Aldea Warupa. Narrativas gráficas y etnografías audiovisuales

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Angélica Chávez Blanco

Artista visual

La Aldea Warupa nace de la idea de formar una comunidad infantil favorecedora de un estilo de vida que permite a cada individuo irse reconociendo, sanando y fortaleciendo para el desarrollo de sí mismo. La comunidad está formada por 38 niños y adolescentes indígenas (propiamente rarámuris) y mestizos, y un grupo de adultos que compartimos las diferentes actividades y responsabilidades. La aldea recibe proyectos para el desarrollo humano, permitiendo a personas voluntarias a trabajar con las y los niños en sus diferentes expresiones artísticas. Gracias a esto, tuve la oportunidad de vivir ahí una temporada para realizar diferentes proyectos en conjunto con las y los niños. Algunas de las actividades fueron la realización de un mural con mosaico trencadís, taller de papel maché, taller de pintura y dibujo, fotografía y escritura.

Junto a las y los niños realizamos dibujos y escritos acerca de la experiencia en la aldea y en torno a los recursos naturales, principalmente el río que separa la aldea de los campos de amapola, quedando registro de los rituales relacionados con el agua, situaciones de recreo y gozo en comunidad, pero al mismo tiempo se evidenció el temor que nos generaba el espacio del otro lado del río. Éste ejercicio nos mostró una lectura y visión compleja de la situación de los pueblos indígenas de Chihuahua.

Dentro de mi proceso en el Diplomado de Antropología del arte pude ver varias perspectivas y pude entender que existen interminables formas de crear narrativas que visibilicen y cuestionen esa realidad que me había tocado presenciar en la aldea. Naturalmente hubo momentos en que me enfrenté a otras narrativas que han buscado invisibilizar este tipo de contenidos. Sobre el trabajo en comunidad, he visto que todo se desarrolla a base de confianza y tiempo, de establecer relaciones de responsabilidad, intercambio y de reciprocidad con las personas. Si no, se queda en imágenes descriptivas que no van más allá. Realmente es la posibilidad de mostrar a las personas no en una mirada lejana, sino que realmente tu ojo llegue al ojo de ellos. De entrar realmente en su vida cotidiana, de mostrar quienes son, de develar sus intereses y sus gustos y eso solamente se consigue a base de trabajo y cediendo la palabra, conociéndolos y conociéndote al mismo tiempo con humildad para aprender. El hecho de que las niñas y niños se abrieran conmigo, dibujáramos, pintáramos, estuviéramos en silencio juntos me habló de cosas que jamás hubiera logrado obtener con algún instrumento etnográfico. Me habló de su sensibilidad, de quiénes son ellas y ellos, de lo que es importante, a qué le ponen atención y a qué no, qué representan de ellas con orgullo y qué historias esconden.

Para mí tanto hacer un video, un documental, una fotografía, dibujar o escribir, construir a partir de archivos de la memoria, tiene ese mismo componente emotivo de querer comunicar algo, aunque considero que muchas veces no se alcanza a percibir ni a documentar todo lo que implicó estar en este lugar, pero que finalmente es una pequeña parte de lo que yo puedo regresar para ellas y ellos.

Considero que el reto de abordar la etnografía audiovisual fue saber utilizar ese lenguaje que solo trata de tomar imágenes que no dicen nada, sino de saber y entender cómo quería construir una postura que también implica un compromiso de cómo quieres que vean al otro y de cómo el otro te está permitiendo registrarlo.

Durante el diplomado me he cuestionado mucho el papel del artista y del antropólogo, pues al combinar ambas disciplinas, he descubierto que me interesa trabajar desde la antropología visual participativa, incidente, no pasiva, sino algo que transforma, que ayuda a incitar procesos y metodologías etnográficas y creativas.

A través de las lecturas que nos proporcionaron en los diferentes módulos pude encontrar una constante: los procesos sociales se vinculan con la recuperación del sentido de lo común y sobre todo, qué sucede estéticamente y sensorialmente en esos procesos. Necesitamos crear más espacios de encuentro con ellas y ellos, para no hablar ya, desde una mediana perspectiva de comunidades evidentemente desinformadas.

Me parece fundamental el papel que juega la antropología desde las narrativas audiovisuales y artísticas, principalmente si la investigación se enfrenta a un contexto de injusticia. Me parece que al dedicarnos a las artes en relación con otras disciplinas como la antropología, debemos alimentar las formas de expresión o formas estéticas de la realidad de nuestro país. Creemos que el arte contemporáneo sigue siendo el gran espacio simbólico para la disidencia, y para eso, tenemos una gran ruta que trazar.

Espero que este proyecto y que el conocimiento adquirido en el diplomado no sea un punto final y que sigamos abiertos a más disciplinas y a proyectos que sirvan para generar conocimiento transdiciplinario.

Angélica Chávez Blanco

chavez.angelica@hotmail.com