Martha Itzel Pineda Vázquez[1]
Doctorante en Estudios Mesoamericanos, UNAM
Lobo come conejo, San Lorenzo Nenamicoyan, Jilotepec, Estado de México. Itzel Pineda, 2025
Resumen
Los xhitas son una representación híbrida humano – otra especie animal, de origen otomí, del Estado de México cuyos protagonistas preparan la tierra con sus “travesuras”, danzas, rezos y ‘chicote’, para cada ciclo de siembra. Para lo cual realizan durante quince días una serie de ritos junto con la población, que van desde la risa hasta la resistencia. Los xhitas son amados, temidos, y rechazados, y son sagrados; ellos reparten el maíz en cada casa anfitriona a cambio de hospitalidad, comida, bebida y semillas, es decir que las semillas va rotando de casa en casa. Los mayores de los xhitas también hacen limpias si así lo solicitan las familias, y en todo momento la imagen del santo patrono San Lorenzo, a quien veneran, encabeza las caminatas y encomiendas. Los acompañan los servidores y “componentes” llamados (por el objeto del que son encargados): ‘bandera’, ‘canasta’ y ‘capitán’ tanto de la Virgen de Guadalupe como del Señor de Chalma, y también el público está invitado a seguirlos en sus travesías que exigen resistencia y condición física.
Dentro del trabajo que realizan los xhitas está el de proveerse su vestimenta y es un cargo y promesa lo que hacen, las cuales renuevan año con año a través de un juramento ante las imágenes y cruces de las diferentes capillas, culminando en la que se encuentra en la cima del Cerro de la Virgen. Esta tradición es una reminiscencia de la festividad otomí conocida como Xocotl Uetzi “pájaro que cae”, a la vez que sirve de contexto para sostener la práctica ancestral otomí de la enfloración.
A través de un resumen ilustrado de esta práctica de origen otomí se hace un llamado a fortalecer las políticas que defiendan el uso del idioma originario como una riqueza de trascendencia invaluable.
Palabras clave: xhitas, otomíes, más que humano, San Lorenzo Nenamicoyan, Estado de México.
El carnaval
Había escuchado la palabra carnaval, y también leído sobre los xhitas[2], sabía que eran personajes con máscaras característicos de la zona otomí, mas desconocía el rito que estaba detrás de esta práctica. A continuación narraré a manera de pasaje etnográfico lo que presencié. Paralelamente, lo ilustraré con fotografías y otorgaré contexto antropológico.
El centro del círculo de la comunidad de San Lorenzo Nenamicoyan está conformado por una iglesia de piedra, dos campanas en su campanario, tres cruces enclavadas alrededor del techo, una en el atrio y once imágenes[3] religiosas en su interior.
La comunidad se encuentra al norte de la cabecera municipal de Jilotepec, Estado de México. En las crónicas novohispanas[4], Jilotepec está referido como el riñón otomí junto con Tula. Motivada por dicha referencia inicié mi búsqueda por dicha región y encontré para mi sorpresa una práctica ancestral viva.
Cada xhita debe encargarse de proveerse de su vestimenta: máscara de cartón en forma de animal, un sombrero con tiras de papel crepé de colores que asemeje una larga cabellera, un lazo amarrado en forma de trenza en el que en la punta lleve una “pajuela” (imagen 1) y que al tirar de ésta suene como “chicote”, de ahí su nombre: “del náhuatl xicotli, clase de avispa. m. Látigo” (Gómez, 2025). Este artefacto es muy importante para imponer respeto y configurar la formación y organización de los xhitas en su recorrido. Su ajuar también incluye un quexquémetl de ‘ixle’, como le dicen (imagen 2).
Imagen 1. Uno de los xhitas más jóvenes muestra la “pajuela” elaborada por él mismo, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Imagen 2. Quexquémetl hecho de “ixle”, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
El cargo de xhita dura siete años y puede renovarse. Inicia formalmente el sábado 22 de febrero a las 00:00 horas en la iglesia, donde se encomiendan, se persignan, y “sacan licencia” para que les vaya bien en su recorrido. Asimismo, los servidores de las tres imágenes representativas del pueblo, Virgen de Guadalupe, Señor San Lorenzo y Señor de Chalma, se encomiendan ante ellas en un acto en el que “censan”, es decir, presentan las banderas, así como los instrumentos musicales que guían las danzas de los xhitas: la flauta y el tambor. La mayoría de los xhitas son jóvenes, alrededor de los 20 años, dedicados por lo general al oficio de albañilería, sin embargo, en el ritual, se convierten en el animal de la máscara que portan, a través de aullidos y la imitación del comportamiento y sonidos particulares de éste.
El rito está asociado a la fertilidad y se compone de varios momentos que siguen una pauta: saludar a la casa o lugar al que lleguen alzando sus ‘chicotes’, bailar en parejas entre ellos al ritmo de la melodía, saltar abrazados en parejas, hacer travesuras al público o a los dueños de la casa a donde hayan sido invitados, representar algún pasaje de la comunidad, como una pelea de gallos, una corrida de toros, un pleito entre dos hombres por una misma mujer, es decir, aquello que asemeje una trifulca que ponga en tensión dos fuerzas opuestas, de ahí el concepto de resistencia. La dinámica se complementa con la comida que es ofrecida y en algunos casos el consumo de bebida de natural de fruta y alcohólica.
Por tratarse este de un número de Ichan Tecolotl dedicado a la antropología multiespecie, me parece pertinente observar que los xhitas se ponen al servicio de tomar los atributos de la máscara que eligen, así mugirán, ladrarán, piarán, etc., y llegado el momento, cuando se tate de hacer la “performance” del pasaje cotidiano referido anteriormente, algunos de ellos incluso caminarán en cuatro patas o adoptarán comportamientos de otras especies no humanas (imagen 3).
Imagen 3. Habitante de la comunidad encontrándose con un xhita perro, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Asimismo, los xhitas acompañan el cambio de servidores que se encargarán durante un ciclo ritual anual de las necesidades de San Lorenzo, por lo cual hacen con ellos el enfloramiento de las capillas culminando en la del Cerro de la Cruz (imágenes 4 y 5). Ya ahí arriba hacen la limpieza, que consiste en tirar el agua sucia de jarrones, quitar flores marchitas y revestir la fachada con nuevos ramos, a la vez que cambian las flores de los floreros de adentro de cada capilla (imagen 6), limpian las cruces y las revisten de ensartes (collares de flores) nuevos, elaborados tanto por los xhitas como por los servidores, cabe destacar que para esta actividad se quitan las máscaras y sombreros.
Imagen 4. Enfloramiento de la fachada de la capilla del Cerro de la Virgen, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Imagen 5. Servidores haciendo el “Censamiento” de flores con las que suplirán las flores antiguas de los floreros, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Imagen 6. Los ramos de flores hechos previamente en la iglesia para revestir las capillas. Cima del Cerro de la Virgen, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Ya con la capilla limpia, cada xhita renueva su juramento a través de un rezo y prende una veladora. De esta manera, reafirman su compromiso y se encomiendan para los días que les faltan de festividad (imagen 7). Los xhitas son guiados por los mayores (imagen 8), a ellos obedecen. Dicho cargo requiere entereza mental para lidiar con el cansancio y la responsabilidad. Ser mayor es de mucho respeto. A las capillas entran sin máscara, lo cual marca que a la capilla entran como “humanos”, pero una vez fuera de ella, se vuelven de nuevo “animales” que bailan al compás de la música.
Imagen 7. Capilla de la Santísima con las veladoras y juramentos de xhitas y servidores, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Imagen 8. Las xhuxhitas (mayores) y el mayor principal de los xhitas “censando” las flores en la capilla de la Santísima, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Otro elemento que les acompaña es el “aullido xhita” que emiten para anunciar su llegada y es un alarido de ánimo entre ellos mismos.[5] Al bajar del Cerro de la Virgen, son recibidos en la casa del servidor que entrará a tomar el carguito de capitán de San Lorenzo[6].
Previamente, dicho servidor es el responsable de preparar un ramo específico (imagen 9) elaborado con la ayuda y asesoría de uno de los habitantes más longevos[7], hablante otomí que tiene la habilidad de tocar la armónica. Este ramo será el protagonista de la procesión que partirá de casa del servidor antes mencionado a la iglesia principal, acompañado de música y alabanzas entonadas por los rezanderos (imagen 10). Dicha recepción en este año fue amenizada por banda[8] y, como en la mayoría de las casas, se prepara comida para alimentar a los xhitas y al público que los acompaña.
Imagen 9. Ramos cubiertos por una carpeta bordada, uno de ellos hecho a semejanza de la silueta de de San Lorenzo, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Imagen 10. Procesión encabezada por el ramillete de San Lorenzo y la imagen del santo patrono, acompañada por los servidores de “canasta” y “bandera”, y habitantes de la comunidad, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Es en este momento de euforia con la banda cuando los xhitas tienen el espacio y posibilidad de ser ellos mismos, es decir, convertirse plenamente en perros, lobos, o puercos, y hacer maldades, ya sea “atacar” a algún miembro del público que los provoque o bien, representar peleas de animales entre ellos. De esta manera, afirman su esencia como fuerzas de animales llamados para vivificar y animalizar a la tierra.
Lo anterior transcurre la primera semana. Ya para la segunda, se vuelve aún más dinámico el rito, pues no sólo visitan las casas y las capillas sino que también hacen un recorrido prácticamente por las seis manzanas que conforman la comunidad e incluso pueden visitar otras rancherías cercanas y reviven lo que antiguamente era llamado Xócotl Uetzi, “pájaro que cae”, un acto ceremonial que consistía en tirar un “fardo” colocado en lo alto de un palo; la encomienda era bajar de arriba lo que encarnaría en la tierra. Actualmente lo que se coloca en la punta del árbol es una o dos piñatas elaboradas por las familias de las casas que los reciben (imagen 11), y cuando se trata de un palo encebado colocan una bandera, que en este caso fue de color rojo (imagen 12). Dicha actividad requiere de mucho entrenamiento y habilidad.
Imagen 11. Xhita subiendo a la punta del árbol para bajar la piñata donada por la comunidad, San Lorenzo Nenamicoyan. Gustavo Romero, 2025
Imagen 12. Xhuxhita subiendo al palo encebado para descender la piñata, San Lorenzo Nenamicoyan. Gustavo Romero, 2025
Es importante además aclarar que los xhitas deben bailar alrededor de dicho árbol o palo encebado al compás de la música (imagen 13). Esta “activación” de la danza, para apoyar al compañero que sube, es muy importante, y para lograr dicho ánimo e intención las xhuxitas, personajes con máscara de humano y vestimenta de mujer que fungen como las figuras femeninas de autoridad pero a la vez de protección que se encargan de guiarlos.
También tienen un capitán, que es el representante de todos con máxima autoridad sobre ellos; es el encargado de que todo salga bien, así como de llevar la agenda anotada de las casas a las cuales se acercarán.
Imagen 13. Los xhitas esperan a que uno de ellos baje la piñata y para ello danzan abajo y alrededor del árbol, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Un elemento importante es que “tumban” una vara, rama, palo o un quiote y a manera de “fecundación” (imágenes 13 y 14) lo introducen en la puerta de la casa que los recibe, es así como se pacta o termina el rito, además de intercambiar o darles por toda las atenciones recibidas (comida, bebida y piñatas) unas cuantas semillas (mazorcas de maíz, acompañadas de palabras y bendiciones proferidas por los propios xhitas).
Imagen 13. Tronco “tumbado” sobre el cual va montada la xhuxhita, San Lorenzo Nenamicoyan. Gustavo Romero, 2025
Imagen 14. Las xhuxhitas sobre el tronco tumbado, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Por último, para el cierre de todo el carnaval, comparten las piñatas, subidos en un lazo, al público en general, con dedicatoria especial, y así se devuelve a la comunidad lo que tanto trabajo les costó alcanzar (imagen 15). A manera de ciclo se reactiva el recibir y dar, sembrar y cosechar.
Imagen 15. Xhita “trepado2 en el lazo antes de repartir piñatas y dar volteretas, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
A grandes rasgos esto es lo que hacen los xhitas en colaboración con las xhuxitas, el capitán y los servidores; resalta el tejido social, espiritual y ritual.
La comunidad
El carácter comunitario en el carnaval es de vital importancia, ya que a través de los vínculos de amistad y compadrazgo es que este rito sobrevive, para ello los habitantes de la comunidad de San Lorenzo se preparan. Quienes invitan a su casa a los xhitas pueden cocinar diferentes guisos para agasajarlos, desde pan y un atole de arroz, hasta dos o tres platillos típicos, tortillas, agua, pulque, o bebidas alcohólicas. La primera madrugada desde las 00:00 hasta las 6:00 horas van a unas seis casas aproximadamente. La costumbre dice que es deber de los xhitas y del público que los acompaña comer lo que les es ofrecido en estas visitas. Las bendiciones o intercambios son de ida y vuelta; entran a la casa, profiriendo alaridos como xhitas, bailan junto con la música, comen, beben, descansan, y cuando vuelve a sonar la flauta es señal de que es hora de irse, no sin antes bailar la danza de despedida.
El camino es algunas veces sinuoso pues se hace entre veredas y partes de bosque, hay hojarasca y el ritmo en el que hacen el recorrido tanto los xhitas como los acompañantes es fluido, digamos que es como una carrera, lo cual mantiene en una tensión constante esta primera parte. Puede ser el caso también que lleguen a una casa y no los reciban, aunque esto estuviera previamente acordado. Las distancias no son impedimento, desde la iglesia a las diferentes manzanas se hizo una visita al Bordo del Coronel, una rancho ubicado como a una distancia considerable, en plena madrugada, el cual está a paso veloz como a 50 minutos de camino. A pesar del cansancio, por su compromiso, los xhitas bailan y hacen su presentación completa.
A algunos de ellos les pregunté cómo le hacen para aguantar tanto, a lo que me contestaban: “por el compromiso y por la fe”. Antes de iniciar su recorrido, hacen su juramento y se “amarran” a éste en la iglesia. La iglesia es el recinto al cual vuelven cada mañana a “rendir cuentas” y tomar energía devota y de protección. En este sentido, el que dicho carnaval comience en la oscuridad de la madrugada hace alusión a las fuerzas telúricas lunares que acompañan al pueblo otomí.
Los xhitas funcionan como una figura doble. Por un lado traen bendiciones: vida, jolgorio, risas, bailes, algunos de ellos llenos de sexualidad: simulan que están haciendo actos de reproducción sexual en medio de las danzas, las xhuxhitas se sientan sobre el xhita acostado y éste es alzado por los aires y la xhuxhita se coloca encima de él (en lo personal, esto me causó mucha risa, pero no por ello dejé de sorprenderme de lo resistentes que parecían ser sus cuerpos); y por otro lado otorgan tensión a quienes se aventuran a acompañarlos, pues pueden ser “presas” de sus travesuras.
Durante el día continúan los recorridos y la exigencia va aumentando, pues los hacen incluso hasta la manzana más alejada, la seis, que está conformada por el ejido de Maqueda, a paso normal como a dos horas caminando. También visitan a las escuelas primaria, secundaria y preparatoria de la comunidad.
En una casa en particular observé que también las xhuxhitas y el capitán hacen limpias, con el encaje tejido de la bandera, con el machete de madera, o bien con un ram.
Este carácter sanador les confiere además un carácter festivo y trascendental para que se dé una buena cosecha. En este mismo domicilio la cocina de humo tapizada de hollín y las mazorcas puestas a secar en el patio me transportaron a un tiempo antiguo mesoamericano, que a la vez estaba actualizado y era vivo. Esa vez la comida de intercambio fueron tamales.
Los xhitas encargados hacen llegar la comida a todos los asistentes, las xhuxhitas por su parte, se meten a la cocina para hablar de viva voz con las anfitrionas, ahí en la intimidad de la lumbre por lo general les ofrecen un vaso de tequila, pulque o aguardiente. Alguna vez me llamaron para ir con ellas, y es una posición dentro de la casa que genera mucha intimidad y a la vez complicidad; es uno de los actos que más agradezco, el que las xhuxhitas me hubiesen invitado a compartir con ellas.
Dentro de los guisos tradicionales fui invitada a presenciar cómo se hace el mole verde, el cual requiere igual de un permiso tanto para los cajetes (cazuelas grandes) que se pondrán al fuego, como para que sea cocinado bien y no haga daño a quienes lo coman; para ello se hace una cruz antes de verter el primer ingrediente que es el aceite.
La comunidad sabe que los xhitas son traviesos y que cada uno de ellos lleva en su bolsita sus herramientas para hacer sus «maldades», puede ser bilé con el cual pintan la cara de algunos servidores, o del delegado o los varones anfitriones de la casa; pueden ser plumones, para pintarse las ropas entre ellos, o tijeras; incluso en su creatividad e innovación pueden llegar a preparar menjurjes con un poco de «ixle» para «enguishar» (hacer arder) la piel. Una broma que causó gran incomodidad fue la quema de chiles, que despiden un humo muy picoso que los asistentes de ese recorrido a las capillas nos vimos orillados a respirar. Esa sería una resistencia para los asistentes y una risa para las xhuxhitas, quienes son las más “molestonas”.
Las xhuxhitas
Ellas, como expresé más arriba, son las mayores (no por edad, sino por el cargo) del grupo, es decir, tienen autoridad sobre el resto de los xhitas. Esto se debe a que llevan más años en el cargo. Para ser xhuxhita, además de requerirse un gran compromiso, deben portar una falda larga colorida (si es floreada mejor), un mandil, un rebozo en el cual arropan a su hijo (un muñeco), y una canasta en la que guardan cosas varias como los huevos que alguna vez le echarán a uno de los anfitriones de las casas o a algún servidor, semillas como habas, símbolo de abundancia, hilo y aguja, y alguna fruta. Llevan máscara humana, como mencioné, e igual portan sombrero con papeles crepé largos. Su objetivo es seducir a los xhitas con los que bailan y simular esa tensión y resistencia hombre – mujer. Incluso hacen performance de situaciones comunes en los matrimonios, las cuales a la luz de la parodia aunque tristes o dramáticas son muy cómicas.
Lo que observé también es que las xhuxhitas están al pendiente de todos, son las que más rápido avanzan y las que caminan más distancia pues “van y vienen” para estar atentas al grupo. También son las encargadas de “cuidar” a la pareja de mujeres que han aceptado el carguito de San Lorenzo, y a quienes anudan con los mismos chicotes, o lazos colocándoles una yunta de madera sobre sus hombros, haciéndolas caminar como si fueran culpables de algo o bien simulando que son el ganado que preparará la tierra de siembra. Esta clara resistencia es fundamental para todo el ritual pues constantemente se están probando los límites físicos de todos, esa es la ofrenda que dan a cambio de que la tierra premie a toda la comunidad con buenas cosechas.
Conclusión
Por cuestiones temporales y el carácter de la publicación no ahondaré en más detalles (me hubiera encantado incluir más imágenes, que sí las hay). Sólo diré que en términos generales este año se ha cumplido la encomienda por parte de los xhitas de ir a las casas donde los esperaban con la piñata puesta, se ha subido al árbol, el cual es un rito otomí legendario, y se ha establecido un intercambio muy sentido, en el que los anfitriones toman la semilla (imagen 16) y con ella el compromiso de seguir sembrando maíz y ser parte del ciclo de la vida, a través de muchas risas, como si éstas fueran la llave para seguir resistiendo.
Agradezco enormemente a todos y cada uno de los xhitas, servidores, mayor, y familias que me recibieron y me hicieron sentir verdaderamente en casa. ¡Auuuuu!
Imagen 16. Xhita repartiendo la semilla para la buena siembra, San Lorenzo Nenamicoyan. Itzel Pineda, 2025
Referencias Bibliográficas
Gómez de Silva, G. (2001). Chicote. En Diccionario Breve de Mexicanismos. Fondo de Cultura Económica / Academia Mexicana de la Lengua. https://academia.org.mx/consultas/obras-de-consulta-en-linea/diccionario-breve-de-mexicanismos-de-guido-gomez-de-silva/item/chicote
Mendieta, Gerónimo, de. Historia eclesiástica indiana I. México: Conaculta, 2002.
- itzelpineda23@comunidad.unam.mx ↑
- La primera vez que leí la palabra fue en un mural de una de las calles de Jilotepec, Edomex, el 5 de agosto de 2024. ↑
- Éstas son (así las nombró el mayor de los xhitas Jorge Martínez Lucio en conversación personal distancia el 18 de agosto de 2025: Cristo del altar, San Lorenzo Mártir, Señor de Chalma, Virgen de Guadalupe, Señor de la Misericordia, Santo Sepulcro, San Martín de Porres, Sagrado Corazón, Divino niño, Virgen de los Dolores, San Juanita de los Lagos. ↑
- Una de ellas es la Historia Eclesiástica Indiana I de Fray Gerónimo de Mendieta, 2002, p. 270-271. ↑
- Yo misma emitía ese aullido y me comunicaba así con ellos cuando requería de fuerza para avanzar con rapidez en las caminatas. ↑
- En este año fue en casa de Diego Alcántara y ocurrió el 2 de marzo de 2025. ↑
- En este caso me refiero a Don Leonardo Alcántara. ↑
-
Tanto una colaboradora de la investigación doctoral como el mayor de los xhitas, me refirieron que había
sido el primer año en realizarse así. ↑