La participación política de las mujeres en tiempos de paridad

Lizeth Pérez Cárdenas[1]
lizperez.cardenas@gmail.com


Fuente: «‘Feministas por la Matria'» by Pop Martian is licensed under CC BY 2.0.


El proceso electoral 2020-2021 es considerado uno de los más importantes en la historia democrática de nuestro país, las razones son múltiples, por ejemplo: por el número de cargos de elección popular que se presentaron (un poco más de veinte mil); por el número de gubernaturas que estaban en juego (15 gubernaturas); por la aplicación de un conjunto de acciones afirmativas para personas en situación de discriminación (personas indígenas, afromexicanas, con discapacidad, de la diversidad sexual, y migrantes y residentes en el extranjero); así como por la implementación de dos grandes reformas legislativas, la primera denominada como “Paridad en todo” aprobada en 2019; y la segunda respecto a violencia política contra las mujeres en razón género aprobada recientemente en 2020. En este escenario, los retos, alcances y resultados dieron cuenta de las complejidades en los procesos políticos, así como los horizontes que se vislumbran para la participación política de las mujeres.

El objetivo de este texto consiste en analizar lo sucedido en el proceso electoral 2020-2021 respecto a la participación política de las mujeres. La intención es presentar una pequeña evaluación sobre los alcances, por lo menos numéricos, de la implementación de la paridad. Es decir, las formas concretas en que este tipo de medidas contribuyen o no a la inserción de las mujeres a los espacios públicos, sin dejar de lado las múltiples resistencias que persisten dentro de los partidos políticos y sobre todo la cultura política de nuestro país.

El presente texto se dividirá en tres apartados: en el primero contextualizo el proceso necesario para llegar a la paridad, es decir, la aplicación de acciones afirmativas como antecedente de ésta; en el segundo señalo los resultados de la implementación de la paridad en el proceso electoral 2020-2021; y en el tercero presento algunas reflexiones sobre lo que dicho proceso nos enseñó, así como las tareas pendientes para fortalecer la participación política de las mujeres.

Considero relevante señalar que, generalmente, este tipo de análisis se construyen desde disciplinas como la ciencia política, el derecho o la sociología; no obstante, la antropología se presenta como un campo disciplinar que permite observar las relaciones que se generan entre el poder y los fenómenos sociales y culturales (Balandier, 1969 y Cohen, 1979). Por lo que, analizar la incorporación de las mujeres en la política, permite dilucidar de manera amplia las grandes transformaciones en la vida de las mujeres, así como los cambios simbólicos y culturales que poco a poco comienzan a presentarse en nuestro país.

Los antecedentes de la paridad

La participación política de las mujeres es un derecho humano fundamental, su participación en igualdad de condiciones y sin discriminación forma parte del conjunto de prerrogativas que otorga la ciudadanía a todas las personas, incluidas las mujeres. Si bien es cierto que la incorporación de las mujeres a los espacios de la vida pública y de toma de decisiones forma parte de un proceso gradual, dicho proceso ha sido posible gracias a la incorporación de un conjunto de medidas que de forma manifiesta han establecido porcentajes mínimos de fórmulas y candidaturas para las mujeres.

Las mujeres mexicanas comenzamos a ser ciudadanas plenas hasta 1953, que fue el año en que se reconoció el derecho al voto a nivel nacional, no obstante que desde 1947 las mujeres habían sufragado en el ámbito municipal (Tuñón, 2002). La ciudadanía plena para las mujeres llegó llena de retos y desafíos; por un lado, por las profundas resistencias de actores y partidos políticos que se negaban a reconocer a las mujeres como actoras políticas; y, por otro lado, como resultado de una cultura política androcéntrica escrita en clave masculina, la cual como una de sus consecuencias inmediatas dejaba fuera a las mujeres de las decisiones públicas del país.

A partir de 1947 las mujeres comenzaron a ejercer cargos políticos de forma paulatina, sin embargo, las cifras se encontraban muy por debajo de una participación equilibrada, por lo que desde la década de los noventa se comenzaron a impulsar un conjunto de acciones afirmativas, también llamadas cuotas de género, con la finalidad de potenciar la participación política de las mujeres. Estas acciones comenzaron en 1993 con una recomendación al Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (Cofipe) en la que se establecía que los partidos políticos debían promover la participación política de las mujeres; después, en 1996 se estableció una cuota del 30% de mujeres en candidaturas titulares o suplentes; en 2002, la cuota mínima del 30% de candidaturas propietarias; en 2008 se estableció el 40% de candidaturas propietarias; y finalmente, en 2011, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) estableció que las fórmulas deberían estar integradas por personas del mismo género.

Las cuotas de género no estuvieron exentas de dificultades; sin embargo, en 2014 y gracias a las mujeres de los movimientos amplios, de los movimientos feministas y de mujeres y hombres de los distintos partidos políticos, la paridad se convirtió en una realidad, alcanzando rango constitucional, y con la finalidad de alcanzar “la igualdad sustantiva entre los sexos” (Bonifaz, s.f.: 1). Es decir, la paridad como principio rector permanente para generar condiciones de igualdad en la participación de mujeres y hombres.

La paridad en 2014 implicaba que ésta impactaría en espacios como la Cámara de Diputados, el Senado y los Congresos estatales. La primera vez que la paridad se puso en marcha fue en 2015, y si bien los resultados de esta reforma fueron importantes, fue hasta el proceso electoral 2017-2018 que el Senado de la República quedó integrado por 65 hombres y 63 mujeres, mientras que la Cámara de Diputados se conformó por 256 hombres y 241 mujeres; no por nada, la LXIV Legislatura fue reconocida como la legislatura de la paridad de género. Dicha legislatura es de suma importancia debido a que fue en esta en la que se aprobaron dos grandes reformas para fortalecer la participación política de las mujeres, la primera de ellas, “Paridad en todo”, y la segunda, en materia de violencia política contra las mujeres en razón de género.

La reforma de “Paridad en todo” implicaba el efecto de la paridad en los tres niveles de gobierno del poder ejecutivo: federal, estatal y municipal. Así como en el poder legislativo, el poder judicial, los organismos autónomos, los municipios con población indígena y los partidos políticos. Por lo que la paridad se convirtió en un principio rector de la totalidad de la vida pública del país.

La paridad en el proceso electoral 2020-2021

El proceso electoral 2020-2021 estuvo caracterizado por una intensa participación de mujeres en todas las candidaturas, ya que prácticamente todos los cargos fueron disputados de forma paritaria, lo cual significo, por un lado, que el número de mujeres en los espacios públicos aumentara, y por otro, que a lo largo del proceso se presentaran un conjunto de obstáculos que las mujeres tuvieron que sortear para poder llegar a los espacios donde se toman las decisiones.

La construcción de la democracia paritaria no es sencilla, los actores y partidos políticos constantemente están generando respuestas que intentan soslayarla y evadirla. A lo largo del proceso electoral fuimos testigos de diversas prácticas que intentaban pasar por alto la paridad de género; por ejemplo, fue el caso del partido Fuerza x México, que en el estado de Tlaxcala registró a 18 candidatos hombres en las candidaturas para presidencias municipales haciéndolos pasar como mujeres trans.[2] Fenómeno que no era la primera vez que se presentaba, y que había sido observado en el proceso electoral 2017-2018 en el estado de Oaxaca (Rosado y Pérez, 2019).

Si bien, los partidos políticos de una u otra manera argumentaron la escasa participación de las mujeres dentro de sus filas partidistas en la selección de candidaturas, las mujeres fueron posicionándose en la contienda. Por ejemplo, uno de los grandes logros fue el establecimiento de la paridad en las gubernaturas, para lo cual el Consejo General del Instituto Nacional Electoral aprobó el acuerdo INE/CG569/2020 en el que se establecía que cada partido político debería postular como candidatas a siete mujeres. Si bien este acuerdo fue revocado por la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) mediante la Sentencia SUP-RAP-116/2020 y acumulados, se vinculó a los partidos a postular 7 mujeres como candidatas a las 15 gubernaturas. Esto tuvo como resultado que en todos los estados se presentara por lo menos una mujer como candidata, mientras que hubo estados como Tlaxcala en donde prácticamente todas las candidatas fueron mujeres, lo cual sin lugar a duda se traduciría en que más mujeres llegarían a las gubernaturas.

La paridad se hizo presente en las múltiples candidaturas, a tiros, a tirones y a veces a “golpe de sentencias” los partidos políticos tuvieron que revisar, rectificar y cumplir con dicho principio. La jornada electoral marco el parteaguas en la construcción de la democracia paritaria, el domingo 6 de junio se constatarían los alcances que la paridad, por lo menos en términos numéricos, implicaría. Los resultados, hasta ahora preliminares, ya que hasta el momento continúan los procesos de impugnación, arrojan que en la Cámara de Diputadas y Diputados habrá una presencia de 148 mujeres y 152 hombres electos por Mayoría Relativa (MR), así como 100 mujeres y 100 hombres electos por el principio de Representación Proporcional (RP), es decir, por primera vez en la historia de nuestro país habrá un total de 248 diputadas y 252 diputados, lo que representa el mayor avance de las mujeres en este espacio político. A continuación, presento una gráfica que da cuenta del avance de las mujeres desde una legislatura antes de la instauración de la paridad como principio constitucional, a la puesta en marcha de este.

Fuente: Elaboración propia a partir del Sistema de Indicadores de Género del Instituto Nacional de las Mujeres (Inmujeres)[3] e INE-UTIG y ND.


Como se puede aprecia en la gráfica, el impacto de la paridad ha sido significativo, a tal grado que el ideal del “50-50” prácticamente es una realidad. Al mismo tiempo, de las 15 gubernaturas seis tuvieron como ganadoras a mujeres. De igual forma, la mayoría de los congresos locales quedaron conformados de forma paritaria, lo cual sin duda es un punto de partida de suma relevancia para construir la igualdad sustantiva.

Reflexiones (in)conclusas

La política en México en los últimos años se ha visto marcada por la incorporación masiva de las mujeres en todos y cada uno de los espacios de toma de decisiones. Las diferentes acciones, pero sobre todo la paridad ‒de forma cuantitativa‒ ha logrado revertir la subrepresentación que caracterizaba a uno de los grupos en situación de discriminación, el de las mujeres. La paridad representa una nueva forma de construir el poder y fortalecer la democracia, por ello el papel central que ocupa en la construcción de la igualdad sustantiva.

El proceso electoral 2020-2021 presenta resultados alentadores para las mujeres, no obstante, los retos tangibles ya no tienen que ver con los números de mujeres ocupando espacios de representación política, sino con la posibilidad de ejercer el poder en condiciones de igualdad y sin discriminación, tema para nada menor en la construcción de la democracia paritaria.

Es importante señalar que la paridad no sólo tiene que ver con los números, sino con la incorporación en la agenda pública por parte de las y los representantes de acciones, medidas y políticas públicas orientadas a fortalecer y garantizar los derechos humanos de las mujeres y de las niñas, la obtención de espacios libres de cualquier tipo de violencia, así como la transformación de la cultura política, es decir, una nueva cultura política sustentada en la igualdad sustantiva. Finalmente, estos tiempos, son tiempos de mujeres y la paridad se convierte en la posibilidad de construir de forma colectiva sociedades incluyentes y fortalecidas, por ello, además de visibilizarse un conjunto de retos y obstáculos, estamos frente a un conjunto de posibilidades y oportunidades.


Bibliografía

Balandier, Georges (1969), Antropología política, Barcelona, Península.

Bonifaz, Leticia (s.f.), El principio de paridad en las elecciones: aplicación, resultados y retos, Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN). Disponible en: https://www.scjn.gob.mx/node/26833

Cohen, Abner (1979), “Antropología política: El análisis del simbolismo en las relaciones de poder“, en José R. Llobera (ed.), Antropología política, Barcelona, Anagrama, pp. 55–82.

Rosado, Mónica y Lizeth Pérez (2019), “Los dilemas de la participación política de las mujeres en México. Retos y retrocesos ante el avance sustantivo de las mujeres”, en Anuario Latinoamericano-Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales, núm. 8, pp. 87-100.

Tuñón, E. (2002) ¡Por fin! ya podemos elegir y ser electas, México, Plaza y Valdés-INAH.

  1. Doctora en Ciencias Antropológicas (UAM-Iztapalapa). Profesora de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH) y Jefa de Departamento de Investigación de la Unidad Técnica de Igualdad de Género y No Discriminación (UTIG y ND) del Instituto Nacional Electoral (INE).

  2. Para mayor detalle sobre este suceso se puede consultar la nota “Colectivos LGBTI denuncian registro de falsas candidatas trans para cumplir cuota de género en Tlaxcala”, disponible en el siguiente link: https://www.animalpolitico.com/2021/05/falsas-candidatas-trans-tlaxcala-paridad-genero-colectivos/

  3. Disponible en el portal: http://estadistica.inmujeres.gob.mx/formas/temas.php