La tragedia de mi colonia

Roberto Melville

CIESAS Ciudad de México

Después del simulacro programado para las 11 de la mañana el pasado 19 de septiembre, en el que participamos en diferentes localizaciones, dos horas y cuarto más tarde la tierra se sacudió poderosamente y destructivamente. En una trágica coincidencia, 32 años más tarde este mismo día un sismo de magnitud de 7.1 se hizo sentir en el centro de México. Su origen muy cercano en las colindancia de Morelos y Puebla, el sismo no permitió que tuviéramos la advertencia de las alarmas. Los mecanismos de advertencia provienen del Océano Pacifico, donde están instaladas. Ahora las alarmas se activaron cuando ya estábamos en pleno sismo, y sólo alrededor de 30 segundos más tarde se activaron como reverberación de cuando las ondas llegaron al sitio donde están instaladas.

Después de hacer trámites en el CIESAS para asegurarme que contaríamos con el transporte para acudir al recorrido etnográfico y ejercicio de lectura del paisaje, en la región del Acolhuacan, volví a mi casa. No me quedé a otros asuntos. Rogelio había asegurado el transporte solicitado para 15 personas. Y con tal satisfacción me apresuré para volver a casa e iniciar la preparación de la clase sobre Bronislaw Malinowski. El sismo me atrapó unas cuadras, antes de la Prepa Cinco de la UNAM, sobre la Calzada del Hueso.

Sentí que el autobús que venía detrás de mí se había descuidado o quedado sin frenos y me había golpeado por detrás. Y que había vuelto a arremeter su vehículo contra el mío. No era el caso. A mi izquierda había un camión de basura que se meneaba peligrosamente, y temí que me pudiera aplastar. Salí de mi carro. No estábamos circulando porque había un semáforo rojo. Los empleados de la basura se salieron del camión y se refugiaron en la banqueta, alejándose del monstruoso vehículo oscilante. Pronto terminó el sismo, y dimos marcha a los vehículos. Había que esquivar los semáforos apagados, y yo me encaminé a mi casa para saber qué había pasado por la Avenida División del Norte de norte a sur. Di vuelta a la derecha una calle anterior llamada Piomo, y pasé sin darme cuenta de la tragedia que había ocurrido en las calles Tamborero y Calzada de Las Brujas, en la Escuela Primaria Enrique Rébsamen.

Fue un alivio llegar a mi casa, un condominio de 24 casas, con espacio interior de estacionamientos y vialidad interna, donde todos mis vecinos estaban confortándose por el susto que los había abrumado. Y cada quien contaba como habían podido salir tropezando de sus casas, bajando escaleras en algunos casas y finalmente saliendo para encontrarse con otros vecinos que habían salido un poco antes.

Mi hijo y su amigo se enteraron que la escuela había caído y partieron veloces a ver qué auxilio podrían ofrecer a las víctimas. Hay una veterinaria muy cercana, y fueron los médicos del Animal Home los primeros en acudir corriendo a atender a las víctimas.

Yo entré a mi casa y me encontré que en varias habitaciones había un tiradero, pero nada comparado con la oficina y biblioteca donde varios libreros se desplomaron y arrojando los libros en una enorme pila de papeles. Me percaté que no había fuga de gas. Y con otros vecinos nos pusimos a cerrar las llaves del gas natural. Todas las llaves muy antiguadas y se requerían pericos porque estaban endurecidas. Una gran vulnerabilidad para un desastre, porque no pudimos hacer el cierre pero casi luego de una hora.

En la calle comenzó a formarse un atascadero de vehículos de padres de familia que venían a buscar a sus hijos, pero muy pronto los voluntarios comenzaron a frenar el tráfico para liberar las calles para los servicios de emergencia. Mujeres en los cruceros desviaban el tráfico, y la situación se comenzó a mejorar. Muy pronto comenzaron a llegar voluntarios jóvenes que se sumaron al trabajo de retiro de escombros, algunos un poco impulsivos e imprudentes. Los de protección civil y otros profesionales comenzaron a llegar. Un almirante de la Marina fue enviado para comandar las operaciones de rescate. Los jóvenes que habían llegado espontáneamente comenzaron a ser desplazados por los obreros que llegaban con herramientas, picos y palas. Venían de diversas obras de los alrededores, Y comenzaron a construir una estructura de polines de madera para asegurar las estructuras debilitadas y proteger a los mismos rescatistas en las labores de rescate. Los voluntarios se sumaron en números de alrededor de un millar o millar y medio. Participaron hasta las horas de la noche en el retiro de escombros. Largas cadenas sacaban el botes de pintura los fragmentos del edificio casi media cuadra, para que no se formaran montones en los espacios próximos para mantenerlos abiertos a las obras de rescate.

Estas oleadas de solidaridad fue uno de los fenómenos sociales que despiertan optimismo y entusiasmo. En carritos de supermercado acudían otros con provisiones elementales, agua, galletas, papel higiénico, etc. Los padres de familia estaban expectantes de las noticias acerca de la suerte de sus hijos. Unos padres de familia se organizaron para hacer un espacio de información. Hojas de papel carta con nombres de niños desaparecidos, escritos con plumones. Luego se fueron recopilando información sobre los 50 ó más niños hospitalizados en diferentes nosocomios. Al día siguiente la información había evolucionado, los desaparecidos hallados, se marcaba así, y comenzaron a aparecer la lamentable leyenda «fallecido». Y mayor información sobre los hospitalizados. A lo largo de muchas horas, alrededor de las 3 de la mañana volvió la luz, y el servicio de celulares y del internet, y comenzó a fluir información que estaba bloqueado.

Las autoridades establecieron un cordón perimetral, para limitar la entrada de voluntarios. Los que llegaron primero, desplazados de las labores directas de rescate, se organizaron para ordenar el acopio de provisiones: alimentos, equipos, botes, cuerdas, etc. En el interior de la escuela también había más orden y comenzó la difícil y audaz la tarea de los topos que ingresaban por estrechos huecos, y ponían a funcionar herramientas para detectar temperatura de cuerpos humanos, ruidos o voces, y temperatura corporal. Con el puño en alto se ordenaba silencio total para poder escudriñar los escombros con estos instrumentos.

Televisa consiguió un punto estratégico para trasmitir en tiempo real, los esfuerzos de los topos, de los rescatistas, trabajando sin descanso en la labor de sacar a los niños atrapados que se pensaban que aún estaban con vida. Los padres de familia pudieron enviar mensajes a sus hijos con altavoces para trasmitir amor y confianza. También los perros entrenados fueron introducidos y salieron dando señales de que había víctimas atrapadas con vida.

Algunas tienditas del barrio se vieron obligados a cerrar porque no tenían energía eléctrica ni luz, llegaban personas que parece que creían derecho a tomar lo que pensaban que se necesitaba en el sitio de la tragedia. No tengo evidencia de que el vandalismo de estos productos básicos haya tenido motivaciones de codicia personal. Me pareció que se trataba de un impulso de ayudar aunque perjudicaban a los pequeños negocios. Las provisiones al día siguiente parecían mermadas. Habían caído por el efecto del sismo. Les costó demostrar que tenían intereses comerciales en la colonia, porque la identificación autorizada era el «IFE». Pero ellos no viven aquí, pero son vitales para el aprovisionamiento de los vecinos, que por ahora no pueden entrar y salir en sus automóviles.

La Calzada de las Brujas, la Calle de Tamboreros, parte de la División del Norte están ocupadas por vehículos de emergencia (ambulancias, trascabos, y vehículos de comunicación de la marina), también camiones para mover escombros, y vehículos de los medios de comunicación.

Tuve la oportunidad de tomar un refresco con uno de los marines, que salió de su casa el 8 de septiembre, y no ha vuelto. Primero fue enviado a Oaxaca, donde dice que estuvo trabajando pero que ya estaba fastidiado de tanta tlayuda. Y el día del sismo lo enviaron a trabajar en la escuela Enrique Rébsamen. Me dijo se siente bien poder ayudar a la gente. Estaba exhausto; luego de un rato se incorporó y me dijo: “vuelvo a las labores de rescate” [20-09-2017].