyen su esencia natural, sino que son construcciones sociales antropocéntricas. (Varela Trejo, 2022: 39)

Además de señalar el carácter antropocéntrico de nuestra visión sobre los perros es fundamental comprenderla como algo construido y no universal, poniendo a discusión el esencialismo y los valores derivados de observar a los perros como “el mejor amigo del hombre”, en masculino en ambos casos por el mismo sesgo de género que tienen las implicaciones de la domesticación del perro vinculada a la cacería.

A pesar de no contar con datos históricos para contravenir estas interpretaciones sobre el pasado de las relaciones, y, como veremos más adelante, de las realidades mayas donde las tareas de agricultura y cacería son realizadas por varones, tanto humanos como perros, es importante mencionar que, al tratarse de evidencia histórico-arqueológica, los sesgos de género pueden estar presentes en su interpretación. Por otra parte, resulta importante mencionar que el tema del cuidado, usualmente vinculado a las actividades femeninas, marcará un eje fundamental de mis observaciones etnográficas y mis postulaciones teóricas con respecto al proceso de crianza-domesticación.

Por último, me gustaría poner sobre la mesa el carácter histórico del proceso de domesticación, pues desde la biología y algunas ciencias asociadas se considera este proceso como algo concluido, desarrollado por los ancestros de animales/plantas y humanos, y que las relaciones que tenemos de manera contemporánea son una continuación o resultado de dicho proceso, sin embargo, en el caso de las comunidades mayas el proceso de “domesticación” se da en la relación misma que se establece entre yuum (dueño) y aalak (doméstico), como se explicará más adelante. Pensar esto no como una interpretación “cultural”, sino como la manera en que viven sus relaciones las poblaciones mayas peninsulares, abre la puerta para pensar la domesticación como algo construido desde el presente y de manera particular y continua, más que como un proceso histórico dado y cuyo resultado es la capacidad humana de modificación y aprovechamiento de otros seres.

Todo tiene su dueño

Como mencioné anteriormente, parte de mis cuestionamientos sobre la condición de domesticación en términos de las comunidades mayas surgieron al charlar con doña Margarita Xooc en la comunidad de Uayma. Platicábamos sobre los perros que dormían plácidamente en la calle frente a su casa, y me dijo “todo tiene su dueño”. Esto me sigue resonando y dando en qué pensar: usualmente no existen cosas en lengua maya que no tengan relación con objetos o sujetos, esto puede estar marcado por los posesivos, como en el caso del término aalak, que es un marcador posesivo usado en los animales que habitan las comunidades mayas.

Si bien es uno de los clasificadores más usados para referirse a las gallináceas, los perros, puercos, gatos, entre otros animales que suelen vivir en los solares, el término aalak no es la contraparte de ba’alche.[3] A pesar de que este segundo término se usa para referirse principalmente a los animales del monte, se trata de una cuestión posicional-relacional; los humanos tienen a sus animales domésticos y por lo tanto no usan el clasificador posesivo para referirse a los animales del monte, sin embargo, el señor del monte yuum k’áax es dueño de dichos animales, por lo tanto, son sus aalak. En este sentido los términos relacionados no son aalak y ba’alche sino yuum[4] y aalak (García Magdaleno, 2020b; Ortíz Becerril, 2023).

En este sentido el clasificador aalak no solo se puede utilizar para los animales, sino para otros seres como las plantas (Ortíz Becerril, 2023) o incluso para pensar en las relaciones entre los santos y los habitantes del pueblo o Dios y todos los seres (García Magdaleno, 2020b: 19-20).

Comprendiendo lo anterior, podemos regresar a lo dicho por doña Margarita: en las comunidades mayas no existen perros que no tengan dueño, perros callejeros o ferales. Ella misma me comentaba “Todos tienen dueño, que los dueños no quieran hacerse cargo es otra cosa, si un perro se come un pollo o muerde a alguna persona su dueño tiene que hacerse responsable”. Aunque podríamos pensar que es un fenómeno similar a los procesos de mascotización que existen en las ciudades, el concepto de cuidado y responsabilidad están fundamentados en relaciones sociales claramente establecidas basadas en el trabajo y la reciprocidad, como veremos más adelante.

En este sentido la relación entre yuum y aalak antes quede presentarse como una relación de posesión y dominación, se presenta como una relación de cuidado, basada principalmente en la alimentación, y, en el caso de perros y gatos, en la comensalidad. En la comunidad de Uayma me tocó escuchar en más de una ocasión “cría al niño/la niña” refiriéndose al proceso de alimentar en la boca a los infantes más pequeños. Así, también, no es nada fuera de lo común escuchar a alguna madre que delega la tarea a niños o niñas de “criar” a los pavos, puercos o gallinas, que consiste en llevarles su alimento, ya sean las sobras de la comida o el alimento especial que se ha comprado (García Magdaleno, 2020b).

Astrid Ortíz menciona el fenómeno del abandono de los perros en el monte si no cumplen con las características que se requieren para convivir con los humanos (Ortíz Becerril, 2023: 231). Esto puede ser una sentencia de muerte para los perros, sobre todo si se trata de cachorros, sin embargo, si lo pensamos en la relacionalidad de los dueños, podría ser una acción mediante la cual estos animales son entregados al señor del monte para que se haga cargo de ellos, como suele pasar con el proceso inverso de criar animales del monte, que también corren el peligro de morir por no adaptarse a su nuevo dueño. En ocasiones estos animales regresan nuevamente a la selva o son pedidos al señor del monte para que los ceda a las personas humanas como nuevos dueños (García Magdaleno, 2020b).

Normalmente los perros “se hacen regalados”, mientras los gatos se tienen que cambiar por pollos para que no se vuelvan flojos (García Magdaleno, 2020b; Ortíz Becerril, 2023). En cierta ocasión en Uayma me comentaron que si se fuera a comprar un gato tendría que esconder el dinero para que no lo viera, si lo llega a ver se volvería flojo y no haría su trabajo.

Tanto a perros como a gatos se les suele alimentar de maíz, principalmente de tortillas. Cuando hay varios animales que conviven en el solar se les suele alimentar “parejo”, generando una competencia por las sobras de la comida que les proporcionan (García Magdaleno, 2020b; Ortíz Becerril, 2023). Sin embargo, se puede tener una consideración especial con aquellos perros que han hecho un trabajo importante como acompañar a sus dueños a la milpa, quienes serán recompensados con tortillas frescas. Aquí podemos observar una primera distinción entre aquellos perros que van a la milpa y aquellos que se quedan en casa, y que son considerados como flojos (Ortíz Becerril, 2023: 211).

El trabajo animal

Es importante mencionar que existe una ambigüedad en la traducción del término maya meyaj como trabajo, igual que ocurre al nombrar yuum como señor o aalak como doméstico. Parte del problema lingüístico es arrastrado hacia un ámbito social, donde las equivalencias de términos no se corresponden con las realidades sociales que nombran. En este sentido, creo que, si bien el término meyaj puede ser entendido en las relaciones capitalistas de intercambio de fuerza de trabajo por dinero, cuando los propios mayas van a trabajar a empresas de construcción, turísticas, etc., en el contexto maya se puede comprender de manera mucho más profunda, refiriéndose al trabajo que todos tenemos en nuestra existencia. Por ejemplo, los dioses de la lluvia tienen la labor de regar el mundo y en particular las milpas (Terán y Rasmussen, 2008; 2009).

Bajo la premisa anterior es importante entender que todos los seres tienen un trabajo, y por otro lado todos están encomendados a alguien para ser cuidados. En ocasiones estas dos tareas se cruzan, el yuum puede pedir a sus aalak que sean sus ayudantes para emprender alguna tarea, como ocurre entre los dioses de la lluvia y las ranas (García Magdaleno, 2015).

Más allá de su posible simbolismo prehispánico (De la Garza, 1997), la principal función social, meyaj, que tiene el perro entre los mayas peninsulares contemporáneos es cuidar la casa, el solar y de sus habitantes, humanos y más que humanos.[5] Este trabajo se realiza principalmente de noche, y protege este territorio de la posible irrupción de seres humanos y más que humanos, particularmente espíritus de personas fallecidas, pixano’ob, malos aires, k’aak’as iik’o’ob, o algún otro espíritu que pudiera hacer daños a los ocupantes de estos espacios.[6]

Sin embargo, como se mencionó anteriormente, los perros pueden desempeñar otros trabajos tanto en la milpa como en el proceso de la cacería. En el caso de la milpa, como menciona Astrid Ortíz, los perros pueden acompañar a sus dueños a las milpas y protegerlos de algunos peligros, como pueden ser las serpientes venenosas o los malos aires. Este trabajo es valorado y además de ser recompensados con comida (Ortíz Becerril, 2023: 211) se les puede dar una sepultura especial por su apoyo leal en las labores agrícolas (Ortíz Becerril, 2023: 239).

A la par de este cuidado de su dueño, algunos campesinos llevan a sus perros para el cuidado de la milpa, esto con el objetivo de que ningún animal entre a romper los maíces en crecimiento o a comerse los elotes, según el momento. Para esto es importante llevar comida y agua a los perros hasta el lugar donde se están quedando. Don Pedro Dzul en 2017 incluso le hizo una pequeña casa a su perro que se quedaba a cuidar su milpa. Este trabajo puede ser peligroso, pues en ocasiones los perros pueden ser atacados por manadas de chi’ik, coatíes o tejones, que suelen entrar a las milpas. Por esto no todos los perros pueden realizar esta labor.

El cuidado del maíz no solo ocurre en el espacio de la milpa, los gatos son los encargados de proteger las semillas de los roedores. En el oriente de Yucatán les dicen a los felinos que los ratones son “venaditos” para que puedan cazarlos y comerlos; si se enteran de su naturaleza de ratón los vomitarán, acción indeseable para los mayas (García Magdaleno, 2020b:50-51). La disminución o ausencia de roedores en la casa también protege a sus habitantes de la llegada inesperada de alguna serpiente en busca de este tipo de alimento. De ser así, los perros serán los encargados de detectarla y avisar de su presencia.

Resulta interesante que el trabajo de los gatos sea ser los cazadores de los “venados” de la casa, mientras que los perros se incorporarán a algunos tipos de cacería, particularmente la batida o p’uuj, como veremos a continuación.

Maestros animales

A pesar de que se suele usar el término de peek para referirse de forma genérica a todos los perros, el valor que tienen no es igual y depende frecuentemente de los trabajos que puedan desempeñar. Esto también ocurre con otros animales, y a aquellos que cumplen una función social en sus comunidades se les suele llamar maestros.

Entre los ejemplos que encontré en campo están los chi’ik, coatíes o tejones, que se mueven en manadas que según los agricultores del oriente de Yucatán pueden llegar a sobrepasar los cien individuos. Don Luis, de la comunidad de Uayma, me comentó que quien dirige las manadas son los más pequeños, que son los maestros, quienes entran primero a la milpa y saben que es segura, y llaman a los demás (García Magdaleno, 2020b:120). Según Mundo Ramírez sucede algo similar con los kidam, jabalíes o pecaríes (Ramírez Camacho, 2016). Resulta interesante el papel de los animales más pequeños como los maestros pues tienen un papel fundamental en la sociedad animal, dirigiendo sus respectivas manadas. En algunas narrativas mayas, los hermanos más pequeños, llamados t’up, son aquellos que realizan proezas o tienen mayor sabiduría que sus hermanos mayores.[7]

Otro caso de animales maestros es el de los zopilotes:

Los ch’oom (zopilotes) también tienen su maestro, estos son los zopilotes de cabeza roja, son los primeros en bajar, primero vuelan sobre su comida, bajan en picada hasta el lugar donde está el animal muerto, después lo saltan para que se “madure” y los demás puedan comerlo, después de saltarlo, vuelve a emprender el vuelo y baja otra vez comenzando a comer los ojos y el culo, entonces los demás zopilotes (los de cabeza negra) bajarán a comer. (García Magdaleno, 2020b: 122)

Como es posible observar, en ambos casos los maestros dan un servicio a su comunidad animal. A diferencia de la manera como solemos usar el término maestro en español, en los ejemplos que hemos visto no se trata de una actividad vinculada al proceso de enseñanza-aprendizaje, sino un papel de responsabilidad y prestigio vinculado a sus habilidades y conocimientos. Esto se mantendrá en el caso de los perros maestros, pero en este caso particular se agregará la enseñanza de sus habilidades a los cachorros que se integran a la manada.

Entre ladridos y silbidos. La batida

Existen cuatro tipos de cacerías tradicionales entre los mayas peninsulares: «P’uuj o batida (cacería en grupo), Ch’uk o espiar (realizar acecho), Ts’on o cacería nocturna, y Ximbats’on o pasear el monte (cacería oportunista de un campesino-cazador realizada durante su traslado a sitios agrícolas)» (Plata Espino, 2017: 10). En varias de ellas los cazadores pueden estar acompañados de perros entrenados para rastrear animales, y a pesar de que todas pueden ser potencialmente peligrosas, la cacería de batida o p’uuj suele ser la más riesgosa por la cantidad de tiradores. En esta modalidad la participación de las manadas de perros es indispensable.

Para que la batida pueda ser exitosa es fundamental una buena comunicación entre los participantes humanos y los perros. Este sistema de comunicación no verbal se establece a partir de un intercambio sonoro entre silbidos y ladridos. Los cazadores se chiflan para conocer su posición en el espacio de cacería, mientras los perros ladran según la tarea que están desempeñando, de rastreo o de persecución (Plata Espino, 2017; Rodríguez et al., 2012). La posibilidad de comprender formas de comunicación entre animales y humanos abre la puerta a reflexionar de manera más profunda en las implicaciones de esta convivencia[8].

Esto no implica una desjerarquización de la relación de dominación entre humanos y perros, pero complejiza las propias jerarquías internas que se establecen a partir de los conocimientos y la capacidad de dirigir los grupos de humanos o perros en una actividad conjunta. Los propios cazadores tienen una organización interna: “los cazadores se dividen en dos grupos, uno de búsqueda o ‘pujeros’ y otro de espera o ‘tiradores’, bajo la coordinación respectiva de un cazador experimentado reconocido como ‘maestro’ o ‘chingón’” (Plata Espino, 2017: 5). Una estructura similar se produce en el caso de los perros, donde los perros maestros son quienes dirigen la cacería, rastreando y persiguiendo a la presa y comunicando de manera correcta a los cazadores su posición y la actividad que están realizando (García Magdaleno, 2020b; Plata Espino, 2017); les siguen los secretarios, que son perros en entrenamiento o que no sirven directamente para la cacería de venado, pero pueden ser útiles para la cacería de otros animales (Plata Espino, 2017: 50).

Los cachorros que se busca adiestrar son llevados continuamente al monte, posiblemente primero en labores de agricultura, para después comenzar a incorporarlos a la cacería. En este contexto son los otros perros, principalmente los maestros, quienes se dedicarán a enseñarles e integrarlos en la manada, de manera que parte del aprendizaje es perro- perro (García Magdaleno, 2020b). Se busca conservar a los cachorros de los perros cazadores como una forma de preservar su linaje (Plata Espino, 2017), sin embargo, no es una actividad exclusiva de linajes de perros cazadores. Usualmente se utilizan malix peek en esta actividad, sin embargo, en 2023 me tocó observar la incorporación de un sabueso para una batida en Uayma.

Además del proceso de aprendizaje que comienza con las salidas al monte y después pasa a la cacería, la transformación de los perros en cazadores también conlleva una transformación corporal vinculada a la alimentación[9]. Mientras que, como ya vimos, los perros de casa tienen un proceso de comensalidad con sus dueños, donde se les comparte la comida que se cocina en la casa, los perros cazadores tienen que comer parte de las presas. La ingesta de vísceras, principalmente del venado, dará a los perros la capacidad de rastrear estas presas. Igual que los humanos pueden desarrollar un gusto por la “carne de monte”, los perros también pueden desarrollar esta preferencia, “si un perro se revuelca repetidamente es porque este sabe que comerá venado, siendo un buen augurio de caza (Plata Espino, 2017: 60). A diferencia de las vísceras, según Elías Plata, el que los perros llegaran a comer la cola del venado los dejaría sin la posibilidad de volver a cazar este animal (Plata Espino, 2017: 60).

Nacer cuidador y volverse cazador, la transformación de los perros y su devenir

Como hemos visto el trabajo, meyaj, de los perros en las comunidades mayas de Yucatán está vinculado al cuidado del espacio y su construcción corporal se da mediante la alimentación compartida con sus dueños humanos, pocas veces se alimenta a perros y gatos con alimento especial. En los pocos casos que he podido registrar considero que se trata de un proceso de mascotización que no es la realidad general de los perros en esta zona, e incluso esos casos son particulares, pues se suelen tratar de perros “de raza”, no propios de las comunidades. Este proceso de mascotización rompe con la dinámica social de intercambio de trabajo por comida y cuidado, desplazando la función social de los perros de cuidado del espacio.

Si bien no todos los perros tienen la capacidad de cuidar la milpa, el proceso de aprendizaje para poder desempeñar esta tarea no es muy exhaustivo, simplemente se debe llevar a los perros al monte para que estos aprendan los caminos y a volver al espacio donde se encuentra su dueño. Esto resultará fundamental pues además de vincularse con el espacio a cuidar, desarrollarán otros vínculos sensoriales referentes a otros ocupantes del espacio, como pueden ser los animales depredadores de la milpa.

Considero que la transformación de los perros en cazadores implica otras características, que pasan por la transformación corporal a partir de la alimentación, como ocurre en distintas comunidades mayas humanas (García Magdaleno, 2020a). Esta transformación alimentaria cambiará sus relaciones con el monte y con los animales que buscan rastrear.

Podemos pensar el trabajo de cuidado del territorio como algo dado para los perros, como ocurre con todos los seres en el universo maya, y la cacería como un trabajo especializado construido a partir de procesos de enseñanza-aprendizaje humano-perro y perro-perro, además de la transformación corporal antes mencionada, que, dependiendo de la parte de la presa ingerida, puede intensificar su relación o romperla por completo.

En este sentido el valor social de los perros para los mayas depende de las actividades o trabajos que puedan desempeñar, así como de su capacidad de transmitir a sus iguales esas habilidades, ya sea por parentesco o por su posibilidad de mostrar la manera de hacer las cosas, particularmente en los procesos de cacería colectiva.

De esta manera un perro puede cuidar la casa y el solar, o la milpa, y ayudar en distintos tipos de cacería. En el caso de ser maestro, su valor sería posiblemente el más alto. No todos los perros logran desempeñar todas estas tareas y su vínculo con los humanos no sólo está determinado por su trabajo; las comunidades mayas también tienen aprecio por sus perros, sin embargo, | sus vínculos más fuertes se construyen en los procesos de cuidado mutuo en situaciones potencialmente peligrosas, y en la realización de actividades conjuntas mediante una colaboración más que humana.

Referencias

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  1. Correo electrónico: pavelalonsogarciam@gmail.com
  2. Parte de este argumento lo desarrolla Darwin en El origen de las especies (citado en Valadez Azúa, 2021).https://www.zotero.org/google-docs/?o7nAEb
  3. Si bien el término ba’alche puede ser traducido como “cosa de árbol” se utiliza para referirse a los animales de manera general, en su conjunto, o cuando no se quiere hacer referencia a alguna particularidad, sino únicamente a su condición de animal. Véase Barrera Vásquez, 1980.https://www.zotero.org/google-docs/?oSRVdX
  4. El término yuum significa dueño, señor o padre. El primero se refiere a la relación de pertenencia, cuidado y responsabilidad; el segundo se observa en contextos de respeto y el último, aunque en desuso en el oriente de Yucatán, permanece como un marcador de linaje y parentesco (García Magdaleno, 2020b).
  5. Se puede consultar la discusión sobre humanos, no-humanos y más que humanos en Chao, et al., 2023.https://www.zotero.org/google-docs/?dLsueq
  6. Para profundizar en los peligros causados por los malos vientos, véase Quintal, et al., 2014.https://www.zotero.org/google-docs/?OPM845
  7. Véase Cruz Cortés, 2002.https://www.zotero.org/google-docs/?jNbMBK
  8. Véase Kohn, 2007https://www.zotero.org/google-docs/?NKsZ93, o Kohn y Cruzada, 2017.https://www.zotero.org/google-docs/?NJyKKjhttps://www.zotero.org/google-docs/?NJyKKjhttps://www.zotero.org/google-docs/?NJyKKj
  9. Este proceso de transformación ha sido investigado entre los tzeltales de Cancuc por Pedro Pitarch (Pitarch Ramón, 2013).https://www.zotero.org/google-docs/?68qda3