La expresión del cambio climático en la salud humana y el marco político mexicano

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), ha determinado que los tres últimos decenios han sido sucesivamente más cálidos en la superficie de la Tierra que cualquier otro desde 1850 y que, probablemente, el periodo 1983-2012 ha sido el más caliente de los últimos 1,400 años. También sostiene que el calentamiento en el sistema climático es inequívoco y que desde la década de 1950 se observa que el nivel del mar se ha elevado, la atmósfera y el océano se han calentado y los volúmenes de nieve y hielo han disminuido (IPCC, 2014).

El cambio climático se ha relacionado principalmente con la generación excesiva de emisiones de dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero como metano y óxido nitroso. Dichas emisiones se caracterizan por ser de origen antropocéntrico ya que, entre 1970 y 2010, 78% de los gases liberados a la atmósfera derivaron de la quema de combustibles fósiles y procesos industriales (Delgado, et al., 2015). Esta generación de CO2 y otros gases han alcanzado concentraciones atmosféricas mayores a, por lo menos, los últimos 800 mil años y resulta sumamente probable que esta sea la causa del calentamiento global desde la segunda mitad del siglo XX (IPCC, 2014).

Los efectos del cambio climático, han traído consigo cambios graduales en la temperatura a nivel global, lo cual se expresa en múltiples amenazas para el bienestar humano. Estos efectos incluyen el incremento de ocurrencia y destructividad de eventos extremos como olas de calor, huracanes y tormentas; sequías más prolongadas y recurrentes; aumento en la frecuencia e intensidad de incendios forestales; reducción en la producción de alimentos y disponibilidad de agua; inundaciones de zonas costeras por aumento del nivel del mar; desplazamiento, desequilibrio y destrucción de la biodiversidad; así como la difusión y distribución de enfermedades humanas (Schoijet, 2008). Cabe señalar que estos efectos y sus amenazas interactuaran entre sí y generan un problema de gran complejidad que sobrepasa fronteras territoriales e incluso generacionales.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce que el cambio climático tiene una serie de impactos en la salud debido a su influencia en las determinantes sociales y ambientales de la salud, como agua potable, alimentos y vivienda segura (OMS, 2016). La salud de la población humana es sensible al cambio climático y sus impactos contribuyen a la carga mundial de enfermedades y muertes prematuras (Confalonieri, et al., 2007). Las proyecciones del IPCC (2014), determinan que la salud humana será afectada principalmente por agravación de los problemas de salud ya existentes, especialmente en países desarrollados de bajos ingresos.

Los efectos en salud por cambio climático se dan de tres modos: 1) directo (mortalidad y morbilidad) debido a temperaturas y eventos extremos, inundaciones y otros fenómenos meteorológicos; 2) indirecto por cambios ambientales y de los ecosistemas que tienen por consecuencia cambios en los patrones de enfermedades vectoriales e infecciosas; y 3) efectos indirectos mediados por sistemas sociales como seguridad alimentaria, enfermedades mentales, conflictos por desplazamientos y daños a los sistemas de atención de salud (Smith, et al., 2014).

Según Patz (2010), los principales efectos sobre la salud asociados al cambio climático se dan por temperaturas extremas, producción de alimentos y malnutrición, desastres naturales, incremento del nivel del mar, contaminación del aire, aeroalérgenos, enfermedades infecciosas por transmisión alimentaria y agua, y enfermedades vectoriales. Frente a esto, estimaciones realizadas por la OMS revelan que los efectos adversos del cambio climático que han venido ocurriendo desde 1970 podrían ser motivo de 150 mil muertes anualmente (WHO, 2003). Sumado a esto, se espera que, entre 2030 y 2050, la cifra podría incrementar a 250 mil defunciones cada año por cuestiones asociadas al cambio climático: 38 mil por exposición de ancianos al calor, 48 mil por diarrea, 60 mil por paludismo y 95 mil por desnutrición infantil, entre otras (OMS, 2016).

En México, según el Reporte mexicano de cambio climático, en su capítulo ocho del libro dos sobre salud humana, se establece que los principales problemas identificados son los cambios en la temperatura y condiciones de humedad extrema que propician golpes de calor y enfermedades por vectores, así como por la ingesta de agua y alimentos (Moreno, et al., 2015). Sumado a esto, se evidencia que México es un país que, por su ubicación geográfica y distribución poblacional, en donde actualmente viven alrededor de 18 millones de habitantes en lugares de alto riesgo ante eventos de inundación asociados al cambio climático (González, 2009).

En términos locales, en Jalisco, según el Plan Estatal de Acción ante el Cambio Climático del estado de Jalisco (PEACC) (SEMADET, 2014), las enfermedades que podrían presentarse por efectos adversos del cambio climático se deben al incremento en la temperatura y olas de calor, generando estrés térmico y golpes de calor; enfermedades respiratorias y cardiorrespiratorias por altas concentraciones de contaminantes; enfermedades transmitidas por vectores como dengue, malaria, encefalitis, virus del Nilo, etc.; enfermedades trasmitidas por agua contaminada durante inundaciones como cólera, cicloespora, leptospirosis, campylobacter, entre otras; enfermedades y trastornos neurológicos y/o mentales; así como aumento de morbilidad y mortalidad de estas enfermedades por olas de calor, inundaciones y sequías. Las poblaciones más vulnerables son las densamente pobladas y las regiones marginadas que corresponden a la Zona Metropolitana de Guadalajara, Puerto Vallarta y poblaciones de las regiones Costa Norte, Sur y Norte.

Frente a esta problemática, en México, en términos de la política del cambio climático, es necesario tomar riendas en el asunto de manera urgente. En resumen, este es el marco político fundamental que se ha formulado en el país en materia de cambio climático. En 2007 (SEMARNAT, 2007) se publica la primera Estrategia Nacional de Cambio Climático (ENCC) 2007-2012, y en 2009 surge el primer Programa Especial de Cambio Climático 2009-2012 con 105 objetivos y 294 metas (DOF, 2009). A partir de estos documentos, en 2012, se expidió la Ley General de Cambio Climático (LGCC) (Cámara de Diputados, 2012) y se publicó la segunda ENCC visión 10-20-40 (DOF, 2013); consecutivamente, en 2014 se aprobó el segundo PECC 2014-2018 (DOF, 2014).

Esta serie de componentes forman parte de la Política Nacional de Cambio Climático (PNCC). La PNCC opera bajo un marco institucional denominado Sistema Nacional de Cambio Climático (SINACC), el cual se sustenta jurídicamente en la LGCC. A grandes rasgos, el SINACC está destinado para enfrentar la vulnerabilidad y los riesgos del país frente al cambio climático y establecer las acciones prioritarias de mitigación y adaptación (DOF, 2013). Para ello, el SINACC se conforma del Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático que ejerce la coordinación y evaluación, el Congreso de la Unión, Entidades Federativas y Asociaciones de Autoridades Municipales, así como la Comisión Intersecretarial de Cambio Climático (CICC), la cual se integra por trece secretarías de la república mexicana, entre ellas, la Secretaría de Salud.

La protección de la salud frente al cambio climático, se vincula principalmente a la Secretaría de Salud (SSa) a través del Plan Especial de Cambio Climático (PECC) a corto plazo y la ENCC a largo plazo, en donde se establecen una serie de compromisos y acciones. El PECC 2014-2018 está conformado por cinco objetivos, 26 estrategias y 199 líneas de acción (77 de adaptación, 81 de mitigación y 41 actividades complementarias) encaminados a atender las prioridades en materia de mitigación y adaptación para México (véase DOF, 2014). La SSa se inserta en dos de los cinco objetivos, dos estrategias para lograr dichos objetivos, tres líneas de acción y cuatro actividades complementarias.

Si bien, pareciera que existe una planeación sólida para atender la problemática del cambio climático y la salud en México, cabe mencionar que lo establecido en el PECC resulta ambiguo al momento de realizar una lectura crítica. A demás, las entidades responsables de atender las estrategias e implementar las líneas de acción, proporcionan poca (incluso podría decirse que nula) información a público en general respecto a los avances y logros, lo cual genera un estado de incertidumbre sobre el cumplimiento de las atribuciones establecidas en los planes. Sumado a esto, en México, el tema de cambio climático es mayormente desatendido a escala local, siendo pocos los Estados con un marco político concreto. En sí, tan sólo 16 Estados de la República y el Distrito Federal (ahora Ciudad de México) cuenta con Programa de Acción Climático a marzo de 2015 (Delgado, et al., 2015, p. 201).

En México, resulta urgente mejorar la capacidad para afrontar las emergencias de salud pública y fortalecer los sistemas para lograr responder a los riesgos asociados al cambio climático (González, 2008). No obstante, existe poca discusión sobre el tema de adaptación y protección a la salud (Hess, et al., 2012; Paterson, et al., 2012). El sistema de salud debe estar preparado para atender las demandas de salud y adaptarse a las amenazas asociadas al cambio climático que han comenzado a expresarse tanto a nivel global como local. De igual manera, la respuesta deberá contener un enfoque participativo y colaborativo que integre a la sociedad civil en toma para enfrentar el problema y lograr la adaptación y mitigación al cambio climático.

Bibliografía.

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