Mónica Carrasco Gómez
CIESAS Sureste
IMAGEN: Taller con jóvenes universitarios migrantes. Foto: Mónica Carrasco.
El presente texto busca, por un lado, narrar la manera en cómo se creó un equipo de investigación con jóvenes para abordar diversas situaciones y experiencias en torno al ejercicio de la sexualidad de jóvenes universitarios y migrantes de primera y de segunda generación de contextos rurales a urbanos; y, por otro lado, mostrar algunos resultados y reflexiones sobre los hallazgos obtenidos mediante metodologías participativas y teatrales.
El proyecto se enmarcó en uno de los temas de la investigación que quien escribe desarrolla como catedrática, que gira en torno a la violencia institucional en relación con el ejercicio de la sexualidad, así como de la salud sexual y reproductiva en juventudes universitarias en San Cristóbal de Las Casas, Chiapas. Éste se realizó colectivamente con la participación de becarias/os del programa Jóvenes Construyendo el Futuro durante 2019 y 2020, del Programa de Desarrollo Académico Abdias Nascimento (CAPES) y del subprograma de tesis externa.[1] Ellas eran pasantes de la Universidad Autónoma de Chiapas de la Facultad de Ciencias Sociales, de la Universidad Intercultural de Chiapas y de la Universidad Mesoamericana (universidad privada en San Cristóbal de Las Casas) y de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul de Brasil.
Mi interés inicialmente era formar a jóvenes en metodologías de investigación y encontré la posibilidad de hacerlo a través de solicitar becarias/os del programa Jóvenes Construyendo el Futuro.[2] Se les formó en técnicas de recolección de información como la observación, la observación participante, la entrevista, las técnicas teatrales que incluyó el teatro foro, así como también sobre temas alrededor de la salud sexual y reproductiva, la perspectiva de género, la violencia estructural, institucional y de género que incluyó el tema del acoso y hostigamiento sexual, el sexting, el ciber acoso.
Las jóvenes fueron capacitadas en diversos temas, inicialmente con lecturas grupales comentadas y después a través de su participación en cursos, talleres y presentaciones de diversos actores institucionales, entre ellos la Secretaría de la Mujeres de la Ciudad de México, la Fiscalía del Estado de Chiapas, además de académicas expertas en temas de interés para el proyecto, por ejemplo, las violencias y las juventudes, como la doctora Perla Fragoso.
Aprovechamos diversos espacios de discusión como el Foro El teatro popular como herramienta y camino organizado por el Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA), en talleres organizados por asociaciones civiles como Marie Stops,[3] un taller de escritura para mujeres por parte de la Asociación Civil Documentación y Estudios de Mujeres (DEMAC), que busca a través de las narrativas de las mujeres sobre su vida puedan generarse procesos de emancipación. De igual modo, diariamente revisamos y discutimos artículos sobre interculturalidad, historia de la sexualidad y temáticas que las jóvenes priorizaban: roles de género, embarazo adolescente, acoso y hostigamiento sexual, interculturalidad y salud sexual, metodologías teatrales y violencia de género.
Con las becarias se construyó una metodología de teatro crítico afectivo para trabajar con jóvenes universitarios a partir de sus propias experiencias. Para ello, inicialmente se trabajó con las experiencias de las integrantes del equipo, momento en el cual surgieron diversos temas y problemáticas en torno a la sexualidad y las violencias que las interpelaban, ya sea a partir de sus vivencias o de sus historias familires.
Como parte de la dinámica del teatro foro se teatralizaron y se intervinieron en los dramas que ellas mismas elaboraron y problematizaron. Fue así que los temas del embarazo no deseado en mujeres jóvenes universitarias, la presión social para asumir compromisos de pareja, el machismo y la violencia sexual fueron expuestos y se intentó resolverlos en el escenario. Era interesante ver cómo a pesar de tener diversas posibilidades para actuar faltaban opciones, rutas, que dejaran satisfechas a todas. Lo que implicó reflexionar sobre la posibilidad o no de tener estrategias que nos llevaran a resolución de conflictos de manera pacífica.
Sin embargo, las posibilidades de plantear soluciones colectivas a problemáticas igualmente comunes las posicionaron como actoras de cambio y se generaron diversas alternativas para que en su propia vida y la de gente cercana tuvieran herramientas que las colocaran en lugares distintos para enfrentar esas situaciones.
Además, ocurrió que después del acercamiento a estos temas, de la reflexión constante y de la confianza que se fue construyendo entre el equipo de trabajo ‒y gracias a la excelente participación de la sexóloga Darla Ávila de la Secretaría de las Mujeres de la Ciudad de México, quien desde la sede central de CIESAS trasmitió una videoconferencia sobre acoso y hostigamiento sexual‒, dos de ellas pudieron denunciar el acoso sexual que estaban recibiendo de un compañero de servicio social.
Durante esta situación, el hablar del caso facilitó que otra de las jóvenes becarias comentara que este mismo compañero la había acosado durante su paso por la UNACH y mencionó cómo ella lo había resuelto, pero la reflexión entre todas fue que no todas las personas tienen la fuerza personal para encarar al agresor en una situación de abuso, y que aun poniéndole un alto, la persona que acosa sexualmente, en el caso del joven mencionado, lo haría nuevamente con otras mujeres que identificara en condiciones de mayor vulnerabilidad o que pensara indefensas.
Las jóvenes que fueron víctimas de acoso sexual, además de hacer su denuncia, se capacitaron sobre los protocolos de acoso y hostigamiento sexual de Inmujeres, del CIESAS y se identificó la ausencia de la implementación de éstos en la UNACH, así como en el propio programa de Jóvenes Construyendo el Futuro.
Dichas reflexiones nos permitieron realizar un escrito conjunto que se presentó en uno de los foros de la Red de posgrados de San Cristóbal de Las Casas, Chiapas sobre Acoso, Violencia y Racismo. En este escrito fueron incorporadas las voces de todas las personas que se encontraban realizando capacitaciones al respecto, fue así que otra becaria del CIESAS también mencionó que ella igualmente había sido acosada en la universidad por otro compañero y que durante esta vivencia no supo a quién dirigirse, sentía que era un tema que no le competía a la universidad y por lo tanto tuvo que buscar que otro compañero la apoyara porque ella tenía miedo.
Las jóvenes estuvieron cada vez más involucradas en las reuniones de trabajo que se realizaban para abordar estos temas y sorprendía a los y las organizadores/as de la red de posgrados que eran jóvenes de licenciatura hablando con mucha claridad sobre lo que las instituciones deberían hacer para ponerle un alto al acoso y hostigamiento sexual en las universidades y centros de investigación.
Posteriormente implementamos dos ejercicios piloto de la metodología teatral crítica afectiva y realizamos sistematizaciones para identificar oportunidades de mejora y temáticas a estudiar. El primer pilotaje del taller, del 29 de julio al 2 de agosto de 2019, fue una experiencia que permitió darnos cuenta de las posibilidades que tenían las jóvenes de facilitar el taller, de mejorar ciertos procesos, además este ejercicio les brindó confianza y pudieron ver cómo sus coetáneos concebían, problematizaban e incorporaban diversas experiencias como la discriminación racial, la violencia de género, la homofobia y la exclusión en la conformación de sus diversas subjetividades, su identidad sexual, sus prácticas sexuales y sus decisiones personales. Identificamos posibilidades de mejora y las jóvenes fueron asumiendo la metodología como propia y útil para explorar las historias, pero también sus posicionamientos y posibles acciones ante ellas.
En el segundo piloteo del instrumento del teatro crítico afectivo, que realizamos en las instalaciones del CIESAS del 25 al 29 de noviembre de 2019, se pudieron identificar nuevas temáticas, al ser únicamente mujeres las convocadas se logró una mayor confianza, apoyo, contención entre las talleristas y las participantes, se hablaron de temas dolorosos como los abusos sexuales en la infancia y adolescencia, la búsqueda de bienestar de las jóvenes en las cuales tropezaron con abusos tanto de los actores institucionales como de integrantes de la familia, el psicólogo o el ginecólogo.
Fue así que realizamos entrevistas a las participantes en el taller para poder tener más claridad en las historias a partir de los sucesos expresados ahí. Se realizaron las transcripciones y reflexiones para poder analizar estas historias a la luz del concepto de la violencia estructural. Este trabajo, titulado “Violencias en la búsqueda del bienestar en la salud sexual: experiencias de jóvenes narradas desde el teatro”, fue presentado en el seminario “Problematizar la violencia del orden: investigaciones sobre desigualdades de género desde la violencia estructural” que organicé junto con mi colega catedrática doctora Perla Orquídea Fragoso Lugo en el CIESAS-Sureste, los días 29 y 30 de enero de 2020.
A continuación presentaré a grandes rasgos algunos de los resultados y reflexiones derivadas de los hallazgos de nuestra investigación.
Violencia ginecológica y psicoterapéutica
El trabajo se tituló “Violencias en la búsqueda del bienestar en la salud sexual: experiencias de jóvenes narradas desde el teatro”. En este trabajo presentamos dos casos de mujeres universitarias de San Cristóbal de Las Casas en los cuales fue posible ver cómo se intersectan múltiples violencias en su trayectoria de vida, pero quisimos resaltar las que surgieron en la búsqueda de atención a los problemas iniciados por violencias previamente sufridas. En dichos casos las jóvenes fueron víctimas de profesionistas que incurrieron en dos tipos de violencia: la ginecológica y la psicoterapéutica. Lo hicieron a través de la violentación de los cuerpos y las psiques de las jóvenes, las hicieron sentir incómodas y lastimadas. El primer caso se generó al tratar de comprobar la virginidad de una de ellas porque la madre dudaba de la honorabilidad de la hija. La madre insistiendo en conocer si la joven seguía siendo virgen, la llevó al especialista y la dejó sola en el consultorio del ginecólogo con quien previamente había manifestado sus inquietudes. La joven acudió porque el motivo de consulta era un dolor intenso por cólicos menstruales, el médico insistió mucho en preguntar sobre la virginidad de la joven y a pesar de que ella declaró no haber tenido relaciones sexuales, él realizó procedimientos no necesarios para identificar el origen de los cólicos, al introducir sus dedos en la cavidad vaginal para “verificar” su virginidad, y la lastimó. Ella se sintió incómoda y con dolor, pero no dijo nada en el momento, posteriormente se lo comentó a su mamá, quien la desacreditó e ignoró su malestar.
Esta situación es un ejemplo de violencia ginecológica, al ser ésta “una forma específica de violación a los derechos humanos y reproductivos de las mujeres, […] producto de un entramado multifactorial en donde confluyen la violencia institucional y la violencia de género” (Almonte García, 2016). En este caso es posible ver la intersección de diferentes vulneraciones, una es la violencia de dos autoridades, una la disciplinaria y en teoría profesional, y la otra, la de la moral tradicional de la familia, pero tal como se menciona en la conceptualización de la violencia ginecológica, este entramado no está al margen de la violencia de género. La “virginidad” no es un término médico o científico, sino un concepto social, cultural y religioso, que según la Organización Mundial de la Salud, refleja la discriminación de género (Organización Mundial de la Salud, 2018).
El otro caso versó sobre lo que se ha documentado como abuso de transferencia, cuando el terapeuta hace uso del poder para sanar o dañar (Ormart, 2012) en el caso presentado el psicoterapeuta utilizó su rol para seducir sexualmente a la persona atendida quien había sido víctima en dos ocasiones de violencia sexual en la infancia. Al respecto se ha documentado que el profesional tiene que discernir que el enamoramiento del/la paciente ha sido impuesto por la situación analítica y no atribuirlo a las excelencias de su persona, sino a la función del psicólogo que lo despierta, considerado amor de transferencia (Enriqueta, 2016).
Este trabajo realizado con las jóvenes generó una toma de conciencia sobre las formas en cómo se vive la violencia estructural y específicamente la violencia de las autoridades disciplinarias. Ambas están arraigadas en la producción del saber humano, en estos casos a través de la práctica profesional privada de la psicología y de la ginecología, que develan el cómo puede impactar en la vida de las mujeres.
Las jóvenes pudieron profundizar en cómo las mujeres sufren las prácticas en sus cuerpos derivadas de las relaciones de poder que establecen en la interacción con profesionales de la salud; y cómo, en esta búsqueda de bienestar psicológico o corpóreo, se pueden generar prácticas violatorias de los derechos humanos, que pueden conllevar a heridas psicológicas que les impidan gozar del ejercicio de su sexualidad.
Fue a través de estos testimonios expresados en un taller en el que ellas lograron construir confianza y respeto entre sus participantes, que pudieron tomar conciencia de la necesidad de generar espacios de escucha respetuosa, de diálogo entre pares libres de juicios y prescripciones anclados en el discurso de la “salud sexual y reproductiva” que omite estas relaciones de poder que vulneran a las jóvenes desde la infancia hasta la búsqueda de atención para su salud sexual ya siendo jóvenes o adultas.
Se señaló la importancia de profesionalizar la conducta ética en todos los prestadores de algún servicio, específicamente en el tema que nos ocupa de salud, donde la asimetría del conocimiento, más la necesidad de aliviar el sufrimiento, le conceden al profesional de la salud toda la confianza de las usuarias para el control y la manipulación del cuerpo y la mente, porque se supone que está capacitado para hacerlo, dicha asimetría de poder en la medicina ha sido documentado desde 1976 (Baeza, 2004; Foucault, 1976).
Incluso se mencionó que más allá del ámbito del servicio público que se brinda en las instituciones del Estado, es en el servicio privado donde también suceden estos actos, por lo que la violencia de las autoridades disciplinarias no sólo deberá ser analizada desde lo público sino a nivel de los aparatos ideológicos y de ejecución de las políticas estatales y federales, o lo que Foucault identificó como la organización del poder sobre la vida (Foucault, 1977).
Es decir, si bien estas prácticas de abuso de autoridad médica o psicológica, al llevarse a cabo en el ámbito de la práctica privada en los casos presentados en el presente texto no pueden enmarcarse en la definición de “Violencia institucional”, porque
esta modalidad de violencia es una expresión de la violencia estructural cuyo agente es el Estado. La violencia institucional hace referencia a los actos u omisiones de las y los servidores públicos que discriminen o tengan como fin o resultado dilatar, obstaculizar o impedir el goce y ejercicio de los derechos humanos de las y los ciudadanos. En sus orígenes conceptuales este término se empleó para dar cuenta de los abusos policiales y de las violencias rutinarias del sistema penal (Pita, 2017).
Los profesionales a los que nos referimos, no fueron consultados en un servicio público, pero sí en sus consultorios privados, siendo autoridades disciplinarias, formados en instituciones públicas o privadas reguladas por el Estado.
En este sentido cabe preguntarse: ¿Por qué en la formación de psicólogos, médicos y especialistas la conducta ética no es algo que sea parte fundamental de su formación? ¿De qué manera se instruye desde las instituciones de educación superior y especializada la conducta ética?, Si este tipo de abuso de poder ocurre en el servicio privado, es indudable que ocurra en el servicio público ¿Cómo regularlo? ¿Qué se ha reglamentado para evitar los abusos de poder y la violencia institucional? Si bien existen códigos de conducta para cada especialista no se toman en serio la capacitación en estos temas.
Además de la formación del personal de salud, en su sentido más amplio que incluye no sólo al personal médico y de enfermería sino a psicólogos, promotores de salud, trabajo social, cabe preguntarse ¿Cuál es el tratamiento que dan a estas problemáticas al interior de las instituciones? Es decir, cuando se presenta un abuso de poder, una práctica médica inadecuada o incluso violencia en el ejercicio de su profesión, mucha gente no denuncia. Aunque en los casos que se documentaron, por ser en el ámbito privado se puede recurrir a la Comisión Nacional de Arbitraje Médico (Conamed), las jóvenes no lo hicieron.
Es importante mencionar que esta institución busca fundamentalmente la conciliación entre las partes. Es decir, llegar a un acuerdo sin sanción para el profesional, lo que pudiera favorecer que el acusado incurra nuevamente en este tipo de prácticas con otra persona usuaria del servicio. Sin embargo, para denunciar se requiere más allá de la valentía de la víctima, que exista una cultura de la denuncia, que no se estigmatice a quien la realiza, que en el imaginario de las personas denunciantes consideren que sirve de algo, por ejemplo para reparar el daño y para garantizar medidas de no repetición (Rosemberg Seifer, 2020).
En cambio a nivel institucional, recientemente en febrero de 2019 se publicó en el Diario Oficial de la Federación el «ACUERDO por el que se emite el Código de Ética de las personas servidoras públicas del Gobierno Federal», en el que se señala que las dependencias, entidades y empresas productivas del Estado deberán emitir sus Códigos de Conducta, conformar el Comité de Ética y la Prevención de Conflictos de Interés, así como el Protocolo para la prevención, atención y sanción del hostigamiento y el acoso sexual y los mecanismos para la atención de las denuncias entre otros (Gobierno de México, 2020). En este sentido, queda claro que todos los servidores públicos incluido el personal médico de instituciones públicas federales tendrán que respetar y hacer valer el código de ética. Esto puede marcar un cambio en la manera en cómo el personal de salud atiende a la población, sin embargo, cabe preguntarse ¿qué pasará con las recomendaciones que emitan los comités de ética de las instituciones si no son vinculantes? ¿Los comités de ética realmente están conformados con gente capacitada en las quejas que reciben?, ¿al ser los miembros de las propias instituciones quienes integran los comités de ética, velarán por los intereses de los miembros de las mismas?, ¿esto podría generar un trato parcial con los casos de los/as los quejosos/as para defender a los miembros de las instituciones?
Estos cuestionamientos podrán ser documentados para generar líneas de reflexión e intervención ante los mecanismos que el Estado propone para regular la conducta ética de las personas servidoras públicas y de esta manera disminuir la violencia que se genera en las instituciones por parte de sus servidores.
En contraste con esta aspiración Franco Basaglia ha llamado “instituciones de la violencia” (Basaglia, 1972) a “todas aquellas instituciones fundadas en un claro reparto de papeles: la división del trabajo (maestro y alumno)” y aquí agregaríamos ginecólogo o psicólogo y usuaria. Pero ¿qué es lo que hace que sean instituciones de violencia? “La separación entre los que poseen el poder y los que no lo poseen”. En palabras del autor, haciendo referencia a varios casos no sólo de instituciones psiquiátricas sino médicas o escolares, incluso familiares: la violencia ejercida por aquellos que están de parte del sistema, sobre aquellos que se encuentran irremediablemente colocados bajo su dominio”.
la subdivisión de los roles expresa una relación de opresión y de violencia entre poder y no poder, relación que se transforma en la exclusión del segundo por el primero: La violencia y la exclusión se hallan en la base de todas las relaciones susceptibles de instaurarse en nuestra sociedad.
Basaglia (1972) desglosa los grados de aplicación de esta violencia, pues varía según las necesidades de ocultar o disfrazar la violencia de quien detenta el poder; estas acciones violentas se justifican por la necesidad, la cual puede ser por la finalidad ‒ya sea educativa o de curación‒ para las primeras o para evitar la culpa de las segundas.
En esta línea de pensamiento, Nancy Scheper-Huges, retomando a Foucault, describe que en el Estado de bienestar las instituciones de violencia operan de manera más encubierta, es decir, en una generación de especialistas de educación y salud, que sustentan sus prácticas en leyes que gestionan y controlan los sentimientos y prácticas que amenazan la estabilidad del Estado (Scheper-Hughes, 1997).
Es así que a más de medio siglo de haber visibilizado la violencia institucional, se sigue reproduciendo con mecanismos diversos. Las instituciones, leyes y protocolos que se han creado para contrarrestar su práctica no han sido suficientes y se necesita pensar en otras estrategias para evitar que siga ocurriendo, incluso de formas más sofisticadas e invisibilizadas o, en el peor de los casos, como un mecanismo que naturaliza el disciplinamiento de los usuarios de los servicios a quienes se les cataloga como ignorantes.
Estas fueron algunas reflexiones que surgieron a partir del trabajo colaborativo entre becarias de licenciatura al capacitarlas en metodologías de investigación, perspectiva de género entre otros temas en un ejercicio diario de expresión libre, trabajo continuo, reflexión colectiva y afectiva en un ambiente de confianza. Así también, sirva este espacio para manifestar que este equipo de trabajo continuó después de la conclusión de las becas. Ellas colaboraron en la ejecución del proyecto “Ser mujer en Chiapas en tiempos de COVID-19: autocuidado, género y violencias” financiado por Conacyt, y del cual, junto con la doctora Edith Kauffer, fui responsable técnica. Una de ellas está cursando la Maestría en Antropología Social en el CIESAS Sureste, tres más están por defender su tesis de licenciatura, otra de ellas está trabajando como psicóloga con perspectiva de género, otra está en Italia estudiando antropología y otra más está preparándose para concursar en la selección de ingreso a la Maestría en Derechos Humanos. Para todas ellas, mis más sinceros agradecimientos por la construcción de este hermoso espacio de crecimiento individual y colectivo.
Bibliografía
Almonte García, G. (2016), «Violencia ginecológica y obstétrica. La medicalización del cuerpo femenino», en Revista Décsir, núm. 2.
Baeza, H. (2004), «El poder del médico», en Revista de La Sociedad Española de Médicos General y de Familia, núm. 60, pp. 13–18.
Basaglia, Franco (1972), La institución negada: informe de un hospital psiquiátrico, Buenos Aires Barral Ediores.
Enriqueta, L. S. (2016), «Acerca del abuso de transferencia en la responsabilidad profesional del psicólogo» en P. Moreno (ed.), 17 Congreso Virtual Internacional de Psiquiatría, psicología y salud mental, Rosario, Argentina, psiquiatría.com.
Foucault, M. (1976), «La crisis de la medicina o la crisis de la antimedicina», Conferencia dictada en el curso de Medicina Social que tuvo lugar en octubre de 1974 en el Instituto de Medicina Social, Centro Biomédico de la Universidad Estatal de Río de Janeiro, pp. 152–170.
Foucault, M. (1977). Historia de la sexualidad. 1. La voluntad de saber, Buenos Aires, ,Siglo XXI Editores.
Gobierno de México (2020), Lineamientos de Integridad y Ética en la administración Pública, México.
Organización Mundial de la Salud (2018), Eliminating Virginity Testing An interagency Statement, Recuperado el 1 de enero de 2020 de: https://www.who.int/reproductivehealth/publications/eliminating-virginity-testing-interagency-statement/en/
Ormart, E. B. (2012), «El desfiladero de la transferencia amorosa. A Dangerous Method | Un método peligroso |David Cronenberg. Ética y Cine Journal, 2(1), 22–29. Retrieved from https://www.redalyc.org/pdf/5644/564459990003.pdf
Pita, M. V. (2017). Pensar la Violencia Institucional: vox populi y categoría política local. Espacios de Crítica y Producción, (2017–09), 33–42.
Rosemberg Seifer, F. (2020). Los invisibles en la violencia intrafamiliar en la pandemia en México. México: Video- Conferencia 17 de junio de 2020 PUIC-UNAM. Dentro del ciclo de conferencias virtuales: Violencia intrafamiliar en el marco del COVID-19.
Scheper-Hughes, N. (1997). La muerte sin llanto: Violencia y vida cotidiana en Brasil (1a edición). Barcelona: Ariel.
- Agradezco la oportunidad de trabajar y formar a jóvenes a través del programa Jóvenes Construyendo el Futuro: Lorena Guillermina Gómez, Karina Hernández Torres, Ilse Andrea Morelia Trujillo, Brenda Hernández Morales, María Fernanda Villas Saijas y Rigoberto Santiz. Así también la oportunidad de trabajar en la construcción colectiva de conocimiento a través de discusiones y propuestas con las tesistas de licenciatura Aline de Moura Rodrigues del Programa Abdías do Nascimento y Teresa de Jesús Vázquez Figueroa del Subprograma de Becas de Tesis Externas-2020. ↑
- Jóvenes Construyendo el Futuro es un programa prioritario del Gobierno Federal del sexenio 2018-2024, impulsado por la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, que consiste en becar a personas de entre 18 y 29 años de edad, que no estudien y no trabajen, y vincularlos con empresas, talleres, instituciones o negocios donde desarrollen o fortalezcan hábitos laborales y competencias técnicas para incrementar sus posibilidades de empleabilidad a futuro. ↑
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Marie Stopes es una Organización No Gubernamental que provee servicios de salud sexual y reproductiva. Uno de los colaboradores de esta organización ofreció un taller sobre las actividades de promoción de la salud. ↑