Nos están matando. En Colombia, un líder social es asesinado cada cuatro días…

Eréndira Martínez Almonte
Maestra en Antropología Social


Nos están matando (They’re killing us) – Español from Tom Laffay on Vimeo.


Cargar un ataúd… llevar en tus hombros el cuerpo de alguien que admiras y a quien has visto luchar, es algo que nunca pensamos que podamos pasar. Pero, tal como nos muestran Emily Wright y Tom Laffey, es algo lamentablemente usual entre los pueblos defensores del territorio, en el norte del Cauca, Colombia. Las lágrimas que vemos a través de la cámara, nos demuestran que nunca nos acostumbramos a la muerte, ni aunque ronde entre nosotros cotidianamente. La tristeza que se vive en el territorio colombiano se apodera de nosotros desde el primer minuto. Acompañadas con la música de la chirimía, las lágrimas recorren las mejillas de aquellos que protegen su tierra contra el extractivismo capitalista.

Las voces de quienes se quedan en esta tierra expresan el dolor, se refieren a su compañero caído como una persona sencilla, humilde. Trabajaba por su familia. Veía por su mujer como debe de ser, por sus hijos. Una persona entregada a su labor, campesino. Y luchaba por todos nosotros, fue una persona que trabajó por sacar adelante la seguridad campesina.

Tom y Emily cambian de escena, la melancolía impera al igual que la lluvia que cae, regando la tierra como las lágrimas del pueblo nasa. Los directores nos recuerdan el hecho de que en el año en que llevaron las grabaciones, 2017, 125 líderes y lideresas sociales protectores del territorio fueron asesinados. Denuncian que detrás de los asesinatos hay mafias del narcotráfico, mafias de la minería ilegal, los cuales a través de la violencia que ejercen atentan contra la consolidación de la paz territorial.

“Están asesinando con impunidad líderes sociales que defienden los recursos naturales”

Si bien, las escenas anteriores dan un panorama lúgubre, los directores demuestran que ese sentimiento de injusticia, impunidad y violencia, pueden resistirse a través de tambores, alegría y dignidad. Hacerse presente en las grandes ciudades, al ritmo de la música y el baile, también es parte vital para las y los defensores del territorio para resistir y existir.

Es de esta manera que resuenan las voces de aquellos que exigen paz y justicia, quienes interpelan e incomodan a aquellos que desde los escritorios olvidan la verdadera situación de violencia que se vive en las comunidades, al grito de:

La paz no se construye desde el escritorio de Bogotá, se construye con el pueblo, con los pueblos indígenas, con los pueblos campesinos, con los pueblos afros, con los estudiantes, con los sindicatos […] una paz sin la participación del pueblo, no es una paz verdadera,

y añadiría yo, difícilmente duradera. La escena cambia, la cámara enfoca un helicóptero policial, que nos recuerda que la justicia está por lo cielos, viajando por encima del pueblo.

Es de esta manera que entra a escena, la voz de Diana Sánchez, directora de la ONG Somos Defensores, quien critica duramente la ineficacia de las autoridades a la hora de impartir justicia. Sutilmente, Diana nos recuerda que el respeto a los derechos humanos, en sociedades sumamente clasistas, no aplican de manera equitativa para quienes habitamos estos territorios. Resalta como es que quienes generalmente terminan siendo agredidos y amenazados son los sectores populares, aquellos invisibles para los dueños del país: las élites políticas y empresariales.

Emily y Tom, van entretejiendo las historias de vida de dos líderes populares importantes de la región, por un lado, nos encontramos con Héctor Marino, líder afrocolombiano, defensor de los derechos de las víctimas y principal impulsor de la Guardia Cimarrona; y la de Feliciano Valencia, líder indígena nasa y actual representante en el senado.

Es así que la cámara nos lleva al verde paisaje de la vereda La Ventura, en el norte del Cauca. Un lugar que se rige por los sistemas normativos propios. Y que, además, se mantiene en alerta y organizado para el rechazo a todo tipo de actividades de violencia que se ejerzan, no sólo contra quienes habitan el territorio, sino contra el territorio mismo. A través de la mirada de los directores, podemos ser co-participes de una asamblea, donde resuena con potencia la voz de Héctor Marino, quien vive bajo amenaza de muerte desde 2008, quien capta la atención de aquellos que se encuentran a su alrededor.

La situación de Marino no es diferente a la de otros líderes y lideresas, quienes se han convertido en objetivos militares. La cámara nos lleva a un lugar más íntimo, donde Marino muestra un papel con su foto, debajo de ella, como un cliché de película gringa, podemos apreciar la frase de: “SE BUSCA”. El precio por su cabeza es alto, no es una escena agradable de ver, Héctor expresa su preocupación, su voz se quiebra, sabe que cualquiera haría efectiva la petición con tal de ganarse esos “dos pesos”.

Un escenario similar se vive en el valle de la Vereda Chicharronal, en el norte del Cauca; aunque vemos a los niños jugando al futbol y escuchemos sus risas, la realidad de los temas que se tratan en el cabildo indígena nos llevan a temas más sombríos: la guerra. Es aquí donde por primera vez en los 20 minutos del documental es que escuchamos la voz de Feliciano Valencia, líder indígena del pueblo nasa. El espectador es uno más de los que escuchan a Valencia, unos dentro del recinto, otros están pendientes desde fuera, Feliciano pregunta: “¿Qué vamos a hacer? Si queremos tener comida hay que tener tierra, recuperarla es: pelear allá abajo.” Feliciano se ha dedicado a defender y recuperar tierras para su comunidad, pese a que su vida ha sido amenazada desde 2006.

Pacientemente, narra con voz en off, cómo es que ha sobrevivido a tres atentados, de inmediato lo vemos ahí, sentado en un escritorio en el pórtico de su hogar. Feliciano mira a la cámara, cuenta la manera en que su cuñado perdió la vida en uno de los atentados. Menciona que ha visto su vida en riesgo en bastantes ocasiones. Se ha acercado a las instituciones estatales en busca de apoyo, sin embargo, durante el rodaje, uno de esos casos se encontraba en proceso de investigación en la fiscalía, pero éste no avanzaba. El líder indígena sabe que, para los sujetos que viven en condiciones similares a las de él, las probabilidades de obtener justicia son pocas.

La búsqueda de justicia no se detiene, y una wiphala ondeando, junto al atardecer montan una bella escena, se nos muestran las calles de Corinto, los grafitis aparecen en las paredes delimitando la llamada “zona roja”. La gente cuenta cómo es que estos muros ahora imponen un modo de vida, una vida sin libertad, que anuncia toques de queda y que mantienen en amenaza constante a sus habitantes; sobre todo a aquellos que en algún punto de la historia fueron aliados de las guerrillas. Pero no sólo las tapias generan miedo, los panfletos son otra herramienta utilizada por los grupos criminales, saben que el miedo paraliza, saben que sembrar el miedo ha sido efectivo en Colombia.

Mientras, una estación de radio local reproduce la sentencia de muerte que el grupo de las Águilas Negras ha difundido en el territorio, esto hace más difícil y denso el trabajo de las defensoras y los defensores de comunidades indígenas y afrodescendientes; mantener la armonía y el buen vivir se convierte en una tarea sumamente complicada.

“La guardia indígena son voluntarios desarmados que establecen puestos de control alrededor de sus comunidades.”

Observamos parte del modo de vida del líder de la guardia Cimarrona, Héctor Merino vive acompañado permanentemente, incluso las visitas a la casa de su madre requieren una compleja logística, no sólo vive bajo amenaza; sino que sus movimientos cotidianos han sido limitados. La cámara se adentra a la cocina materna, donde vemos a la mujer preparar los alimentos, ella no se imagina que su hijo vive escoltado, no tiene idea de que la vida de Héctor está en riesgo. Es de esta manera que ella se ve tranquila, en paz, cocina, cuida de sus gallinas y mantiene su hogar en orden.

Fotograma documental Nos están matando (2018).


La noche cae y vemos parte de la organización de la guardia indígena, cierran los pasos vehiculares, hacen fogata, conviven; se saben con la responsabilidad de cuidar su territorio y su comunidad. La escena nocturna se engrana con la voz de Diana Sánchez, quien contundentemente declara:

Quien asesina a un líder social sabe lo que quiere, lo que quiere es que una comunidad deje de estar pensando en los procesos organizativos, en las luchas que tienen, [saben] que no solamente matan a esta persona, sino que desestructura a la familia y desestructura a la comunidad.

Romper los lazos comunitarios y detener los procesos de organización, es el objetivo de estos grupos que siembran el miedo en el norte del Cauca. No es en vano que en Colombia haya más de 1 300 líderes asesinados desde la firma del acuerdo de paz (2016) a la fecha.[1] La directora de Somos defensores, señala que esta violencia es exacerbada en territorios que tienen procesos organizativos muy fuertes, tal como sucede entre los nasa, donde han perdido líderes.

Laffey y Wright nos muestran los paisajes que se defienden, los grandes valles, las montañas, los ríos y las minas. La guardia indígena recorre el territorio, dentro del cual no permiten ningún tipo de extractivismo, las retroexcavadoras se adentraron en su región, por lo que la guardia indígena intervino, incautando la maquinaria y herramientas de las mineras. Los guardias señalan que su trabajo es defender el territorio de cualquier problema o riesgo que aparezca. Los vemos adentrarse a un túnel minero, el cual se excava de forma clandestina, muestran el mercurio que se utiliza en los procesos de extracción y cuentan cómo es que el agua y la tierra se encuentra fuertemente contaminada por esa sustancia.

“Inspirados en prácticas ancestrales, las Guardias Cimarronas están organizándose a nivel nacional para proteger sus comunidades.”

En este cortometraje, también vemos cómo es que las guardias indígenas y las cimarronas no sólo defienden el territorio, sino que también permiten fortalecer los vínculos comunitarios, así como la identidad de los habitantes. La voz de Diana, nuevamente se hace presente mientras vemos la niebla que cubre las montañas, la directora de la ONG señala la bruma que también impera en la Fiscalía. Es de conocimiento público que los delitos que se cometen contra los líderes y las lideresas no se investigan. El Estado, al igual que la bruma de las cordilleras, genera un sentimiento de incertidumbre.

Las denuncias y exigencias sociales se hacen presentes a lo largo de los 20 minutos que dura el cortometraje. “Ser un líder social no es un delito”, dice una pancarta, mientras en la calle resuenan las voces de los inconformes: “No queremos armas, queremos dignidad”, “el territorio es la vida. Y la vida no se vende, se ama y se defiende”. La advertencia de ser un documental sólo para adultos cobra sentido en sus últimos minutos, se hace presente el uso de la fuerza pública, y el enfrentamiento que tiene con las y los defensores del territorio. Estos últimos huyen de las balas, se defienden con petardos, el caos se hace presente y se refleja en los rápidos movimientos de la cámara, que no para de grabar aun estando en el fuego cruzado. La música de la chirimía se hace presente, mientras observamos a los manifestantes cargar a sus heridos, sentimos el dolor y la tensión del momento, uno de ellos ha muerto, las imágenes son fuertes, dolorosas y explícitas.

Todo queda en la oscuridad… Desde que se firmó la paz en noviembre de 2016, más de 200 líderes sociales han sido asesinados. Es así que, tal como el final de El Evangelio según Jesucristo, de Saramago, Wright y Laffay nos muestran lo que pareciera una interminable lista de líderes y lideresas que han perdido la vida defendiendo el territorio. La narración está por concluir con una bella panorámica del territorio nasa, acompañada de la voz del líder Feliciano Valencia, quien habla de la importancia de globalizar la resistencia civil y cultural para proteger los territorios, desde Tierra del Fuego, en Chile, hasta Canadá. Se hace presente la camaradería y fraternidad, vemos la armonía entre el cielo, la tierra y los ríos, el jefe de la Guardia Cimarrona habla de la importancia del colectivo. Los directores, así como sus protagonistas, nos hacen pensar que aún hay esperanza.

Este trabajo, que llevó más de un año para su realización, cierra con la intervención de Briceida Ribeiro, quien señala que “el que piensa diferente en este país, el que lucha por su territorio, el que ya sabe que es lo que tiene, y qué es lo que puede perder […] se ve como enemiga. Y cuando ya conoces los derechos siempre hay alguien a quien le duela, que [se] defienda a la comunidad.”

¡Que el costo de la paz, no sean sus vidas!

Ficha técnica

Duración: 20:45 minutos

Año: 2018

Idioma: Español

Dirección: Emily Wright / Tom Laffay

Productor: Daniel Bustos Echeverry

Para visualizar:

https://vimeo.com/271783920

Bibliografía


AdminContagio (9 julio 2018), Nos están matando, el grito de los líderes sociales en Colombia. Disponible en: https://archivo.contagioradio.com/nos-estan-matando.html

Redacción Colombia (2 de octubre 2018), “Nos están matando y el Gobierno no hace nada”: líder social en la CIDH”, en El Espectador. Disponible en: https://www.elespectador.com/colombia-20/conflicto/nos-estan-matando-y-el-gobierno-no-hace-nada-lider-social-en-la-cidh-article/

Oquendo, Catalina (3 de febrero de 2022), “Asesinados 17 líderes sociales en Colombia en el último mes”, en El país. Disponible en: https://elpais.com/internacional/2022-02-03/asesinados-17-lideres-sociales-en-colombia-en-el-ultimo-mes.html

Puccini, Santiago (19 junio 2021), “Regresar al Cauca con un líder social amenazado de muerte”, en Las 2 orillas. Disponible en: https://www.las2orillas.co/regresar-al-cauca-con-un-lider-social-amenazado-de-muerte/

El Tiempo (30 octubre 2020), “Feliciano Valencia, un indígena que ha luchado por la tierra y la paz”, en El tiempo. Disponible en: https://www.eltiempo.com/politica/congreso/perfil-de-feliciano-valencia-senador-y-lider-indigena-546103

  1. Oquendo, Catalina (3 de febrero de 2022) “Asesinados 17 líderes sociales en Colombia en el último mes”, en El país. Disponible en: https://elpais.com/internacional/2022-02-03/asesinados-17-lideres-sociales-en-colombia-en-el-ultimo-mes.html