Los archivos y la recolección de sus frutos

[smartslider3 slider=125]

Luz María Mohar Betancourt

CIESAS, Ciudad de México

“La poesía es la memoria de la vida
y los archivos son su lengua”. (O. Paz)

Marzo 2019

Luce fue mi amiga, y colega. Siempre admiré su tranquilidad, su sonrisa y su buen humor. Nos conocimos cuando éramos CISINAH y participamos en los días en que nos convertiríamos en CIESAS. Unos años después, coincidimos en Casa Chata, físicamente en el cubículo conocido como “vitrinas”. En ese espacio, Beatriz Calvo, Tere Carbó, Clara Elena Suárez, Luz Elena, a quien siempre llamamos Luce y yo, compartimos nuestra cotidianidad. Diariamente conversábamos sobre múltiples temas, de nuestras familias, nuestras preocupaciones por los hijos y sobre el trabajo, que cada una realizábamos en ese momento.

También compartíamos el maravilloso espacio de Casa Chata y de la frondosa higuera que había en el patio de atrás de cuyos frutos, Luce elaboraba un delicioso dulce. Ahí, supe del trabajo cuidadoso y serio que ella hacía y su interés por los maestros, la educación y la historia.

Son múltiples las definiciones de historia que como investigador uno tiene que elegir, qué tipo de historia va a seguir. Qué trabajos singulares se discuten, qué enfoques, teorías, métodos y cuáles de ellos elegimos para cubrir nuestro interés. En ese sentido, Luz Elena marcó una línea en el método y las técnicas que utilizaría. Así, ella misma escribió cómo se decidió por la historia social, historia que como anotó en su libro Soledad compartida… “la historia social se interesa por la gente común, por aquellos que han sido olvidados por la historia, y trata de encontrarlos con nombre y apellido” (1991-2010).

Su trabajo, se enmarca en uno de los principios básicos que se definieron al fundar nuestra Institución, el antiguo CISINAH hoy CIESAS: el uso de fuentes primarias y el trabajo de campo. Luz Elena, siguió estos principios en todos sus trabajos. Como se ha expresado, “profundizó en el género epistolar como fuente histórica”.

Especialmente me voy a referir a dos de sus trabajos en archivo. En (1980-1988) ella utilizó estos materiales como una fuente invaluable, en la que profundizó en la historia epistolar. Las cartas depositadas en el archivo de Porfirio Díaz, el cual se encuentra en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México, fueron un camino en el que cuidadosamente revisó, se acercó a estos materiales de una manera singular. Como declaró ella misma “para entender el presente había que irse al pasado”.

Preocupada por la situación actual del magisterio, de sus demandas e inconformidades, preocupada por las condiciones sociales de estos profesionistas, tuvo que remontarse a otros momentos históricos. De esta manera, su interés la llevó a indagar, investigar y estudiar el período en el que Porfirio Díaz recibía estas cartas y seleccionó las enviadas por múltiples maestros.

El contexto histórico la llevó a entender la situación de quienes elaboraron esta correspondencia. Con una sensibilidad especial, anotó, descubrió y analizó las preocupaciones y demandas de aquellos maestros que dedicaban su vida a enseñar a sus jóvenes alumnos, muchas veces en situaciones precarias

En su estudio, profundiza en la etapa pre revolucionaría; hace notar la situación que reflejan los maestros en sus cartas, sobre el entorno económico y político de la época, la precariedad de los maestros rurales y sus demandas para poder prepararse mejor y contar con los materiales necesarios para impartir sus clases. Luce muestra en este texto, no solo las demandas de los maestros, sino la importancia de la escritura como un elemento que permite un acercamiento a la historia social de la época.

El segundo trabajo al que hago referencia, es al realizado recientemente de 2012 a 2014 en el Archivo Histórico del Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas. Ahí, Luce nuevamente se centró en fuentes primarias, es decir, en los materiales resguardados en este archivo en el que encontró las cartas de los padres y tutores, en los que se pedía el ingreso de niñas y jóvenes a la escuela del Colegio de Vizcaínas, a los informes, a la variedad de documentos que le permitió mostrar la situación no solo del Colegio, sino de México, a partir de 1767.

En el Ramo “Entradas y Nombramientos de Colegialas” (1852-1864) las cartas ahí clasificadas fueron cuidadosamente seleccionadas lo que le permitió conocer los diferentes tipos de alumnas, aquellas llamadas “pensionadas” por un lado y por otro, las hijas descendientes de vascos quienes recibían el “nombramiento de gracia”. En una ponencia presentada,* Luce hace notar cómo quienes dirigían este espacio educativo desde su fundación, se preocupaban por la educación de la mujer. Señala, cómo esta se fue adecuando a los diferentes períodos históricos desde su fundación hasta la actualidad. Encuentra en esta documentación de primera mano, los diferentes tipos de materias impartidas que iban en 1875 desde los principios básicos para saber leer, clases de francés, e inglés, pasando por aritmética, gramática, geografía, hasta costura, tejidos y cocina.

Otro material básico que analizó Luce, fueron los libros escolares reguardados en este mismo acervo. En ellos, siguiendo a Escolano, los reconoció como “fuente de primera línea en la configuración de la nueva historiografía de la educación.” Pudo reconstruir así, la importancia que en este Colegio se le dio a la preparación de la mujer. Espacio que durante muchos años fue exclusivamente femenino y que actualmente se ha ampliado a la aceptación de niños y jóvenes.

Fue así, como Luce hizo notar cómo las mujeres que estuvieron en este centro escolar fueron capacitadas para enfrentarse al mundo en que vivían. Como las materias impartidas se fueron ampliando para prepararlas en diferentes ámbitos como profesionistas, ya que se les capacitaba -en base al material de archivo encontrado- como maestras en diferentes campos, así como trabajadoras preparadas para llevar una vida económicamente independiente.

Hasta aquí, solo un pequeño acercamiento a la vasta obra de la Dra. Galván, quién extendió su interés por vastos caminos de la educación, no solo femenina, también por la educación indígena, por formar en diversos centros académicos a numerosos jóvenes en el campo de la historia social. Evidentemente marcó todo un espacio y una forma de trabajo que es una herencia para las nuevas generaciones.


*Agradezco a la Dra. Ana Rita Valero de García Lascurain, Directora del Archivo del Colegio de San Ignacio de Loyola,Vizcaínas, el haberme facilitado una copia de la ponencia “Los saberes en Vizcaínas. “Una oportunidad para las mujeres 1870-1930”, que Luce presentó en el Congreso La mujer en la historia y cultura en México, en septiembre del 2014, organizado por la UNAM y el Colegio, en sus instalaciones.